Ejemplar Berlusconi
Hoy conoceremos ya toda la magnitud del naufragio. Naufragio de Europa y naufragio de la política que en ningún otro país como en Italia, patria de ambas, Europa y la política, alcanza unas dimensiones tan devastadoras. Reconozcámoslo de una vez: el dirigente que nos representa mejor y que mejor expresa el sucio lodazal en el que estamos chapoteando es Berlusconi, en crudo y desolador contraste con el momento soberbio que pasa Estados Unidos, país dirigido por un presidente brillante, inteligente, con un profundo sentido de la política y de la moral como es Barack Obama. En el desgobierno del gobierno italiano se concentran las peores políticas de Europa, en inmigración, en seguridad interior, en desaparición de la división de poderes, en clientelismo. Y en la exhibición del descaro de Berlusconi se exhibe la reivindicación de la política como vocación de los peores, los más inmorales, los mafiosos. Ambas pulsiones, la tendencia al populismo xenófobo y reaccionario y la corrupción de la participación en la vida pública, aunque tengan su epítome en Berlusconi, se encuentran por desgracia en grado más o menos grave en toda la Unión Europea.
Berlusconi sabe mucho de la transgresión de las fronteras entre lo privado y lo público. Es un auténtico contrabandista de los medios, pionero en la utilización de la intimidad de los famosos como mercancía televisiva. Pero también es un pionero de la ultramodernidad política, la que conduce a la directa utilización del Estado al servicio de sus intereses privados, hasta un punto jamás visto. Hasta su llegada a la política los poderosos preferían situar a sus peones en cabeza de los gobiernos con los peligros de despegue autónomo que esta jugada llevaba consigo. Berlusconi ha preferido ocupar directamente el poder sin mediaciones, controlar medios de comunicación públicos y privados, sujetar a la judicatura y a la policía, favorecer sus intereses y sus empresas desde el Consejo de Ministros y el parlamento, mezclarlo todo en un totum revolotum que sólo tiene una referencia: él mismo. Y lo ha hecho además, movido por una cuestión muy concreta: sin el poder político y sin una mayoría parlamentaria obediente hace años que estaría pudriéndose en la cárcel.
Se han equivocado de medio a medio quienes creyeron que esta última versión de Berlusconi sería la de un magnate algo más apaciguado, pensando más en su inscripción en el futuro histórico que en sus pequeñas ambiciones. Ha sido este Berlusconi senil y obsceno quien ha querido hacer una exhibición de su poderío viril como un desafío faústico frente a sus conciudadanos y su familia. Toda esta historia digna de un imperio decadente se ha conocido porque Berlusconi no ha puesto empeño alguno en mantenerla discretamente en privado, aunque luego la ha utilizado eficazmente para atacar a la izquierda, a los medios e incluso a sus competidores como Rupert Murdoch. Este anciano emperador libidinoso pretendía que todos en Italia supieran de su fuerza y de su encanto con las muchachas más hermosas del país sin que nadie se atreviera a dejar constancia pública de su ridícula exhibición en los medios, en un gesto definitivo de reverencia e hipocresía monumentales de los súbditos hacia su decrépito y decadente emperador.
Han sido los suyos, primero su ex esposa y luego sus medios de comunicación, quienes han exhibido sus relaciones con menores y han hecho las principales revelaciones. El presidente del Consejo no ha tenido rebozo alguno en exhibirse en cenas y actos de Estado como mínimo con una de estas jóvenes bellezas ni hacerle regalos valiosos en público. Ha utilizado ilegalmente medios de transporte del Estado, sobre todo aéreo, para sus fiestas, hasta el punto de triplicar el número de viajes en relación al anterior presidente del Consejo; y siguiendo su técnica de utilizar las leyes y el estado en beneficio propio ha hecho legislar a su mayoría para legalizar este uso abusivo de bienes del Estado para su esparcimiento privado.
Por Vila Certosa ha pasado una buena parte de la clase política conservadora europea, acompañada de conseguidores y lobbistas de todo porte y catadura, españoles incluidos. Entre ellos se ha identificado al ex primer ministro checo, exhibiendo cual vulgar Ducruet su desnudez al lado de una mujer no identificada. ¿Hace falta realmenrte alguna explicación para situar toda la información acerca de este escándalo repugnante, fotografías incluidas, entre los materiales periodísticos más relevantes e interesantes de la reciente vida política europea? No hay que olvidar que Berlusconi es el mismo presidente del Consejo que obstaculiza la desconexión de Eluana y se manifiesta en línea con las posiciones más conservadoras del catolicismo respecto a las cuestiones bioéticas y al origen de la vida. Tampoco hay que olvidar que su formación política aportará probablemente el paquete de diputados más nutrido al grupo del Partido Popular Europeo que se constituirá en esta nueva legislatura en Estrasburgo y Bruselas, como directo descendiente de la democracia cristiana. Ni que fue José María Aznar quien le franqueó la puerta a su formación política a la vez que conseguía la expulsión del Partido Nacionalista Vasco por razones de todos conocidas.
Respecto a las causas de este naufragio, una única reflexión conclusiva. Una cosa son las responsabilidades, otras distintas las causas y una muy distinta las culpas. Hay que ir con cuidado a la hora de achacar los males de Italia y de Europa a la izquierda, sobre todo para no coincidir con Berlusconi en declararla culpable de todos los males que sufrimos, incluyendo en ellos al propio Berlusconi. Si admitiéramos este argumento, la derecha más corrupta habría encontrado así a un culpable perfecto de sus corrupciones, porque su mera identificación como tal le serviría para exculparse de sus más negros pecados.
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