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Netanyahu llama a un Gobierno de unidad con Kadima y los laboristas

El líder del Likud, encargado de formar Gobierno, intentará formar un Ejecutivo que no dependa de la extrema derecha

El presidente de Israel, Simón Peres, ha encargado formalmente a Benjamín Netanyahu, líder del Likud (centro derecha) la tarea de formar Gobierno. Nada más recibir el encargo, Netanyahu ha tendido la mano a la líder de Kadima, Tzipi Livni, para formar un Gobierno amplio con su partido y con el Laborista. Juntos, sumarían 68 escaños, una sólida mayoría en un Parlamento con 120 escaños. Y, sobre todo, con ellos Netanyahu evitaría un Ejecutivo excesivamente escorado hacia la extrema derecha, que no gusta en la nueva administración de EE UU.

Nada más entregarle el presidente la carta en la que formalmente le encarga la formación de Gobierno -acto a partir del cual tiene seis semanas para hacerlo-, Netanyahu ha hecho un llamamiento. "Llamo a la presidenta de Kadima y al del Partido Laborista, Ehud Barak, y les digo: Unámonos para asegurar el futuro del Estado de Israel. Les pido que negociemos un amplio Gobierno de unidad nacional por el bien del Estado y del pueblo", ha dicho Netanyahu ante los periodistas.

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La llamada de Netanyahu a un Gobierno con los laboristas y los centristas de Kadima tiene un objetivo: evitar a toda costa que el futuro ejecutivo dependa de la extrema derecha, representada en el Parlamento por el ramillete de partidos de los colonos y de los ultraortodoxos. Un Gobierno así de escorado no gustaría nada en EE UU, que intenta una nueva aproximación que haga avanzar de verdad el proceso de paz con los palestinos -ayer mismo, el senador demócrata John Kerry, visitó Gaza tras la devastadora ofensiva israelí de diciembre y enero. Tampoco gustaría demasiado en Washington que el Gobierno contara con una importante participación del Israel Beiteinu de Avigdor Lieberman, tachado de racista.

La respuesta

Por tanto, la mejor salida para Netanyahu es contar con Kadima -esto es imprescindible- y con los laboristas, con los que tendría una sólida mayoría parlamentaria. Después, podría incorporarse cualquier otro partido, si quiere. Desde hoy, Bibi, como se conoce a Netanyahu, tiene seis semanas para convencer a Livni y a Barak.

Por un lado, Livni titubea. Sostiene que ella debe encabezar el Gobierno, puesto que es la más votada -28 escaños, por 27 del Likud y 13 laboristas-. De hecho, por primera vez en la historia, Peres no ha elegido al más votado y se ha decantado por Netanyahu porque, apoyándose en los partidos de la extrema derecha, podía formar una mayoría, mientras que Livni no. Hoy, tras reunirse con Peres, que intentaba sumarla al Gobierno de unidad, Livni ha declarado que no quería entrar en un Gobierno que no le permitiría "seguir el camino que Kadima prometió a sus votantes" y se ha declarado dispuesta a liderar la oposición.

Por el otro, tampoco está claro que los laboristas quieran formar parte del Gobierno. Han obtenido los peores resultados de su historia, con sólo 13 diputados, y opinan que se debe a la cercanía de sus posiciones con Kadima y Likud -el propio Barak es ministro de Defensa del gobierno saliente de Ehud Olmert. Aboga, pues, por sentarse en los bancos de la oposición, desmarcarse de la derecha y ofrecer cosas nuevas.

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