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Reportaje:

Moscú hace sentir a Bielorrusia su dependencia económica

El autoritario Alexandr Lukashenko gana simpatizantes en Occidente por negarse a apoyar a Rusia en Georgia

Pilar Bonet

"Los líderes de Bielorrusia tienen hijos y nietos que quieren comprar yates en Francia, descansar en España y viajar. Ellos son más destructivos que yo", exclama el profesor Leonid Zaíko, director del centro Estrategia de Minsk, mientras abre su ordenador en la terraza dotada de Wi-Fi del nuevo bar de moda en la capital bielorrusa. Desde aquí se ve la plaza de Octubre, donde en marzo de 2006 el régimen disolvió a porrazos a los manifestantes que denunciaban la última falsificación electoral desde que Alexandr Lukashenko llegó al poder en 1994.

En la terraza sirven agua mineral de Georgia, un producto que, junto con los vinos de aquel país, está prohibido en Rusia, que la semana pasada vetó también la mayoría de los lácteos bielorrusos y puso así de manifiesto la dependencia económica del país. Pese a su proyecto de unificación estatal con su gran vecino eslavo, Bielorrusia tiene su propia línea. A diferencia de Moscú, Minsk comercia y mantiene conexiones aéreas con Georgia y no ha reconocido la independencia unilateral de Osetia del Sur y Abjazia.

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Contrastes

Bielorrusia es escenario de contrastes. Los sueldos medios oscilan en torno a los 300 dólares, pero en poco tiempo el centro de Minsk se ha llenado de boutiques y restaurantes de lujo. "Conozco a funcionarios de 40 años que son millonarios y tienen el dinero en el extranjero. Cuando llegue el momento lo legalizarán", afirma Zaíko, mientras una riada de caros coches occidentales pasa frente a la terraza. "Lukashenko no cambiará. No se convertirá en un abogado de la economía de mercado, aunque hay que reconocer que el gobierno sigue algunos consejos míos y de mis alumnos", señala el profesor, miembro de un nuevo organismo asesor adjunto a la presidencia. Como ejemplo, Zaíko cita la introducción este año del impuesto sobre la renta único, del 12% .

Para conservar el empleo, Bielorrusia mantiene un alto ritmo de producción de mercancías que se acumulan sin venderse y que agravarán la situación en otoño, explica Zaíko. El gobierno, dice, tendrá que seguir devaluando el rublo local, que ya cayó en un 20% en enero. La deuda exterior estatal de Bielorrusia se disparó hasta 4.986 millones de dólares en abril y la lista de acreedores, encabezada por Rusia (más de 3.000 millones de dólares) incluye también a Venezuela y el Fondo Monetario Internacional, que en enero dio el primer tramo de un crédito de 2.400 millones de dólares. El ministro de Finanzas ruso, Leonid Kudrin, ha mostrado sus reservas ante la concesión de nuevos créditos y ha advertido que Bielorrusia puede ser "insolvente" a fines de 2009.

Lukashenko trata de sacar provecho de las tensiones entre Rusia y la Unión Europea. Para afrontar la crisis, el "último dictador de Europa" busca apoyo tanto en el Este como en el Oeste. Su baza es la importancia geoestratégica, económica y militar de Bielorrusia como país de tránsito. Moscú, mientras tanto, ha reducido la subvención encubierta a la economía bielorrusa de 8.000 millones de dólares a 4.000 millones, gracias en parte al aumento de los precios del gas, calcula Zaíko.

Socios comerciales

A Occidente va el 43% de las exportaciones de Bielorrusia, consistentes sobre todo en derivados del petróleo procedentes de sus dos refinerías, concebidas originalmente para abastecer de combustible al Ejercito Rojo en su avance hacia Europa. Por países, Rusia es el primer socio comercial de Minsk, con un 34% de la exportación.

En las instituciones euroatlánticas se hacen ilusiones sobre la posibilidad de "reeducar" al líder bielorruso para la democracia o de utilizarlo para neutralizar a Moscú. Por de pronto, la UE ha integrado a Bielorrusia en su programa de "Asociación Oriental" con varias ex repúblicas soviéticos. Pese a no haber abolido la pena de muerte, el Consejo de Europa se dispone a restituirle el estatus de observador suspendido en 1997 y ha inaugurado un centro de información en Minsk. Valentín Vechorka, uno de los líderes del Frente Popular de Bielorrusia, subraya que el centro "se ha instalado justamente en la facultad de periodismo, que ha expulsado a mi hijo, Franak, y a otros cinco estudiantes por razones políticas. Todo un símbolo". Vechorka es escéptico sobre la evolución del régimen. Aunque liberó a cinco figuras de oposición en 2008, el régimen de Lukashenko mantiene presos políticos, dice, y menciona tres empresarios encarcelados en la ciudad de Vavkavysk. Los estudiantes críticos, señala, se ven forzados a emigrar al extranjero, y el servicio militar se utiliza a efectos represivos, lo que, según dice, afecta a su propio hijo. Viachorka subraya que la legislación electoral no ha cambiado y la venta de dos periódicos de oposición en los kioskos de Minsk no compensa el cierre de decenas de publicaciones críticas sofocadas por el régimen.

Política de aislamiento

Durante años Bruselas practicó una politica de aislamiento y sanciones hacia el régimen en respuesta por la represión de las libertades democráticas y las irregularidades electorales. Pero la UE ha revisado esa politica y ha abolido las sanciones, tras ignorar los comicios parlamentarios de fines de septiembre que los observadores de la OSCE declararon tan deficientes como todos los precedentes en época de Lukashenko. En abril, por primera vez en más de una década, el presidente viajó oficialmente a una capital occidental para visitar al papa Benedicto XVI en el Vaticano y al jefe de Gobierno italiano, Silvio Berlusconi, en Roma. Lukashenko iba con su hijo Nikolái, de cinco años, fruto de su relación con una doctora. El presidente no se deja ver en público con la madre de la criatura, pero lleva ésta a todas partes. Esta "humanización" se atribuye al trabajo de Lord Timothy Bell, antiguo asesor de Margaret Thatcher, contratado en 2008 para cambiar la imagen del régimen. A entrevistarse con Lukashenko en Minsk acuden ahora en masa los representantes occidentales, incluido el alto representante para la política exterior de la UE, Javier Solana, en febrero, y el ministro de Exteriores español, Miguel Moratinos, en marzo. En los próximos días llegará la comisaria Benita Ferrero-Waldner.

"La UE ha rebajado tanto sus expectativas, que parece estar rogando a Lukashenko que haga un gesto mínimo para poderle aceptar", dice Viachorka. Lukashenko, según él, no puede compararse al rumano Nicolae Ceaucescu, que practicaba su propia política nacional frente a la URSS, ni tampoco al azerbaiyano Ilján Alíev que, siendo autoritario, no reniega sin embargo de la cultura de su país. "Lukashenko utiliza el Este contra el Oeste, pero siempre está en el campo magnético del Kremlin", señala.

En el cambio de imagen de Bielorrusia se inscriben los relevos de los personajes más "quemados" del régimen y presuntamente vinculados a las desapariciones de figuras de oposición a Lukashenko en 1999-2000. "Aquí hay menos corrupción que en Rusia y la lucha contra ella se ve favorecida por la pugna interna entre los clanes de los servicios policiales y de seguridad que se acusan entre sí", señala Zaíko, refiriéndose a una oleada de detenciones y destituciones que afectan al ministerio del Interior.

Cartel de Bielorrusia con la imagen de unos campesinos y el lema "Por Bielorrusia, por el pueblo".
Cartel de Bielorrusia con la imagen de unos campesinos y el lema "Por Bielorrusia, por el pueblo".P. B.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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