Juan Carlos Galindo, escritor: “Las novelas de asesinos dejan a la víctima a un lado e intentan que te atraiga el criminal. Yo pretendo lo contrario”
‘Muerte privada’, la segunda entrega de su saga de novela negra ambientada en Segovia, aborda los crímenes contra las mujeres y lleva la contraria a muchos clichés del género


“Segovia Noir 2″. El marbete que identifica Muerte privada (Salamandra), la nueva novela de Juan Carlos Galindo (Segovia, 46 años), avisa al lector de lo que va a encontrarse en el interior: la segunda entrega de una saga, costumbrismo segoviano y, sobre todo, novela negra de altura. El segundo libro del escritor y periodista cultural de EL PAÍS sube la apuesta de Hontoria (Salamandra, 2023), que presentó por primera vez al público a Jean Ezequiel, un singular investigador aficionado al podcast, al periodismo freelance y al true crime que, reconoce Galindo, se parece bastante a él, sombrero incluido. “En cierto modo quería que fuese así”, concede con una sonrisa. “Pero también me daba pudor que la gente identificara conmigo cosas que yo no haría nunca, que pensaran que yo soy así. Pero luego me dije: ya está”.
Muerte privada es la continuación de Hontoria, que narraba los esfuerzos de Ezequiel por resolver un caso difícil en medio de las fuerzas vivas –políticas, empresariales, eclesiásticas– de una ciudad, Segovia, que funciona tan bien como escenario de novela negra que sorprende que nadie antes de él se hubiese animado a hacerlo. En esta segunda novela al investigador lo acompaña una detective, Teresa Trajano, que se inspira en la figura de Carmen Pastor, a quien Galindo califica de “mito de la policía española”.
“Teresa Trajano es el personaje que más he trabajado en mi vida”, explica Galindo, que ha querido escapar de los estereotipos dominantes en buena parte del género. “Una de las cosas que me ha dado la lectura de tanta novela negra es saber las cosas que no quería hacer. Por ejemplo, no quería hacer un detective superhéroe, ese tipo de hombre resolutivo, que se carga a los malos y resuelve los casos de forma intuitiva, que está fuerte y además es guapete. Tampoco quería hacer como esos hombres que solo escriben personajes de mujeres con las que querrían acostarse, mujeres que conducen motos a toda velocidad, guapísimas, que aguantan bebiendo más que ellos. En la novela negra, aunque hay excepciones como Patricia Tourancheau o Sue Grafton, la mujer suele ser la víctima, la prostituta o la mala. A veces, las tres cosas a la vez. Esa visión masculina de la mujer no me interesaba. Teresa Trajano tiene más de cincuenta años, ha estado casada y divorciada y se ha retirado por un trauma. Me entrevisté muchas veces con Carmen Pastor, y de ella procede su visión policial. Pero la parte personal es toda ficción”.
No es baladí hablar de mujeres, y de sus formas de representación, a propósito de esta novela que trata, precisamente, de mujeres desaparecidas y asesinadas, de una lacra que, más allá de sus posibilidades literarias, apunta a un fenómeno real. “Quería hacer una novela sobre mujeres desaparecidas que partiera del hecho de que los perpetradores son siempre hombres, y digo siempre porque, estadísticamente, el porcentaje de los que no lo son es ridículo”, apunta. “En Muerte privada intento que sean las víctimas las que hablen, sin estar mediatizadas por el asesino. Las novelas de asesinos en serie, en general, espectacularizan, dejan a un lado a la víctima e intentan que te atraiga el asesino. Yo intento todo lo contrario, que se vea a las víctimas y que el asesino, que es una amenaza, permanezca como una sombra, por debajo”.
Por ello, el proceso de documentación y de escritura ha estado precisamente centrado en las figuras femeninas. “Lo primero que hice fue escuchar y ver todos los testimonios que encontré de madres, hermanas y amigas, porque los testimonios también son siempre de mujeres”. Cuenta que revisó horas y horas de archivos de radio y televisión de España, América Latina o Estados Unidos. “Quería que, cuando hablara una víctima o la familiar de una víctima, su voz fuera similar a las de la realidad”. Aunque los casos de Muerte privada no corresponden a casos reales, el lector puede identificar patrones o elementos procedentes de casos a los que el periodismo de sucesos ha dedicado horas de programación. “La novela es una ficción, pero me obsesiona que sea verosímil”.
Cuenta Galindo que, aunque el periodismo de sucesos le tentó, prefiere abordar el crimen desde lo literario o, al menos, desde una cierta distancia temporal. En una época en que el true crime, y el debate sobre sus límites, sigue sin perder ápice de actualidad, resulta inevitable preguntarle por su visión de la polémica. “Lo observo con expectación, a veces con asombro, en sentido negativo, porque algunos productos son directamente vergonzosos”. En las novelas de Galindo, el modelo de podcast que adopta Jean Ezequiel es el del estadounidense Serial, que sentó las bases del renacer del género. “Es magistral, perfecto. Pero también hay otros podcasts muy escuchados, como Morbid, que hace chanza de los crímenes con un tono de humor que me repele. Las cosas se pueden hacer muy bien y muy mal”. ¿Cuál es, entonces, la línea roja que no debe cruzar un true crime ético? “La de la espectacularización”, contesta sin dudarlo. “Una cosa es hacer un relato de ficción y otra es canibalizar ese crimen o ese suceso para convertirlo en espectáculo”.
En Hontoria, Jean Ezequiel titulaba uno de sus reportajes como “Así se mata en Segovia” y cosecha críticas por parte de los poderes de la ciudad, reacios a esta asociación al crimen. Sin embargo, la Segovia real ha acogido muy bien a la Segovia literaria de Galindo, que la convierte en una versión castiza de la Personville de Dashiell Hammett o de Los Ángeles de Raymond Chandler: un tupido entramado social de intereses cruzados, amistades improbables e inesperadas coincidencias, “Las cosas tienen otro reflejo y otra intensidad en una sociedad pequeña en la que todo el mundo conoce a las víctimas o al perpetrador”, reflexiona el escritor, que asegura que son muchos los lectores que tratan de ver, sin éxito –”hasta ahora no han acertado ni una”, bromea– los referentes reales en los personajes de ficción que pueblan sus novelas.
En todo caso, como escenario noir, la ciudad del acueducto es impagable. Por las páginas de Muerte privada desfilan sus contradicciones y vicios ocultos, pero también una carta de amor a su forma de vida: uno casi podría hacer una ruta gastronómica por los restaurantes y tabernas que frecuenta el sibarita Jean Ezequiel cuando quiere evadirse de su adicción a la investigación criminal. “El crimen nos fascina por varias razones”, reflexiona Galindo. “Una de ellas es el morbo. Pero hay muchas más. La novela negra responde a preguntas concretas y aborda la esencial, que es la de qué tenemos ahí dentro, muy en el fondo, para que según qué circunstancias prácticamente todos podamos cometer un crimen. La novela negra da respuesta a eso sin tratados sociológicos, con entretenimiento o literatura. Cuando a una historia le pones un rostro o una ciudad, la gente lo materializa más”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
