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LA CASA DE ENFRENTE
Columna
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Soy mística y me da vergüenza tener novio

Una mujer de este tiempo debe preguntarse por su misticismo y por si le da pudor estar emparejada

Rosalia
Nuria Labari

Según la tendencia social, a saber, esa mezcla de música, libros, pódcasts, reels de Instagram, vídeos de TikTok, videoclips, artículos de opinión, series y portadas de suplementos hay dos cosas que una mujer de mi tiempo debería preguntarse: si es o no mística y si le da vergüenza o no tener novio. Mi respuesta es un sí en ambos casos. Sí, deseo ser mística (y admiro a todas las que lo son y han sido) y, sí, me da vergüenza tener novio (marido, en mi caso, que es peor). Y añado, además, que ambas cosas están relacionadas y que son fundamentales, conscientemente o no, en la construcción de la identidad de una mujer de este siglo.

Misticismo viene de misterio y significa tener una experiencia directa del misterio de la vida, es decir, no filtrada por ningún tipo de conocimiento ni dogma ni creencia ni religión. La mística es pues esa que ve de golpe algo que existe y que estaba oculto en la superficie de las cosas. Y claro, la posibilidad de una conexión directa con lo absoluto es algo que mola, seas religiosa o no. Normal que sea tendencia.

Ahora bien, por mucho que hablemos de misticismo, la experiencia mística nunca podrá convertirse en moda. Porque la mística mantiene, por definición, una distancia importante con la convención y con sus normas (o modas). La mística va por libre y por eso tiene un punto punk dentro de cualquier organización, como Teresa de Jesús en la Iglesia o Rosalía en la industria musical. ¿Pero es siempre Dios lo que se revela? No lo creo. Por ejemplo, gran parte del feminismo actual tiene componentes místicos, porque supone la revelación de que existe una realidad heteropatriarcal que atraviesa (como Dios) todas las esferas de la vida: lo social, lo afectivo, lo psicológico; la propia carne, el deseo… Una realidad trascendente que hay quien ha visto y quien no verá por mucho que se la expliquen.

En este punto es importante subrayar que la evangelización no tiene nada que ver con el misticismo. La mística no intenta encajar ni convencer. Como la música de Rosalía, que no viene con una fórmula debajo del brazo y precisamente por eso hay tantas interpretaciones sobre ella. Si tú has visto que otras relaciones no son posibles, que otra forma de producir no es posible, que otra forma de criar no es posible, que otra forma de educar no es posible… Si lo has visto de golpe, no si te lo han contado o si lo has leído, digo si te ha atravesado la carne golpe a golpe hasta la revelación final, estás del lado del misticismo. Y si eres mujer tienes muchas papeletas.

¿Y esa repentina vergüenza de algunas de tener novio? ¿Tiene que ver con el celibato voluntario de Rosalía? Pues un sí. Porque ya no se trata de no conseguir lo que queremos (la pareja), sino de saber que si lo consigues puede que sea peor para ti. Es como si estuvieras en una carrera que ya no quieres terminar porque has dejado de creer en ella. Así que dejas de correr. ¿Puede llegar el amor? Eso la mística no lo sabe, pero no es aquel por el que estaba perdiendo el culo. Y de ahí nace la vergüenza, no del novio en cuestión, sino de saberte en la carrera equivocada. Y no hace falta ser mística para sentir esa vergüenza. La música la llevábamos dentro y ahora que Rosalía ha subido el volumen solo nos queda bailar.

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Sobre la firma

Nuria Labari
Es periodista y escritora. Ha trabajado en 'El Mundo', 'Marie Clarie' y el grupo Mediaset. Ha publicado 'Cosas que brillan cuando están rotas' (Círculo de Tiza), 'La mejor madre del mundo' y 'El último hombre blanco' (Literatura Random House). Con 'Los borrachos de mi vida' ganó el Premio de Narrativa de Caja Madrid en 2007.
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