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Obama, el candidato del nuevo sueño americano

El día que Ted Kennedy mostró su apoyo público a Barack Obama recordó cómo su hermano John retó a Estados Unidos a atravesar una Nueva Frontera. El joven candidato católico tuvo que soportar las críticas del anterior presidente demócrata, Harry Truman, que pedía paciencia y exigía a alguien con más experiencia, pero John Fitzgerald respondió: "El mundo está cambiando. Las viejas fórmulas ya no sirven". En el Estados Unidos post Bush, Obama ha hecho suyas esas palabras del presidente asesinado para simbolizar el hambre de cambio y radiar un efecto de esperanza que ya no se recordaba en las bases demócratas.

Con la fuerza de un ciclón, el senador ha pasado de ser un auténtico desconocido a un político mediático de primer nivel. Hace ocho años, como un legislador más del Estado de Illinois, ni siquiera estaba invitado a la Convención Demócrata y tuvo que pagarse el billete de avión a Los Ángeles para hacer acto de presencia. El pasado 25 de agosto, en cambio, más de 50.000 personas llenaron el Pepsi Center de Denver para respaldar oficialmente su liderazgo al frente del partido después de imponerse a Hillary Clinton, con todo lo que eso representa para un país donde la palabra Clinton es toda imagen de marca. Pero más importante ha sido transformar su candidatura a presidente en un movimiento demócrata nuevo, más fresco, que le convierte en la nueva estrella del partido.

Reportaje suplemento Domingo: Cuando Obama era Barack

El primer candidato negro al sillón de la Casa Blanca dentro de una de las dos grandes formaciones políticas del país tiene en su color el primer caballo de batalla. ¿Está preparado EE UU para un presidente negro? Es la pregunta que más se han formulado analistas y ciudadanos desde que irrumpió en la carrera presidencial. A la espera de que el próximo 4 de noviembre se tenga la respuesta, lo único cierto es que Obama es un auténtico outsider, un forastero en el mundo de las clásicas concepciones estadounidenses, que se caracteriza por una nueva forma de hacer política sin presentar, entre otras cosas, el perfil activista todavía demandado por parte de la comunidad negra, que desde algunos sectores tradicionales le han acusado por no preocuparse de los problemas de la raza. Pero Obama, que asegura sentirse orgulloso de ser afroamericano sin que eso le suponga una limitación, forma parte de otra generación. Demasiado joven para haber sufrido la segregación, el candidato demócrata ha prosperado en instituciones blancas mientras fomentaba un discurso conciliador y tecnócrata lejos de la confrontación.

Esta dicotomía se recoge en su propia biografía personal. Hijo de un padre keniano y madre estadounidense, Barack Husseim Obama (en honor a su abuelo musulmán) nació en Hawai, donde pasó su infancia antes de irse a Indonesia durante una temporada. Estudió en un colegio privado en Honolulu, luego se graduó en Ciencia Política en la Universidad de Columbia y en Derecho en Harvard. Su vida estuvo alejada de las bases negras, pero no de las preocupaciones sociales. Durante años en Chicago participó en organizaciones de defensa de los derechos civiles o de asistencia social, hasta que fue elegido senador por Illinois en 1996. Fue el comienzo de una carrera política exitosa que le llevó a convertirse en senador nacional en 2005, el único afroamericano actualmente miembro de la Cámara Alta y el tercero en la historia del país por elección popular.

Sin embargo, un año antes ya empezó a enamorar a los demócratas cuando John Kerry le invitó a dar un discurso en la Convección Nacional de Boston. El entonces candidato a la Casa Blanca había hecho campaña con Obama en Chicago y sabía de su verbo fácil, pero fueron muchos los que se quedaron prendados con su discurso entusiasta y esperanzador, caracterizado por un ritmo y resonancias en las citas que recordaban al predicador Martin Luther King Jr. Pocos conocían al senador de Illinois y los más atrevidos apuntaron que se convertiría en una figura importante dentro del Partido Demócrata. Lo que nadie esperaba era el fenómeno que traía detrás el nombre de Obama, que presentó su candidatura presidencial en febrero de 2007 y la fraguó en la periferia de los círculos de poder. Barack Obama derrotó en las primarias a la maquinaria política de los Clinton y recabó una amplia lista de apoyos en su partido y en el mundo de las celebridades del cine, la televisión y la música.

"Yes, we can (Sí, podemos)", es su eslogan mundialmente conocido. Después de ocho años de Administración Bush, el Partido Demócrata necesita más que nunca una victoria en las elecciones presidenciales. ¿Pero puede Obama, el hombre que tiene colgado en su despacho retratos de Abraham Lincoln, Gandhi y Martin Luther King Jr., despertar la misma ilusión en el resto de EE UU? Él, al menos, ya se postuló en el arranque de su carrera presidencial, el día del comienzo de las primarias, en el Estado de Iowa, cuando afirmó: "Confío en que la gente vote según sus sueños, no según sus miedos". Cruzar esa frontera que propone Obama es también el reto que tienen por delante los electores estadounidenses.

El candidato demócrata, Barack Obama.
El candidato demócrata, Barack Obama.REUTERS

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