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Jerusalén, sellada para el entierro de un rabino

Ayer, primer día de la festividad del Sukot -la fiesta religiosa judía que conmemora los 40 años que los judíos pasaron vagando por el desierto del Sinaí antes de llegar a la tierra prometida-, falleció a los 96 años el rabino Avraham Shapira, un líder carismático al que veneraban a ciegas sus fieles, que hoy han atravesado la ciudad de Jerusalén hasta su entierro en el Monte de los Olivos. Shapira fue gran rabino de Israel entre 1983 y 1993, y hasta su muerte presidente de una prestigiosa yeshiva (escuela religiosa). Cuando abandonó el cargo, sus opiniones extremistas siguieron teniendo indudable peso entre los radicales judíos. Pero también entre quienes se consideran alejados del mundo religioso. El primer ministro, Ehud Olmert, ha asistido al funeral.

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Shapira era uno de los líderes de los religiosos sionistas, opuestos a los judíos antisionistas, que sólo conciben la formación del Estado de Israel con el advenimiento del Mesías. En 1993 se opuso a los Acuerdos de Oslo. "La entrega de territorios (ocupados), aunque sea mediante un acuerdo de paz, es contraria a las leyes judías", afirmó. Partidario del Gran Israel, Shapira se opuso fervientemente a la evacuación de los colonos de Gaza decidida por Ariel Sharon y ejecutada en agosto de 2005. Hoy podía observarse a muchos de los dolientes portar las cintas naranjas que simbolizaron la oposición al desmantelamiento de las colonias de la franja.

Como hoy, además, es el tercer viernes de Ramadán, la Ciudad Santa ha estado literalmente tomada por la policía. Habitualmente, se despliegan unos 3.000 agentes, aunque sólo los hombres musulmanes mayores de 45 años y las mujeres por encima de los 30 tengan permitido el acceso a la Explanada de las Mezquitas. Este viernes han sido 4.000. Docenas de calles han sido cortadas para que los 25.000 ultraortodoxos, apenas un puñado de mujeres entre ellos, caminaran a sus anchas, especialmente vigiladas las vías que daban acceso a los barrios árabes, bloqueadas por policías para impedir el paso a los vecinos palestinos. Incluso la carretera de entrada a Jerusalén ha sido cortada para permitir la larga procesión bajo un sol aún abrasador. A las puertas de los lugares de peregrinaje cristianos en el Monte de los Olivos, los soldados montaban guardia e impedían el acceso.

Pasadas las dos de la tarde, cuando el sepelio estaba cercano a concluir, un sacerdote parecía también en guardia a la entrada de uno de los lugares venerados por los cristianos. No escondía su indignación, ni algunas palabras demasiado gruesas para ser publicadas, después de encararse con alguno de los asistentes al entierro. "Varios de ellos", ha explicado a este diario, "han escupido cuando pasaban delante de mí. Los policías no hacen nada. Son tan fanáticos como los ultraortodoxos".

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