Maniobras para desactivar la esperanza en Venezuela
El Gobierno de Maduro ha sabido desmontar cada halo de optimismo con elecciones cuestionadas, negociaciones fallidas o con represión y violencia
Venezuela cierra este domingo un ciclo de cinco años en el que las esperanzas de cambio han terminado por mutar en desesperación y en un letargo en el que los ciudadanos marchan para un lado u otro por inercia, más que por convicción. El Gobierno de Maduro ha sabido desactivar cada halo de optimismo, de todas las maneras posibles e imaginables: con cuestionadas elecciones; con negociaciones fallidas para desactivar protestas; con represión y violencia… Maniobras que terminan por ocultar una crisis humanitaria sin parangón en la historia reciente de América Latina. Se mantiene un interrogante: ¿y ahora qué?
La oposición logró el 6 de diciembre de 2015 una victoria que ni ellos mismos creían posible. Ya por aquel entonces se esgrimió el hartazgo, la violencia, la crisis económica o los presos políticos como los detonantes de la movilización ciudadana. ¿Qué ha pasado desde entonces? Que todo ha ido a peor. El escritor venezolano Alberto Barrera lo ha resumido como una lucha contra el cinismo. El Gobierno se ha asegurado de que no haya las garantías suficientes para que sea posible otra derrota, y ha conseguido —con cierta ayuda de la oposición— que la desafección sea mayúscula. Un 62%, según la última encuesta de Datanálisis, no respalda ni a Guaidó ni a Maduro y ningún dirigente supera el 30% de aprobación. La necesidad de sobrevivir, se sabe, despolitiza.
Hay ciertas evidencias que conviene tener en cuenta para no terminar por llegar a la conclusión de que Nicolás Maduro es el político que ejecuta las maniobras más calculadas del planeta. Estados Unidos, con la llegada de Joe Biden, adoptará otra posición con Venezuela para no tener que asumir toda la responsabilidad de las sanciones impuestas por la Administración Trump —que han asfixiado a los ciudadanos, no a las élites—. Los errores de Guaidó, sobre todo un fallido alzamiento y una incursión protagonizada por unos mercenarios, han pesado más incluso que los atropellos con los que el Gobierno ha tratado de desdibujarlo. Y todo ello obliga a redirigir la estrategia. La oposición se reduce —después de que la hayan ido reduciendo a la fuerza— hasta el punto de ir acabando con las esperanzas de sus seguidores.
Mientras, la dirigencia chavista se reconfigura bajo una apariencia de falsa normalidad. Esto es una maratón y ellos son maratonistas expertos, han repetido. Saben que son parte de la solución y, como tal, son conscientes de que les urge una legitimidad internacional que les ayude a reducir las sanciones.
La crisis política sumió a Venezuela en una vorágine económica que abrió como nunca la brecha social de uno de los países más ricos del continente. Porque entre todos los cursos acelerados que propician las distintas crisis, los “momentos decisivos” y las declaraciones políticas de “y tú más”, se esconde el drama de millones de personas que se fueron, que decidieron quedarse o los de las familias de los que ya no están. Todos ellos, sumidos en un letargo impuesto, nunca buscado.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.