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Ideas
Tribuna
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La estrategia contra Rusia

La filtración de un informe interno del Gobierno de Putin refleja que las sanciones están causando un daño a la economía rusa. La pérdida de acceso a la tecnología occidental ya está afectando al ejército invasor

Josep Borrell
El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en Kiev el pasado 15 de septiembre.
El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en Kiev el pasado 15 de septiembre.VALENTYN OGIRENKO (REUTERS)

La guerra de Rusia contra Ucrania ha entrado en una nueva fase. El Ejército ucranio está logrando avances espectaculares, liberando muchos pueblos y ciudades y obligando a las tropas rusas a retirarse. Aunque aún está por ver hasta dónde llegará la contraofensiva de Ucrania, ya está claro que el equilibrio estratégico sobre el terreno está cambiando.

Por otra parte, la Unión Europea se ha movilizado al completo para hacer frente a la crisis energética. Hemos llenado nuestras instalaciones de almacenamiento de gas por encima del 80% (mucho antes del plazo previsto del 1 de noviembre) y hemos acordado objetivos claros para reducir el consumo de gas a lo largo del invierno. Para ayudar a los consumidores y a las empresas vulnerables a hacer frente a las subidas de precios, seguimos adelante con propuestas como un impuesto sobre los beneficios extraordinarios de las empresas energéticas.

Además, en coordinación con el G-7 y otros socios afines, estamos debatiendo planes para establecer un tope al precio de las exportaciones de petróleo ruso. Y estamos ayudando a nuestros socios del sur global a afrontar las graves consecuencias de la brutal agresión rusa y la cínica instrumentalización de la energía y los alimentos.

En resumen: la estrategia general funciona y debemos seguir apoyando a Ucrania, presionando a Rusia con sanciones y ayudando a nuestros socios en todo el mundo con un espíritu de solidaridad.

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Los que se preguntan si las sanciones funcionan están cada vez menos seguros. En general, las sanciones tienen una doble función: advertir y coaccionar. La advertencia expresa nuestra oposición a la conducta de un Estado, que en este caso incluye violaciones del derecho internacional y ataques sin sentido contra civiles e infraestructuras civiles. Y aunque no estamos en guerra con Rusia, la coacción pretende obligarla a cambiar su comportamiento y a la vez desgastar sus medios económicos y tecnológicos para proseguir con la agresión.

La Unión Europea ha enviado una señal muy clara, y ha tomado la decisión histórica de poner fin a su dependencia de la energía rusa. El Kremlin ha incumplido sus contratos al reducir drásticamente los volúmenes de exportación de gas, desestabilizando de paso los mercados. Podría parecer que la capacidad de Rusia para mantener un chantaje semejante constituye uno de sus puntos fuertes, pero, a la larga, es una estrategia condenada al fracaso. Contrariamente a la creencia popular, Rusia no puede conseguir fácilmente sustitutos sostenibles para el mercado europeo, debido a que gran parte de su infraestructura de exportación de gas (oleoductos y terminales de gas natural licuado) está diseñada para Europa. Reorientar el suministro de gas hacia países como China llevará años y costará miles de millones de dólares.

Es cierto que Rusia se ha beneficiado de las recientes subidas de los precios del gas, pero eso no significa que las sanciones hayan fracasado. Más bien habrá que esperar a ver el impacto total de la decisión de Europa de poner fin a las importaciones de energía rusa. Hasta el momento, Europa solamente ha prohibido la importación de carbón ruso y ha reducido sus compras de petróleo ruso. Sin embargo, incluso en esto, las consecuencias han sido visibles.

Últimamente, los volúmenes de exportación del carbón ruso han caído a su nivel más bajo desde el inicio de la invasión, lo que refleja la incapacidad del Kremlin para encontrar otros compradores. Del mismo modo, desde que la UE anunció que reduciría sus importaciones de petróleo ruso en un 90% para finales de 2022, los precios del petróleo han bajado. Y los ingresos del Kremlin menguarán aún más si sigue reduciendo sus entregas de gas a Europa.

Como ha señalado la ministra alemana de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, es posible que Europa haya pagado en el pasado un bajo precio económico por el gas ruso, pero era porque estaba pagando con su seguridad. Rusia atacó a Ucrania porque estaba convencida de que la UE estaría demasiado dividida y dependería demasiado del gas ruso para emprender acciones. Pero el presidente ruso, Vladímir Putin, calculó mal.

Al reducir su dependencia de la energía rusa, Europa se libera de la vieja creencia de que la interdependencia económica reduce automáticamente las tensiones políticas. Puede que esto tuviera sentido hace 40 años, pero ciertamente no lo tiene hoy, cuando la interdependencia económica se ha convertido en un arma.

Sin embargo, la respuesta adecuada no es encerrarse. Seguimos necesitando una economía abierta, pero no debemos permitir la interdependencia sin resiliencia ni diversificación. Debemos tener en cuenta la identidad política de aquellos con los que comerciamos e interactuamos. De lo contrario, caeremos en la misma clase de trampa que Putin nos ha tendido durante 20 años.

Es evidente que las sanciones también han tenido un efecto coactivo. La pérdida del acceso a la tecnología occidental ha empezado a afectar al Ejército ruso, cuyos tanques, aviones, sistemas de telecomunicaciones y armas de precisión dependen también de componentes importados.

Es más, la filtración de un informe interno del Gobierno ruso advierte del daño prolongado a la economía nacional a causa de las restricciones a las importaciones. En lo que respecta a la agricultura, el 99% de la producción avícola depende de insumos importados. En la aviación, el 95% de los pasajeros rusos viajan en aviones fabricados en el extranjero; y ahora, la falta de piezas de repuesto está reduciendo la flota de la aviación comercial rusa. En cuanto al sector farmacéutico, el 80% de la producción nacional depende de materias primas importadas. Por último, en el ámbito de las comunicaciones y la tecnología de la información, Rusia podría quedarse sin tarjetas SIM de aquí a 2025, y otras partes de su sector de telecomunicaciones están experimentando un retroceso de muchos años. Recordemos que esta sombría evaluación procede de fuentes oficiales internas de Rusia.

¿Bastarán las sanciones por sí solas para derrotar al invasor? No, pero esa es la razón por la que además prestamos un apoyo económico y militar masivo a Ucrania y estamos trabajando para desplegar una misión europea de adiestramiento a fin de reforzar aún más las Fuerzas Armadas ucranias. La guerra no ha terminado, y al régimen de Putin aún le quedan algunos ases en la manga. Pero con la estrategia actual de Occidente, al Krem­lin le resultará prácticamente imposible cambiar las tornas. El tiempo y la historia están del lado de los ucranios, siempre y cuando nos ciñamos a nuestra estrategia.

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