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Reportaje:

Luz gentil para el 'shabat'

Un apagón dejó a oscuras la ciudad israelí de Ashkelón años atrás, bajo el Gobierno de Ariel Sharon. Entonces, un alto cargo del Ministerio de Infraestructuras ordenó trasladar a una central eléctrica la maquinaria pesada necesaria para reparar la avería. Así se hizo. Nada anormal, en principio. Y nada más habría sucedido si no hubieran entrado en juego los poderosos partidos ultraortodoxos judíos, que montaron en cólera. ¿Por qué? Porque todo esto ocurrió entre el anochecer del viernes y la caída del sol de un sábado. El citado funcionario violó el precepto de no trabajar en shabat. Además, claro está, la maquinaria tuvo que ser trasladada en un camión: otra infracción a las leyes religiosas referentes al día sagrado de los judíos. Políticos fundamentalistas amenazaron con abandonar el Ejecutivo si no era cesado fulminantemente. Efectivamente, el funcionario dimitió.

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Los observantes religiosos más fanáticos no se fían de su Gobierno. Y en Jerusalén, Bet Shemesh o Bnei Brak, feudos ultraortodoxos, proliferan los generadores. Los ponen en marcha antes de que comience el shabat, a una hora distinta en cada ciudad que publica la prensa cada viernes. Y así se aseguran de que la energía que llegará a sus casas no está siendo producida en ninguna instalación manejada por un judío en la jornada santa. Este empleo de los generadores, además de prohibido, acarrea riesgos. El peligro no importa a quienes estiman que la Torá (el libro sagrado) está por encima de todo.

Pero como para casi todo hay remedio, y los rabinos son expertos en adivinar vericuetos que a veces permiten acomodar los estrictos mandamientos de la Torá a la modernidad, ya se ha hallado una solución. Un grupo de rabinos autorizó recientemente a sus leales seguidores a utilizar la luz de la Compañía Eléctrica Israelí (CEI) si los empleados que trabajan en la central eléctrica no son judíos. Por ello, el ministro de Infraestructuras, Benjamín Ben Eliezer, anunció el viernes, por la mañana, por supuesto, que la empresa pública contratará a 150 gentiles para que operen en shabat. Y asunto arreglado.

Aunque solucionado a un alto precio: la medida costará a las arcas públicas 40 millones de euros, y además conllevará un alza de la tarifa eléctrica, que pagará toda persona que viva en Israel, sea cristiano, musulmán, judío laico o ateo. No es de extrañar que muchos israelíes echen pestes de la infinidad de grupos ultraortodoxos y expresen su hartazgo por las amenazas y las imposiciones a un Estado que se pliega a las innumerables exigencias de los fundamentalistas judíos, cada día más numerosos debido a sus abultadas proles. Como ha explicado el ex presidente del Parlamento y de la Agencia Judía, Avraham Burg, de seguir así, el Estado de Israel va por muy mal camino. "Se ha dejado", afirma Burg, "la regulación de la vida civil a los rabinos, y la conflictiva cuestión territorial a los colonos extremistas". Y lo dice alguien que luce siempre kipá, el símbolo del judío que se considera religioso.

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