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Rumsfeld visita Irak en medio de una brutal espiral de violencia

Al menos 22 muertos por la explosión de un coche bomba en un mezquita y un ataque contra una panadería

El secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, ha advertido hoy en Irak de que "son los iraquíes" quienes deben garantizar su seguridad. Esta declaración se ha producido en una jornada en que la insurgencia suní ha vuelto a golpear con fuerza a la mayoría chií. Al menos 22 iraquíes han muerto por la explosión de un coche bomba en un mezquita y un ataque contra una panadería. Los enfrentamientos entre policías y rebeldes, por otro lado, se han saldado con 30 muertos.

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"Es su país. Son los iraquíes quienes tienen la obligación" de derrotar a los rebeldes, ha señalado Rumsfeld en Mosul, en el norte de Irak, en una arenga a las tropas estadounidenses para que ayuden a las nuevas fuerzas de seguridad locales en el logro de ese objetivo. El responsable del Pentágono no ha escatimado elogios a las fuerzas de seguridad iraquíes, a las que luego ha pasado revista en Bagdad, en el primer viaje de un miembros del Gobierno estadounidense tras las elecciones del 30 de enero. "No hay duda de que su formación ha mejorado", ha subrayado antes de condecorar a algunos miembros del nuevo Ejercito iraquí, junto a varios soldados de EE UU.

Rumsfeld ha reiterado que las tropas de EE UU no saldrán de Irak hasta que las fuerzas locales garanticen la seguridad en el país, pero es la primera vez en que responsabiliza a los nuevos cuerpos de orden iraquíes de la derrota de la insurgencia. La visita ha tenido lugar después de que el Gobierno interino haya multiplicado desde los pasados comicios sus declaraciones sobre una eventual reducción de las tropas extranjeras. Según el ministro de Interior, Falah Al Naqib, esas tropas podrían reducir sus efectivos a fines de año antes de una retirada de Irak en un plazo mínimo de 18 meses, cuando confía en que las fuerzas iraquíes puedan tomar el control completo de la seguridad.

20 policías secuestrados

Sin embargo, la visita de Rumsfeld ha coincidido con la peor escalada de violencia desde la celebración de las elecciones y que ha tenido precisamente como objetivo las fuerzas de seguridad, además de la comunidad chií. Este hecho no induce al optimismo. Casi al mismo tiempo que el secretario de Defensa aterrizaba en el país, nueve civiles morían en un ataque insurgente contra una panadería chií del este de Bagdad. Fuentes chiíes han anunciado poco después que uno de los representantes en Bagdad del ayatolá Ali Sistani, máxima autoridad religiosa de esa comunidad, ha resultado herido en un intento de asesinato por insurgentes.

Al menos 13 personas han muerto al mediodía por la explosión de un coche bomba en una mezquita chií en la localidad de Balad Ruz, al noreste de Bagdad y donde el estallido ha provocado más de 50 heridos, algunos de ellos graves. Y, a la caída de la tarde, se ha anunciado el secuestro de 20 policías, muchos de ellos heridos, en un ataque contra un hospital al sur de Bagdad. Según fuentes policiales, la captura se ha producido en la localidad de Salman Pak y la mayoría de los secuestrados convalecían en el centro médico de las heridas que habían sufrido en los combates que la policía libró ayer contra grupos insurgentes en la localidad.

Las mismas fuentes han precisado que hombres enmascarados acordaron la zona antes de irrumpir en el hospital, amenazar a las víctimas a punta de pistola y llevarlas a un lugar desconocido. Más de 30 personas, al menos diez de ellas policías, murieron en los combates que tuvieron anoche por escenario Salman Pak, que habían dejado medio centenar de heridos. Las víctimas mortales de Salman Pak elevaron ya ayer a 65 el numero de muertos en los enfrentamientos y ataques registrados el jueves en diferentes puntos de Irak, en la jornada más sangrienta desde la celebración hace doce días de los comicios, primeros tras la caída en abril de 2003 del régimen de Sadam Husein.

Donald Rumsfeld y el primer ministro iraquí, Ayad Alaui, salen de su oficina en Bagdad tras entrevistarse.
Donald Rumsfeld y el primer ministro iraquí, Ayad Alaui, salen de su oficina en Bagdad tras entrevistarse.AP

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