El quinto jinete del apocalipsis
Con esta guerra iba a desencadenarse la crisis del petróleo. Empezó el Día del Perdón de los judíos, el Yom Kippur, que luego dio nombre a la conflagración. Israel empezó mal, muy mal, hasta el punto de que su Estado mayor especuló con la utilización del arma nuclear. Faltaban todavía quince días para que terminara pero MVM escribió una columna clásica, propia de un excelente comentarista de internacional.
Del alfiler al elefante
Por MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN
Gran Bretaña ha anunciado que prepara cupones para el caso en que se vea obligada a racionar gasoil y gasolina. Paralelamente a esta noticia llegan otras que evidencian un cierto pánico europeo ante la posibilidad de que el conflicto de Oriente Medio se prolongue y afecte al suministro de petróleo. Una disminución de ese suministro no sólo significa una crisis del “fin de semana” para los propietarios de seiscientos, sino una posibilidad de graves parálisis industriales y de precariedad en el tráfico comercial. Empieza a especularse sobre la posibilidad de que escaseen incluso los alimentos como consecuencia del asma del transporte en carretera por culpa de la escasez de gasolina.
En vano, los Gobiernos hacen declaraciones sobre las reservas de energía de que disponen. La conciencia pública especula con el catastrofismo y se predispone a lo peor. Las gentes que han vivido las guerras europeas de estos últimos cuarenta años se plantean incluso la necesidad de almacenar alimentos. Y eso a los seis días de la guerra árabe-israelí, cuando no están dichas ni hechas las palabras y las acciones más graves. Es como si Europa realizara un fantasmagórico ejercicio táctico-mental de ensayo general de catástrofe. Los hechos explican con su evidencia una prodigiosa lección de interrelación mundial. El suspiro de un millón de chinos en Cantón llega a Londres en forma de corriente de aire y propaga la gripe. El pleito histórico entre árabes y egipcios puede colocar a las superpotencias industriales ante la necesidad de intervenir en la zona y cortar por lo sano un conflicto que amenaza a su propia supervivencia.
La escasez de energía se convierte así en el quinto jinete del Apocalipsis. Un jinete que ha existido desde el inicio de la revolución industrial, pero que sólo ahora ha adquirido una talla equivalente a la del hambre o la muerte. La escasez de energía puede paralizar un sistema y la parálisis del sistema puede romper toda clase de pactos sociales, explícitos o implícitos. A mayor desarrollo industrial, más grave perspectiva. Tanto los países árabes como Israel guerrean con esta consideración entre ceja y ceja. Los bombardeos practicados por Israel contra depósitos de petróleo han sonado como una advertencia dirigida a las grandes potencias.
Todo conduce a la evidencia de que el conflicto sigue controlado a distancia, tanto en la forma como en el fondo, por las grandes potencias. Israel se prepara a recibir de Estados Unidos las primeras reposiciones de armamento y utillaje perdido en los primeros días de lucha. Los árabes mantienen un puente aéreo con la URSS que cumple el mismo objetivo. En las discusiones entre Breznev y Nixon en Estados Unidos se debatió incluso el tipo de artillería que podían vender a los bandos en litigio sin llegar a la frontera de lo inaceptable. Pero pocas guerras terminan según lo calculado, y los cambios más profundos del siglo XX, desde la revolución soviética hasta la china, han sido consecuencia de resultados imprevisibles de guerras que comenzaron muy controladas. De todos los resultados imprevisibles de la actual guerra árabe-israelí, el menos aceptable por las potencias occidentales es el del corte del suministro del petróleo.
Pero no sólo por las potencias occidentales, sino por la mismísima URSS, consciente de que tal corte pondría en el disparadero de la supervivencia a todo el sistema capitalista, y especialmente a las superpotencias europeas que dependen del petróleo de Oriente Medio incluso en mayor medida que Estados Unidos. Así se explica el ligero proarabismo de Francia a pesar de la influencia aplastante que el capital judío-francés tiene en la vida nacional. Así se explica el reforzamiento de los lazos entre Londres y Jordania, a pesar de que Gran Bretaña fue históricamente la madre del cordero israelí y de su función de cuña en el subsuelo de Oriente Medio. Vamos a asistir a una decidida presión internacional para detener la guerra. Si esa presión no consigue sus propósitos, habrá motivos para alarmarse seriamente. Muy seriamente.
12 de octubre de 1973. Tele/eXpres
A Manuel Vázquez Montalbán, primera entrada del blog (21 de abril)
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