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ENSAYOS DE PERSUASIÓN
Columna
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El mundo gira hacia una derecha apache, hiperbólica. ¿Dónde están los conservadores?

Los Tocqueville, Churchill, Reagan o Thatcher son barridos hoy por la furia del trumpismo

Políticos conservadores
La primera ministra británica Margaret Thatcher y el presidente de EE UU Ronald Reagan, en una foto de 1981.Bettmann / Getty Images
Joaquín Estefanía

El debate público está, sobre todo, en la socialdemocracia. Se la opera a corazón abierto: ha muerto porque ha cumplido sus últimos objetivos; se ha suicidado porque ha pactado con partidos muy distintos a ella, casi siempre de su izquierda; o todo lo contrario, la “tercera vía” desnaturalizó su identidad y sus representantes han devenido en social-liberales. Y también, su incapacidad para dar una respuesta propia a la Gran Recesión y al austericidio están en el origen de su decadencia y de los problemas que padece el mundo actual.

Se disimula más lo que sucede en el glacis de la derecha conservadora y liberal. No tiene tantos auscultadores. ¿Dónde están los conservadores de siempre, aquellos que lograron llegar a un pacto social con sus oponentes ideológicos que dio lugar a la Europa unida y a la mejor utopía factible de la humanidad, el Estado de bienestar? El mundo gira hacia una derecha apache, hiperbólica, hosca, extremosa, que se hace hegemónica poco a poco. Desde luego no aparecen los Clement Attlee, Willy Brandt, Helmut Schmidt, Bruno Kreisky…, pero ¿dónde están los Burke, Tocqueville, Aron, Revel, incluso los Kristol, este último padrino del neconservadurismo de anteayer? No digamos los Churchill. Incluso Reagan, Thatcher y Juan Pablo II son barridos hoy por la furia de un trumpismo que está presente en muchos países, incluido el nuestro. Dónde están en España los sucesores de los Herrero de Miñón, Miquel Roca, Lavilla, Ortega y Díaz Ambrona y tantos otros. Salen algunos —pocos— nombres, pero es mejor no ponerlos en un brete. Tesis: la polarización agresiva y furiosa se debe más al hecho de que la derecha se ha ido al monte que al de que la socialdemocracia haya dejado de ser un proyecto autónomo. No hay equidistancia en el grado de mutación.

La Fundación Alternativas acaba de publicar su Informe sobre la democracia en España (IDE) correspondiente a 2023, que se titula muy explícitamente La renuncia al centro. Es una declaración de intenciones de sus contenidos: ahora estamos en la defensa de la democracia frente al cuestionamiento creciente de los derechos humanos básicos, el crecimiento de las desigualdades, el aumento del autoritarismo y el incremento del peso de los partidos de extrema derecha. Más que en la crepitación del eje izquierda / derecha.

En el IDE se muestra cómo los votantes de centro del año 2023 (recuerden, comicios generales, en 12 comunidades autónomas y ayuntamientos), aunque divididos, se inclinaron más bien hacia la derecha, prosiguiendo una tendencia bastante general en el mundo. El Gobierno liderado por Pedro Sánchez se dio cuenta antes que nadie de que para mantenerse había de cambiar en sus alianzas el citado y tradicional eje ideológico izquierda / derecha por el eje político territorial identitario. Los socialistas han perdido la mayoría en el centro del espacio político tradicional, pero conservan una posición mediana en el espacio de las preferencias sobre una mayor o menor descentralización. La derecha (PP) está canibalizada en buena parte, en este asunto, por la extrema derecha (Vox), lo que dificulta que tenga por sí misma una mayoría suficiente para gobernar en solitario. De ahí sus aullidos. Las campañas electorales se han desarrollado menos empeñadas en obtener el voto del centro que en el de los respectivos extremos.

Un dato muy significativo: en las últimos 10 comicios generales que ha habido en el mundo, todos los partidos que gobernaban han visto disminuir sus apoyos electorales, y en muchos casos han perdido el propio gobierno. Es la primera vez en décadas que se ha atravesado una crisis inflacionaria. Vinculemos ambos hechos: la inflación “disuelve gobiernos”, no solo disuelve el valor del dinero. No basta, como han hecho recientemente los demócratas americanos, con avisar de que vuelve el lobo fascista, sino reformas profundas que recuperen el poder adquisitivo perdido. Se trata de dotar de eficacia a la democracia para que no pierda apoyos. Y en ello siguen siendo imprescindibles socialdemócratas y conservadores.

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