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Paul B. Preciado: “Estar fuera de la norma puede ser un excelente lugar desde el que mirar lo que está sucediendo”

El escritor y filósofo español publica ‘Dysphoria mundi’, un manifiesto que busca soluciones revolucionarias para el mundo surgido de la pandemia, la crisis climática y la guerra europea

Carlos Primo
El filósofo, Paul B. Preciado, retratado por Pierre et Gilles: 'Sunset on Uranus', 2022.
El filósofo, Paul B. Preciado, retratado por Pierre et Gilles: 'Sunset on Uranus', 2022.Pierre et Gilles

El filósofo y escritor Paul B. Preciado (Burgos, 52 años) suele abordar temas muy complejos desde objetos aparentemente sencillos. Si su seminal Manifiesto contrasexual (2002) reconceptualizaba el dildo como dispositivo biopolítico a través de Foucault, lo queer y la teoría cíborg, Pornotopía (2010) encerraba el capitalismo en la mansión de Playboy y Testo Yonqui (2008) articulaba el transfeminismo a través de la testosterona y su propia experiencia trans, que deslindó en Un apartamento en Urano (2019).

Su nuevo libro, Dysphoria mundi (como el resto de su obra, publicado en Anagrama), se plantea un reto cada vez más complejo: interpretar el mundo surgido de la pandemia, la crisis climática y la guerra europea como un terreno extremo en el que, paradójicamente, la única salida es emplear la disforia –el diagnóstico psiquiátrico que afrontan personas trans en todo el mundo– como herramienta política y revolucionaria para inventar un mundo más justo en lo social, lo ecológico y lo espiritual. Desde su apartamento de París, ciudad donde vive desde hace años, Preciado ha firmado un libro monumental de 550 páginas que no es exactamente un ensayo ni una novela, sino un dispositivo disfórico que, como todos sus grandes textos, acaba tomando la forma de un manifiesto. Lo desgranamos en un encuentro en Madrid.

En este libro usted afirma vivir en un estado de rara felicidad política. ¿En qué consiste? Cuando te haces consciente de tu posición excéntrica o disidente con respecto a la norma, hay muchas maneras de afrontarla. Una de ellas, claro, es desde la posición de la víctima. Y otra manera es entender ese pequeño espacio como un lugar de experimentación, como un lugar desde el que empezar, aunque sea de manera muy tímida y microscópica, a inventar prácticas de libertad. No estoy romantizando ni idealizando la falta de acceso a ciertos derechos políticos, que puedo compartir con gente que vive situaciones de discapacidad, trabajo sexual o inmigración, pero a veces pensamos que la norma es fácil y la disidencia es muy difícil. Y mi experiencia es que la norma es un lugar muy, muy duro, porque uno está siempre con una sensación de frustración, de fallo o de incompetencia. Sugiero que estar fuera de la norma puede ser un excelente lugar desde el que mirar lo que está sucediendo y desde el que establecer otras alianzas con otra gente, y empezar a disfrutar de la posibilidad de inventar otra forma de vida.

Un fotograma de “Orlando: mi biografía política” (2023), el largometraje que ha dirigido Paul B. Preciado a partir de la novela de Virginia Woolf.
Un fotograma de “Orlando: mi biografía política” (2023), el largometraje que ha dirigido Paul B. Preciado a partir de la novela de Virginia Woolf.Paul B. Preciado / Les Films du Poisson

Usted define una felicidad que no está ligada a la estabilidad, sino al movimiento y al cambio. El problema es que el capitalismo cibernético en el que estamos canibaliza nuestra función deseante, se alimenta de ella. Nuestro deseo queda neutralizado y modelizado con respecto a un tipo de felicidad que se supone que ligada a la estabilidad, al confort, al acceso al consumo. Dysphoria mundi habla de una situación que advertí cuando estaba enfermo de covid. Ya nada funciona y nada es satisfactorio. El trabajo que tenemos es una mierda. El salario que cobras es una mierda. El sistema de salud pública no funciona. El colegio ha dejado de funcionar totalmente. Cualquier espacio se ha convertido totalmente en disfuncional y, por tanto, genera dolor, porque es imposible experimentar con tu propia subjetividad sin ser constantemente acosado. La cuestión es cómo posicionarse frente a eso. Una opción es pensar que estamos abocados a una especie de destrucción apocalíptica: sálvese quien pueda. La otra, y es lo que denomino dysphoria mundi, sería pensar que quizá por primera vez en la historia estamos en una situación límite y excepcional al mismo tiempo, porque tenemos la posibilidad de llevar a cabo un cambio de paradigma, una transformación radical de todos los modos de producción y de reproducción. La producción fósil o a través del trabajo, la reproducción heterosexual habitual, la taxonomía jerárquica que distingue entre humanos y animales... Ya sabemos que todo ese sistema está obsoleto. Y, desde esa postura, tendríamos la posibilidad de inventar colectivamente otra forma de vivir. En lugar de agitar el miedo al extranjero, al otro, al trans o al racializado, podríamos estar viviendo el cambio epistemológico y político más importante de los últimos 500 años y tenemos una oportunidad histórica increíble de transformar lo que entendemos por vivir socialmente. Me parece de una potencia tremenda.

De hecho, este libro llega en un momento en que parece que ya no nos apetece hablar de la pandemia. Es como si diéramos por perdidas las oportunidades de cambio que emergieron de la crisis. Para los filósofos como yo que reflexionamos sobre esta mutación del capitalismo contemporáneo, la covid es como un laboratorio a gran escala. Yo me encontré en casa, metido en otros proyectos, y de repente pensé que nunca iba a tener otra ocasión como esta. Todo lo que llevamos años pensando estaba sucediendo ante nosotros, pero a gran escala. Por eso, por ejemplo, este libro no es un diario habitual de la covid. Yo llevo años trabajando sobre las minorías racializadas, las minorías trans, los cuerpos afectados por el sida y las cuestiones relacionadas con las fronteras. Y lo que digo es que, ahora, estas cuestiones te van a afectar también a ti. Las técnicas de muerte con las que se gestionaba a los cuerpos supuestamente subalternos se han expandido a la totalidad de la población. Me sentía como un médico de urgencias que de repente llega a casa de los normales y les dice: “Ojo, que ahora sois vosotros la carne de cañón”. También tiene que ver con el hartazgo de separar constantemente hombres, mujeres, heterosexuales, homosexuales. ¿Pero de verdad creéis que somos tan distintos? ¿De verdad creéis que, frente a lo que está sucediendo, el poder tendrá algún reparo en comeros y trituraros exactamente de la misma manera? Por eso digo que cualquiera de vosotros sois tan queer como yo porque estáis en el centro de esta pandemia. Si eres un cuerpo vivo sometido a regulaciones de vigilancia, control y tecnologías de la muerte, te conviene leerte esto, por si acaso.

La imagen de portada de 'Dysphoria mundi' (Anagrama) procede de este dibujo del propio Preciado, que ha reinterpretado el arcano del Diablo del Tarot desde los parámetros de su obra.
La imagen de portada de 'Dysphoria mundi' (Anagrama) procede de este dibujo del propio Preciado, que ha reinterpretado el arcano del Diablo del Tarot desde los parámetros de su obra.Paul B. Preciado

¿Cuál es su relación con la actualidad? Su libro está lleno de datos, pero se mantiene al margen del tono y los argumentos que vemos en las redes sociales. Me interesa historizar todo eso que parece natural, llevarlo a otro contexto. Poner la covid en relación con la historia del feminismo o la crisis del sida, para salir de esa falsa naturalidad de la actualidad. Soy disidente de las redes sociales mayoritarias. Me parece totalmente inadmisible e incomprensible que, por ejemplo, Elon Musk compre Twitter, que Twitter tenga un algoritmo que favorece los debates de extrema derecha y que la gente no salga de Twitter y, además, siga quejándose en Twitter. ¡Es el colmo!

Usted sostiene que no existe una teoría del género unificada, pero hay quien esgrime ese término para criticar su trabajo. Es un fenómeno que tiene que ver con el desconocimiento y la instrumentalización de ciertos lenguajes. Para mí lo más curioso es cómo como la extrema derecha y los lenguajes nacionalcatólicos han encontrado en ciertos sectores del feminismo el mejor lugar en el que hacer crecer sus ideas. Esto es fascinante. ¿Quién lo hubiera podido imaginar? Ese desconocimiento llega hasta los contextos específicos donde surgen esos términos. La noción de género es una noción de diagnóstico clínico que surge en un contexto médico psiquiátrico. No es por azar que mi libro se llame Dysphoria mundi. Hasta ahora, el ámbito de la sexualidad ha sido definido desde un lenguaje médico patologizante y que interpreta cualquier forma de disidencia respecto a la norma como disforia, como patología. Pero la noción de disforia no es médica, es política. Y no solamente no se refiere a mí, sino a cualquier cuerpo vivo que resiste a esta forma de imposición salvaje de la norma.

También afirma que el poder se basa en la adicción. El poder no se relaciona con nosotros como imaginábamos el fascismo, sino con una relación de adicción. En principio, nadie nos obliga a nada, pero ¿quién se puede separar hoy de su teléfono? Cuando digo que la homosexualidad y la heterosexualidad no existen, el público se lo toma bien. Pero cuando digo que las redes sociales son aparatos de subjetivación normativa y tecnologías de control, y llamo a salir de Twitter y de Instagram, la gente se agarra al teléfono como si fuera un órgano vital. Pero bueno, también entiendo que es muy difícil tener un trabajo si no tienes Instagram, sobre todo para las generaciones más jóvenes.

Una escena de "Orlando: mi biografía política".
Una escena de "Orlando: mi biografía política". Paul B. Preciado / Les Films du Poisson

Su libro lleva una cita de la pionera de la teoría queer Judith Butler, que hace poco estuvo en Madrid. El día de su conferencia, la universidad amaneció con pintadas que la llamaban antifeminista, en el marco de los debates de la ley trans. No lo sabía, y me apena mucho. Yo he sido discípulo de Derrida, pero Judith Butler fue la persona que me permitió articular y entender el lugar desde el que yo podía hacer filosofía. Además, es una persona de una generosidad y una inteligencia increíbles. Hace poco comentábamos que nos está costando mucho este momento de violencia que estamos viviendo dentro del feminismo, porque yo llevo 30 años metido en esto, pero ella llevará 50. Y es increíble. Nos hemos dejado la piel en esto y de repente ver cómo feministas que no han hecho absolutamente nada se permiten negar una posición de ciudadanía... Yo siempre lo equiparo con el caso de las feministas negras, que inventaron el lenguaje de liberación del feminismo en Estados Unidos y luego fueron arrinconadas por las feministas blancas. Y ahora vivimos un momento muy semejante, en que un cierto número de cuerpos que han accedido a un estatuto de ciudadanía secundaria —porque no es ni siquiera primaria— lo que hacen es defender sus privilegios intentando que otros cuerpos no accedan a ese mismo estatuto. Eso sí me parece terrible, porque no estamos luchando por la definición de la categoría mujer, sino por la definición del horizonte democrático. Porque la definición de la categoría de mujer no pertenece ni a las feministas. Es una batalla histórica mucho más larga.

A raíz de la pandemia ha retomado la relación con sus padres a través de videollamada. Y afirma que le gustaría escribir un libro que pudieran leer, aunque para ello tendría que prescindir de la mayoría de sus términos fundamentales. Es verdad. Pero lo maravilloso es que también ellos están en mutación. A los 80 años se han puesto a cambiar de paradigma, y eso muestra que no es solo una cuestión de edad. Antes no podían pronunciar palabras como homosexualidad y transexualidad, les parecían cosas horribles que no se decían. Y últimamente eso está cambiando. Por ejemplo, mi madre a veces se reúne con otras señoras de Burgos que tienen hijos trans y va de paseo con ellas y un día me dice: “Pues hoy nos encontramos las madres trans”. Y me parece maravilloso. En parte, han introducido el lenguaje en sus propias vidas.

Una de las anécdotas que relata es una visita a la fisioterapeuta, durante la que se ve obligado a dar explicaciones sobre su cuerpo. ¿Por qué los cuerpos trans se abordan desde el misterio o el fetichismo? Hay que pensar desde, desde qué parámetros y con qué representaciones se ha construido el cuerpo trans. Por ejemplo, en el cine de terror la mujer trans es un psicópata disfrazado de mujer que persigue a otras mujeres para matarlas. Y es muy interesante que el cuerpo no binario aparezca como una amenaza a la estabilidad de ese régimen, socialmente peligroso, o como un cuerpo exótico y casi como objeto de la pornografía. Eso me pasó mucho durante la pandemia, cuando estaba enfermo en el hospital, en la camilla, y la gente no me miraba como a un enfermo de covid, sino como si fuera ET. Y no me parece para tanto, la verdad. Pero es algo que compartimos con todos los cuerpos que son considerados como discapacitados, y que se representan como una amenaza, como algo monstruoso. En las películas de terror, el malo siempre tiene la cara quemada o le falta un brazo. Es llamativo cómo representamos aquello que excluimos socialmente: lo sacamos del espacio social y cuando lo volvemos a introducir lo representamos como un peligro, cuando en realidad ese cuerpo es el cuerpo más vulnerable de ese espacio social.

El reparto de "Orlando: mi biografía política" (Paul B. Preciado, 2023) incluye 25 protagonistas de edades entre 8 y 75 años.
El reparto de "Orlando: mi biografía política" (Paul B. Preciado, 2023) incluye 25 protagonistas de edades entre 8 y 75 años. Paul B. Preciado / Les Films du Poisson

Cuando en 2019 recogió el Premio ICON de Literatura, en el escenario habló de la necesidad de acabar con la asignación de género de los recién nacidos, que es algo en lo que incide en este libro. ¿Lo ve como un horizonte posible? Lo veo como un horizonte no totalmente posible, sino inevitable. Desde el punto de vista científicos, no veo el modo en que la nueva generación de médicos, pediatras y psiquiatras podría enfrentarse con la complejidad real del cuerpo vivo y seguir segmentando la realidad humana en femenino y masculino. Lo veo inevitable. Otra cosa es la resistencia que pueda haber desde los estamentos políticos, y la instrumentalización de esa resistencia. Esta idea que me parece fascinante. Hay quien piensa que la familia heterosexual se va a venir abajo por culpa de los cuerpos trans. Perdone, la familia heterosexual se había venido abajo ya mucho antes. ¡Nosotros no hemos hecho nada! No ha hecho falta tocar ni un ladrillo. En el libro cito a Baudrillard, que acusaba a los trans de ser el síntoma de todos los males. Y me parece curioso porque, desde nuestra vulnerabilidad, desde una posición tan minoritaria y tan poco poderosa en lo social y lo político, no hemos hecho gran cosa, la verdad.

Un tema recurrente en el libro es la infancia. La carta con que concluye Dysphoria mundi está dirigida, precisamente, a les niñes. ¿Por qué? Por muchas razones. Siempre he vivido como si tuviera 20 años, pero de repente tengo 52. Y en un momento determinado empezaron a contactar conmigo muchas familias que tenían hijos trans y que se veían en una situación sin salida aparente entre el colegio normativo, la psiquiatría, el endocrinólogo... Otra de mis obsesiones en este libro es inventar otros lenguajes que no sean los normativos, para hablar de la posibilidad de una disidencia al binarismo de género. Me he dado cuenta de que, por ejemplo, les niñes no binarios desbinarizan a sus familias. Llegan los padres y me dicen que les ha cambiado muchísimo. He trabajado mucho en Francia y España con asociaciones de padres de niñes trans, y de repente me llegan, con 12 años, y me preguntan “oye, ¿tú crees que debo congelar mis óvulos antes de empezar a tomar testosterona? Eso es increíble. Ese es el debate con plena autonomía, no el de las terf. Acabo de hacer una película que es como una adaptación del Orlando de Virginia Wolf con 25 Orlandos de todas las edades, de ocho a 75 años. Y una de las cosas más increíbles es verlos discutiendo. Es un espacio de politización que ni siquiera habíamos imaginado. Y sí, el libro es para ellos.

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Sobre la firma

Carlos Primo
Redactor de ICON y ICON Design, donde coordina la redacción de moda, belleza y diseño. Escribe sobre cultura y estilo en EL PAÍS. Es Licenciado y Doctor en Periodismo por la UCM

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