Ropa en espray y diseños sacados del iPhone: la propuesta de Coperni, la firma que quiere traer el futuro a la moda
Los diseñadores Arnaud Vaillant y Sébastien Meyer han hallado en la tecnología la fórmula para hacer de su marca una referencia entre los jóvenes necesitados de nuevas ideas
El nombre de la firma de moda Coperni es un homenaje a Nicolás Copérnico, el astrónomo que formuló la teoría heliocéntrica a principios del siglo XVI. Y la pasión por la ciencia y la tecnología de sus fundadores, los franceses Arnaud Vaillant y Sébastien Meyer, no es solo una herramienta de marketing. Su diseño más famoso, el bolso Swipe Bag, está inspirado en el icono deslizable que utiliza el iPhone para desbloquear la pantalla. Y su imagen más viral, la de un vestido construido con espray sobre el cuerpo de Bella Hadid en la pasarela parisina el pasado septiembre, es toda una oda al poder creativo de la tecnología. “A la hora de abordar la tecnología, hay dos posiciones”, explica Vaillant. “Hay personas que le tienen miedo, y personas que la adoran. Nosotros la adoramos. No me molesta que mi teléfono me escuche y me proponga anuncios. Me parece bien. La tecnología nos fascina, y puede mejorar el mundo si se utiliza bien. Es muy estimulante observarla”.
Coperni vive un momento especialmente dulce. “Es la primera vez que tengo la sensación de estar verdaderamente orgulloso del camino que hemos recorrido, y de a dónde hemos llegado”, presume Vaillant. No le faltan motivos. Sus colecciones se venden en tiendas multimarca de todo el mundo –en España tienen presencia en Wow y Ekseption (Madrid), Santa Eulalia (Barcelona) y NYC (Ibiza)–, sus clientas incluyen nombres tan incuestionables como Dua Lipa, y algunos de sus productos, como sus prendas con cortes cruzados y sus zapatos de tacón con cremalleras transversales en el empeine son emblemas por derecho propio del revival noventero y de los primeros dosmiles que fascina a las nuevas compradoras de moda.
Pero su historia, más allá de instantes virales, es una carrera de fondo que comenzó en 2013, cuando Vaillant y Meyer empezaban a dar sus primeros pasos en la moda. “En aquella época Arnaud trabajaba en Balenciaga, así que hacíamos Coperni por la noche”, apunta Meyer. “Al principio, nuestra idea era hacer ropa bonita para nuestras amigas. Más o menos era así. Teníamos una amiga que venía por las tardes a casa y le probábamos todos los diseños. Ella nos indicaba si le gustaba o no, si lo quería más corto o más largo. Luego le pedimos unas fotos, y todo empezó a crecer de forma orgánica”.
En 2017 Meyer y Vaillant recibieron el encargo de revitalizar Courrèges, una de las firmas más emblemáticas de la moda parisiense de los años sesenta y setenta. Coperni se quedó en stand by, pero la experiencia les sirvió para afilar sus uñas en la complejidad de la industria. “Aprendimos muchas cosas en Courrèges, que era una empresa mucho más grande, con un centenar de personas. Fue una experiencia muy formativa a distintos niveles, y un ejercicio interesante, porque trabajábamos con el legado de la marca”, explica Vaillant. “Cuando eres un joven diseñador, es difícil entender el funcionamiento de la industria, los desfiles, las cuentas, los mínimos de producción, los encargos, la comunicación”, añade Meyer.
Cuando, a finales de 2018, decidieron reactivar su firma, lo hicieron con un mayor bagaje y con un conocimiento mucho más preciso del sector. También con ideas más definidas. “Queríamos hace una marca que respirara el aire de nuestra época, fácil de llevar y deseable, sin olvidarnos del techno chic que nos caracteriza”, afirma Vaillant. “En nuestra época, los jóvenes creadores eran muy exuberantes, pero no hacían cosas fáciles de llevar. Y a nosotros nos gustaba la idea de ser una firma joven a la que acudir para comprarte una chaqueta de traje o un pantalón, sin olvidarnos de nuestra identidad. En eso nos complementamos bien. Arnaud es más realista y cartesiano, y yo soy más creativo. Hemos encontrado un punto de equilibrio”. Vaillant está de acuerdo. “Para nosotros la confección siempre ha sido importante. Y no solo por la portabilidad de las prendas, sino también por el precio. Trabajamos muy duro para fabricar y conservar precios realistas, que permitan que la gente joven se apropie de las prendas”.
Su pasión por la tecnología se traduce en un perfeccionismo técnico. “Pasamos mucho tiempo en el taller. Cada uno tiene un modo de trabajar, y el nuestro es muy riguroso. No mandamos un boceto a la fábrica sin más. Hacemos maquetas, diseños en 3D, lo enviamos a la fábrica, lo recibimos, y siempre hay modificaciones, o cambiamos de idea. Es nuestro proceso. Lleva mucho tiempo”, explica Meyer. “Y cuesta caro”, añade Vaillant. Este año, por ejemplo, han presentado una edición limitada de su bolso Swipe en una sola pieza de vidrio soplado artesanalmente en Nueva York con la colaboración de la firma Home in Heven.
Pero no todo es rigor geométrico. La estética de uniforme y de ciencia ficción, casi futurista, que caracterizaba a los primeros Coperni ha dado paso, en las últimas colecciones, a prendas más fluidas y orgánicas, que juegan a mostrar el cuerpo pero también a proponer básicos de buena calidad y con un giro. Por ejemplo, camisetas con serigrafías o sudaderas cuyas capuchas incorporan unos cuernecillos.
Estas prendas, al igual que parte de sus accesorios –cinturones, gafas de sol y, por supuesto, bolsos– han logrado trascender la clientela femenina a la que inicialmente se dirigía su marca. “Desde la primera temporada siempre ha habido al menos un hombre en nuestros desfiles”, explica Meyer. “Para nosotros, era algo natural, nada oficial. Vamos poco a poco, con camisetas o complementos. Pero de momento lo hacemos por divertirnos, porque es un mundo muy distinto, con otros compradores, otros tiempos. De momento es un poco básico, pero queremos darnos tiempo para avanzar. Cada vez hacemos más cosas para hombre y, si seguimos así, en algún momento habrá un desarrollo comercial”.
El diseñador pone un ejemplo. “Cuando amigos nuestros llevan nuestra ropa, aprecian la simplicidad del producto, y también los pequeños detalles que lo hacen distinto. Y luego hay casos curiosos. Un día estábamos en una fiesta y vimos a un compañero que trabaja en el streetwear, nada que ver con el lujo ni la moda femenina, y se había puesto una falda nuestra de algodón. No tenía un aspecto para nada femenino, era una interpretación genial, y me encantó porque, si te das el tiempo suficiente para hacer las cosas bien, suceden este tipo de accidentes involuntarios. Lo fundamental es el diálogo con nuestra comunidad”.
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