Los imprevisibles contra Europa
Los países serios se caracterizan por la estabilidad de sus políticas de Estado. Cambian los gobiernos, pero no cambian las grandes líneas de sus intereses nacionales, su política exterior o de defensa. Un país serio es previsible. Sus socios y amigos saben qué es lo que pueden esperar de él, conocen sus intereses nacionales y pueden entrar en negociaciones perfectamente razonables, por difíciles y duras que sean, con final feliz asegurado. Un grupo de países previsibles bien organizados puede llegar lejísimos, como demuestra la existencia de la Unión Europea y del euro.
La cumbre de Bruselas que empezó ayer por la tarde y todos sus preparativos demuestran que la UE está trabada, quien sabe si hasta la parálisis total y la muerte, por la acción de dos países imprevisibles. Del que más recientemente ha llegado a la UE hay que decir que su actitud es comprensible. Polonia es un país cuya propia existencia parece un milagro, si se tiene en cuenta lo que la historia ha hecho con ella a lo largo de los siglos, y sobre todo, lo que han hecho con ella sus dos grandes vecinos, Rusia y Alemania, siempre dispuestos a ponerse de acuerdo para hacerle la cama cuando no liquidarla. Polonia y Alemania deberían establecer una relación tan estrecha como la que tienen Francia y Alemania: su enemistad tiene profundas raíces y sólo puede resolverse a base de mucho esfuerzo y mucha acción en común .
Que Polonia es un país altamente imprevisible lo demuestra su cambio de posición respecto a la Constitución Europea, pero en ello no va más lejos que el Reino Unido. Ambos mandaron a los máximos representantes del ejecutivo a Roma el 29 de octubre de 2004 para rubricar solemnemente un Tratado Constitucional que se han dedicado a minar en cuanto holandeses y franceses lo rechazaron en referéndum. Donde Polonia demuestra su escasa fiabilidad es en los argumentos y eslóganes utilizados. El dilema entre la raíz cuadrada y la muerte es realmente cómico. ¿Por qué hay que obtener el peso en votos en la UE de la raíz cuadrado de la población y no de la raíz cúbica o de la raíz dividida por dos? Lo peor es argumentar con la población que falta en Polonia como resultado de la Segunda Guerra Mundial. Seriamos 66 millones, dicen los Kascinski. Todo conduce a que Polonia aparezca como un país lunático, aislado y sin amigos y con una imagen, la de los gemelos y sus políticas populistas cuando no de extrema derecha, realmente penosa.
Pero la verdad es que peor que Polonia es el Reino Unido. Que Polonia no fuera previsible, que Varsovia se fíe más de Washington que de Bruselas, y no digamos ya de Berlín, todo es muy explicable. Lo es menos que el Foreign Office, con nocturnidad y alevosía, haya desplegado una ofensiva contra la política exterior de la UE este pasado fin de semana, de improviso, sin avisar, haciendo un quiebro a su actitud ante la reforma del Tratado. Ya aparecía como un país poco previsible después de la promesa de dos refrendos, uno para el euro y otro para la Constitución, que nunca fueron ni siquiera programados. Pero ahora sólo faltaba esta nueva finta, que ha dejado descolocados a todos. Si tenían algún sentido la actual etapa y la reforma de los tratados se la daban la eventualidad y la necesidad de que la UE consiga al fin ser un agente activo y sólido en la escena internacional. Está visto que Londres lo único que quiere es que seamos todos monaguillos de Washington, donde debe fabricarse y gestionarse según su criterio la política exterior europea.
Es posible que este súbito cambio sea fruto del relevo en el número 10 de Downing Street. Es decir, que el Foreign Office haya aprovechado el vacío entre Blair y Gordon Brown para salir con la reacción corporativa de los artífices diarios de la política exterior británica. También es posible que exista una cierta sintonía de quienes han lanzado esta ofensiva con Gordon Brwon. Y en cualquiera de los casos significa echar una mancha última sobre la trayectoria de Blair –el ‘premier’ quizás más europeísta de cuantos haya habido- justo en el momento en que se va. Le descalifica y debilita a la hora de ocupar la presidencia del Consejo de la UE que le ofrece Sarkozy y, eso sí, le lanza en brazos de Bush para que ocupe quizás el cargo de enviado especial del cuarteto para Oriente Próximo. Si triunfan esas tesis, la UE que va a dejar detrás ya no valdrá la pena y requerirá empezar de nuevo, casi desde cero. Esperemos que no ocurra y que por el contrario hoy consigan los 27 en Bruselas sacar a la UE del barranco y ponerla de nuevo en marcha.
Comentarios
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.