El Oscar por la culata
No fue a Hollywood a quien le salió el Oscar por la culata con la concesión de la estatuilla a Marlon Brando, como nos dice MVM. Fue al régimen franquista. Luis Buñuel fue este año el primer director de cine español galardonado con un Oscar, aunque la película, “El discreto encanto de la burguesía”, era de producción francesa. Quedó sin galardón otra película española, “Mi querida señorita” de Jaime de Armiñán”. Éste es un ejemplo redondo de columna elíptica y contundente, dedicada, como muchas otras de Manolo, a la estupidez de los señores censores
Del alfiler al elefante
Por MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN
Declaraba hace unos meses Marlon Brando que veía con buenos ojos el compromiso político del actor. Brando llegó al cine en unos años difíciles para el compromiso político de los actores. Bogart, John Garfield, Errol Flynn habían sido los actores comprometidos por excelencia de los años cuarenta y padecieron las sacudidas de la caza de brujas desencadenada por el senador Joseph McCarthy en el apogeo de la guerra fría. El mundo de Hollywood sufrió duros garrotazos del reaccionario senador y los sufrió con escasa dignidad. Bogart dijo que había sido engañado y que nunca se enfrentaría a su patria. Elia Kazan pagó de su bolsillo un anuncio periodístico en el que denunciaba a sus amigos políticos de antaño. Edgard Dymitrik hizo en la cárcel una espectacular conversión ideológica que ha tenido todo su cine posterior. Los actores juguetones con la política olvidaron sus juegos prohibidos. Orson Welles tuvo palabras durísimas para tanta deserción: “Comprendo al militante de la resistencia que delata a sus camaradas porque le amenazan con quitarle la vida o con represalias contra su mujer y sus hijos. No comprendo a las gentes de Hollywood que delataron para conservar sus piscinas”.
Brando es un actor de los años cincuenta, cuando el esplendor “progre” de Hollywood se concretaba en las cabezas de Kirk Douglas o Burt Lancaster y los mejores directores o guionistas habían escapado a la marginación laboral refugiándose en la industria cinematográfica europea. Brando ha sido siempre un actor preocupado por los problemas de su país y su tiempo, pero preocupado de una manera brandiana, siempre interpretando el papel de Brando. Pocas veces se le ha visto solidarizado con movimientos amplios de masas, quizá porque los movimientos excesivamente masivos podían ocultar su presencia individual. Pero nadie puede negarle frecuentes irrupciones de francotirador.
Lo indudable es que la renuncia de Brando llega en un momento políticamente oportuno y que favorece objetivamente la causa de las minorías indias, en lucha por un final menos patético que el que se les había reservado en la gran película de su extinción. La concesión de los Oscar de este año respira inquietud por todos los lados. Las películas más galardonadas como Cabaret o El Padrino no son películas tranquilizantes. El triunfo de Buñuel premia la obra de un viejo luchador en defensa de causas elementales. E incluso sobre la peana donde entregan el Oscar al star system, Brando ha arrojado la lanza india del desafío, mientras él ha permanecido oculto con el rostro marcado por la pintura de guerra.
¿Publicidad de Brando? Es posible. Pero también publicidad de un problema humano que ha permanecido durante un siglo sometido a la ley del silencio o de la mixtificación. Mixtificación a la que ha contribuido poderosamente la misma industria a la que ayer le salió el Oscar por la culata.
28 de marzo de 1973. Tele/eXpres
A Manuel Vázquez Montalbán, primera entrada del blog (21 de abril)
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