Edith Hall: “A la gente le aterra quedarse sola con sus pensamientos”
La clasicista británica, referente en literatura griega antigua, nos acerca al pensamiento de Aristóteles, que planteó avanzar desde la felicidad individual para conseguir la felicidad colectiva
La pregunta de qué es la felicidad desvela a la humanidad desde el origen de la filosofía, pero la clasicista Edith Hall (Birmingham, 63 años) está convencida de que Aristóteles, su “amigo” desde que lo descubrió con 20 años, nos dejó la respuesta hace 2.400 años: no se trata de grandes principios, sino de “comprometerse con la textura de la vida”. Tras décadas como referente en literatura griega antigua e historia cultural, su pasión ahora es hacer los clásicos accesibles y demostrar que tienen la llave para desarrollar nuestro potencial. Rodeada de sus mascotas, el perro Finlay y el gato Satán, cuenta que fue un amigo quien la animó a escribir La senda de Aristóteles (Anagrama), tras haberle escuchado durante años que el filósofo de Estagira poseía las claves para “cambiar nuestra vida”. Tal es su convicción que confiesa que le gustaría dar su libro gratis a todo el mundo, si bien, de momento, se conforma con las clases magistrales que imparte abiertamente en plataformas como YouTube.
PREGUNTA. El título del libro es una declaración de intenciones: la sabiduría antigua puede cambiar nuestra vida. ¿Cuál es el hilo común de la vía aristotélica?
RESPUESTA. El complejo y extremadamente variado pensamiento de Aristóteles se puede resumir en que, si tratas de ser una buena persona, lo intentas de verdad y piensas en ello todo el tiempo, vas a ser una persona mucho más feliz y serena.
P. La felicidad es nuestra responsabilidad individual, pero en la vida moderna resulta tentador culpar a todo, menos a nosotros, de lo que nos ocurre.
R. Los jóvenes tienden cada vez más a actuar como víctimas, y ciertamente afrontan cuestiones mucho peores que mi generación, pero no van a ser felices si siempre culpan al otro, tienen que asumir la responsabilidad. Aristóteles demanda asumir que tienes un control considerable en cómo actúas y, por tanto, en las consecuencias que obtienes. Debes lidiar con las cartas que te tocaron al nacer, y aunque reconoce que, si están en tu contra, es más difícil ser feliz, aun así puedes. Lo importante es decidir qué está bajo tu control, qué no y trabajar duramente en aquello que lo esté.
P. Guerra en Europa, una pandemia… Las circunstancias nos lo ponen difícil para practicar nuestra responsabilidad de ser felices.
R. Este es uno de los aspectos en los que Aristóteles es más relevante: plantea avanzar desde la felicidad individual y cómo, si todos individualmente lo intentamos, podemos conseguirla. Empiezas a partir de esta base, pero no puedes hacerlo en solitario, solo se puede ser bueno interactuando con otros. También cree que los malos gobernantes solo florecen cuando logran desbaratar este tejido básico de decencia social, los tiranos lo odian porque hace que la gente pueda sobreponerse a ellos. Cada vez que tenemos una conversación agradable con alguien es un acto de desafío contra la tiranía.
P. Según usted, los clásicos tienen la llave para una vida plena, pero su protagonismo es marginal en la sociedad moderna. ¿A quién tenemos que convencer?
R. La manera más rápida es a quienes gestionan la educación. Las élites que dominan el mundo no quieren ciudadanos que piensen, porque los rechazaríamos. No creo que digan: “Impidamos que impartan los clásicos”, pero hay un impacto, y aunque no puedo probarlo, creo que hay una impresión genuina de que una ciudadanía ampliamente educada en materia humanista tendría la capacidad de criticar ciertos argumentos.
P. ¿Quiénes deben entonces asumir la iniciativa?
R. Aquellos en una posición segura. Esto es muy aristotélico, está en uno de los capítulos del libro, es el concepto de la omisión-comisión: puedes hacer muchísimo daño por simplemente no actuar. Si analizamos cada político, cada persona rica…, ayuda mucho para determinar a quién admirar y a quién no. Las personas con cierta influencia tienen el deber de utilizarla, y esto es exactamente lo que dice Aristóteles; de lo contrario, es omisión, no ayudar cuando puedes hacerlo sin causarte ningún daño.
P. La constante en su libro y en el pensamiento aristotélico es maximizar nuestro potencial, pero es la exigencia de ser excelentes en todo la que nos hace infelices.
R. El problema es que tratamos de hacer demasiadas cosas. Tienes que encontrar una sola que se te dé bien. Aristóteles la llamaba techne, que es de donde viene la palabra técnica, es decir, un talento a desarrollar. Creo en la especialización, vamos a ser mejores si tenemos gente increíblemente buena en lo que hace, así que yo, en la veintena, abandoné todas mis aficiones y decidí convertirme en la mejor académica posible en Grecia Antigua y también ser madre. Y es más que suficiente.
P. ¿Y es compatible?
R. Sí, Aristóteles es genial en eso, dice que, si eres muy bueno en algo, probablemente sea en aquello que más disfrutas. El placer es, por tanto, una guía muy sencilla.
P. La tecnología nos lleva a priorizar la gratificación instantánea. ¿Es esto un obstáculo para la prevalencia de los clásicos en la sociedad moderna?
R. El problema es que hay un efecto sedante en el bombardeo constante. Las redes sociales son ahora el opio del pueblo, y a la gente le aterra terriblemente quedarse sola con sus pensamientos, pero así no puedes tomar buenas decisiones. Lo considero especialmente tóxico para los niños, creo que afecta a su capacidad para concentrarse, pero está aquí, y tampoco puedes ser un ludita, no puedes esperar que desaparezca la tecnología, necesitamos encontrar maneras de gestionarla.
P. ¿Están los clásicos en peligro de extinción?
R. Sí. Personalmente, me siento como la custodia de la memoria de la tribu, de uno de los milenios más importantes, porque fue en el que se inventó la filosofía. Y me preocupa, pero Aristóteles me dice que solo puedo preocuparme por aquello en lo que pueda hacer algo, lo demás está fuera de mi control.
P. En el Reino Unido somos testigos del ocaso de Boris Johnson, un entusiasta de los clásicos. ¿Es su caída la historia de un héroe griego contemporáneo?
R. Su historia es como una tragedia griega, ha caído estrepitosamente, de una manera muy rápida, por un perfil psicológico particular. Tiene un defecto terrible: su incapacidad de decir la verdad, es un mentiroso patológico; todos los políticos mienten, pero en su caso parece ser la opción por defecto, se siente más seguro mintiendo. Mi definición de locura es que no te ves a ti mismo como te ven los demás, no tienes idea del impacto que causas, y él ha perdido toda conexión con cómo es percibido. Creyó que podía escapar de todo mintiendo, por haberlo hecho tantas veces; era una evidencia empírica, pero ha sido muy irresponsable, dando un ejemplo terrible de decadencia moral.
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