Vigilia en Colón
Más de 2.000 personas se congregan en la Plaza de Colón de Madrid para despedir entre cánticos a Juan Pablo II
A las 4.00 ha dejado de sonar la música y sólo quedan un par de cientos de personas, a las que ni los nueve grados ni la llovizna que cae sobre Madrid logran dispersar. Pero a las 23.00 llegaron a ser 2.000 los congregados, en su mayoría jóvenes y algunos de sus padres, que han querido con su presencia despedir al Papa Juan Pablo II. El lugar de peregrinaje es la Plaza de Colon de Madrid, el mismo donde Karol Wojtyla ofició una multitudinaria misa con la que cerró su quinta y última visita a España, en mayo de 2003.
En contra de lo que podría imaginarse, no se trata de un adiós triste sino festivo. Una docena de chicos, armados con guitarras y timbales, ocupa el centro de la reunión y repasa de arriba a abajo el cancionero dominical. A su alrededor, un corro canta y baila sin pausa. Entre ellos, se encuentran María, Mª Pilar e Izaskun, de entre 18 y 21 años. "He venido aquí para decir adiós al Papa de los jóvenes", dice la primera, a lo que Mª Pilar añade que recibió dos mensajes a su móvil. Uno decía "El Papa necesita tu oración. Plaza de Colón. pásalo" y el otro "Cuando muera el Papa, a Colón. Aquí se despidió de nosotros y aquí le rendiremos homenaje". Las tres pertenecen al Camino Neocatecumenal y explican que a unas horas antes "no se cabía" en la plaza.
Afirman que esta reunión espontánea es "la respuesta a las últimas palabras del Papa", en referencia al mensaje a los jóvenes que sus colaboradores difundieron el sábado y que decía "os he buscado y ahora habéis venido hacia mi. Os lo agradezco". A la pregunta de por qué el tono festivo de la vigilia, subrayan con una intensa convicción y una sonrisa sincera en el rostro: "Él dijo antes de morir que estaba feliz y que quería que estuviéramos felices por él". En su opinión, Juan Pablo II "es un santo" que "ha pasado a una vida mejor".
"Los judíos también lloran su muerte"
Diego García, de 17 años, se vino a la plaza nada más salir del trabajo y ahora guarda en la funda su guitarra. No entiende por qué se puede extrañar nadie de que despidan a un fallecido con alegría: "El Papa ha querido que estuviéramos con él, cantándole y rezándole. Estamos contentos porque ya está con Dios". Junto a una farola, Carlos y Reyes ondean una bandera de México. "Estamos aquí para dar testimonio de nuestro dolor por el fallecimiento del Papa y de nuestra unidad con la Iglesia", explica Carlos, estudiante mexicano como su mujer, que sentencia que "la fe se manifiesta en obras".
Algo más mayores que el resto, ya en la treintena, María, Julián y José Manuel conversan momentos antes de abandonar el improvisado velatorio. Este grupo acierta a explicar mejor el sentimiento dual que embarga a los reunidos: "Como personas nos duele la muerte de cualquier ser humano, pero como creyentes tenemos fe y esperanza en la resurrección". Mientras se retiran algunos grupos con pancartas en las que puede leerse "Viva el Papa" y "Ésta es la juventud del papa", otros guardan en sus mochilas las imágenes de Juan Pablo II que habían presidido el encuentro.
Alguien ha acordonado la plaza, reproducción a pequeña escala de lo que ocurre a la misma hora en la plaza de San Pedro del Vaticano, con cintas blancas y amarillas, la bandera de la ciudad-estado. Alguien ha colocado un cuadro de la Virgen Negra de Czestochowa, la virgen polaca que el Papa tenía una gran devoción, a los pies de la estatua de Colón, que se ha convertido en un altar, rodeado de numerosas velas encendidas. Allí, varias personas rezan y lloran en solitario, lejos del bullicio del centro de la plaza. Rosalía, de 34 años, Juan Miguel, de 30, y Conchi, explican que este lugar "es un símbolo" para los católicos españoles. "Al Papa le tengo un cariño tremendo. Hay que dar gracias a Dios por haber tenido a un santo como éste". Otra amiga defiende que se haya expuesto al Papa a la opinión pública durante su lenta agonía. "Juan Pablo II estaba dando testimonio del sufrimiento. ¿Por qué hay que esconder el dolor, por qué no queremos ver lo que no nos gusta?"
Entonces entra en la conversación Federico, de 19 años, que estaba sentado solo y en silencio mirando las velas. "Los judíos también lloran la muerte del Papa". Él, a pesar de no ser católico, afirma sentirse "identificado con sus sentimientos, con lo que defendía y representaba". Para Federico, Juan Pablo II será recordado porque abrió el diálogo entre judíos y católicos. Rosalía le recordará por "su poder de convocatoria con los jóvenes", Conchi afirma que "era distinto a todos los anteriores" y Juan Miguel destaca su capacidad de perdón: "Perdonó incluso a Alí Agca [el turco que intentó asesinarle en mayo de 1981]". Mientras tanto, continúan allí varias patrullas de la policía, que han intervenido en ningún momento, y varia ambulancias del Samur. Varias personas buscan taxi de regreso a casa un sábado por la noche, ajenas a todo sentimiento.
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