25 años de Daft Punk, los músicos electrónicos más influyentes del siglo XXI
Se cumple un cuarto de siglo de la publicación de ‘Homework’, el primer álbum del dúo francés, que construyó su propia iconografía y reinventó las reglas de la música electrónica hasta llevarla más lejos de lo que nadie habría imaginado
El pasado 22 de febrero, y de forma tan enigmática como ha sido característico en ellos, Daft Punk anunciaba su disolución con un vídeo titulado Epilogue. La conmoción fue máxima y sirvió para manifestar la tremenda trascendencia que el dúo parisino ha tenido en la cultura popular del cambio de siglo. Valga como ejemplo de ello el Desfile del Día de la Bastilla, en 2017, donde una banda militar interpretó un popurrí de sus temas delante de unos perplejos Emmanuel Macron y Donald Trump.
Hace 25 años, cuando estaba a punto de publicarse su primer álbum, nadie se habría atrevido a imaginarlo. Guy-Manuel de Homem-Christo (París, 45 años) y Thomas Bangalter (París, 46 años) se habían conocido en el colegio de élite Lycée Carnot de París, en 1987. Sus primeros escarceos musicales fueron montar un grupo de indie rock hasta que tiraron sus instrumentos y empezaron a componer con sintetizadores y cajas de ritmos. En 1993, en una rave en el Centro Pompidou, conocieron a los responsables del sello escocés Soma, que les publicarían sus primeros singles, The New Wave/ Alive (1994) y Da Funk (1995). Eran unos años en que la cultura del house empezaba a tomar Francia y en la que estos dos jóvenes se estaban convirtiendo en un secreto a voces, pinchando en fiestas y clubs o haciendo sus primeros y rudimentarios directos. Se cuenta que ya antes de publicar su primer álbum todos los grandes sellos se los estaban rifando, pero ellos eligieron Virgin sin ser quien les ofrecía más dinero, porque les otorgaba todo el control creativo. El 20 de enero de 1997, Homework vio la luz y la prensa comenzó, poco a poco, a hacerse eco del fenómeno que estaba a punto de estallar.
Un trabajo casero que dio la vuelta al mundo
“Ellos eran la antítesis de lo que hasta ese momento se consideraba una estrella del pop, dos cerebros privilegiados en el cuerpo de dos chavales totalmente normales, con anoraks de los años ochenta y sneakers hechas polvo. Eran muy jóvenes, apocados, tímidos, pero apasionados y muy cómodos cuando hablabas con ellos de música house, DJ’s y cultura de club. Se mascaba su talento. En aquella época, además, hacían las entrevistas en persona, sin máscaras, y en ese sentido me sentí un afortunado”, recuerda Oscar Broc, periodista musical barcelonés que acudió a Londres a entrevistarlos para una revista nacional recién salido el disco. Ricard Robles, director del Sónar, también los conoció en aquellos días. “Me pareció una gente muy lista en el sentido de tener clara cuál era su propuesta artística. El discurso tras Homework era completísimo, estaba perfectamente calculado. Hay que tener en cuenta además que el padre de Bangalter era Daniel Vangarde, una figura importantísima en la industria y en la música disco, un hombre que, como productor y compositor, marcó un hito en la conquista de EE UU por parte de la música francesa en los años setenta. Se reunían muchos ingredientes para advertir que no era un simple dúo de música electrónica como tantos otros”, afirma Robles.
Los contrató para actuar en el festival barcelonés cuando este solo llevaba tres ediciones y aún no se había vuelto masivo. “Realmente aquello fue muy rápido”, apunta. “No era seguro que Daft Punk pudiese llenar un aforo como aquel, de cinco o seis mil personas. El disco apenas llevaba seis meses en la calle, es cierto que había tenido éxito, pero estamos hablando de una época en que no existían las redes sociales o las plataformas que ahora conocemos. La vinculación que había entonces con la música, y sobre todo con proyectos innovadores como este, no era tan grande, así que el recibimiento fue una sorpresa máxima”. Se cuenta que se crearon grandes colas de asistentes que se quedaron sin poder entrar, y que el ambiente dentro era vibrante. “Yo lo recuerdo como un concierto memorable, uno de esos primeros grandes momentos de la historia del festival”, certifica Robles.
Maxi Gilbert, artista visual y diseñador de iluminación y puesta en escena, fue uno de los presentes a los que aquel show cambió para siempre. Afincado en Buenos Aires, el Sónar le pilló en medio de una gira europea con un grupo de ballet. “No los conocía de nada. No esperaba encontrarme con esos dos tipos enmascarados, y con esos subgraves, cajas de ritmo y sintetizadores agudos que en aquella noche eufórica aparecieron para ser la banda sonora de mi vida. No daba crédito. Nunca había estado en una rave, y a partir de ahí me di cuenta de que la música electrónica había llegado para quedarse”, recuerda Gilbert, que reside en Madrid desde hace años. Aquel fue el primer concierto de Daft Punk en España, pero no el único. Cinco meses después, tocaron en la sala Aqualung de Madrid y en la Zeleste de Barcelona. A Broc, esa segunda actuación le impresionó mucho más que la del Sónar. “Fue un trueno, una locura en un espacio moderadamente pequeño, en una caldera”, rememora el periodista.
El estruendo, el silencio y la resurrección
El segundo álbum de Daft Punk, Discovery, no apareció hasta 2001. Fue otro éxito descomunal, pero ellos decidieron no acompañarlo de gira. Cuando publicaron el tercero, el más flojo Human After All, dieron la campanada al anunciar que volvían a los escenarios. Era 2006. Nueve años. Un lapso de tiempo demasiado grande en una escena en la que la rapidez de las tendencias podía condenarte al olvido con suma facilidad. “Desconozco las motivaciones personales de por qué decidieron dirigir su carrera de esa manera, pero creo, aunque no tengo la certeza, de que respondía a cuestiones sobre cómo gestionar su estilo de vida”, apunta Ricard Robles. En 2001, Bangalter contrajo matrimonio con la célebre actriz Élodie Bouchez, y ambos se fueron a vivir a Los Ángeles intentando estar lo más lejos posible de los focos. “Desde luego, lo que no hicieron nunca fue pelearse por la fama, y yo creo que el símbolo de los cascos con los que aparecieron siempre a partir de Discovery iba más allá de esa imagen de representar una especie de futuro amable. Podía ser una forma de querer salvaguardar su vida privada, y quizás por eso decidieron espaciar sus lanzamientos y sus giras de la forma en que lo hicieron”, reflexiona el director del Sónar, y también periodista especializado en música electrónica.
La gira Alive 2006-2007 constó de 48 fechas. Pasó por Europa, Norte y Sur de América y finalizó en Japón y Australia. “Nosotros los intentamos conseguir, claro, lo intentaron todos los festivales del mundo”, concede Robles. “Daft Punk empezaron a crecer como media hora después de tocar en el Sónar 97, pero luego crecieron mucho también los festivales y el número de promotores, y las agendas de los artistas a veces coinciden contigo y otras no”, se lamenta. La popularmente conocida como “gira de la pirámide”, por la forma del gigantesco escenario-púlpito del que emergían los músicos, arrancó en el festival estadounidense de Coachella. Fue un concierto histórico por considerarse el big bang de todo el movimiento de EDM, o electrónica para las masas, que iba a seducir a EE UU y el mundo entero. La segunda fecha fue en el Lago de Malsaucy, en Francia y la tercera en el Parc del Fórum de Barcelona, el 14 de julio, dentro del Festival Summercase. La noche siguiente la replicaron en su otra sede, en Boadilla del Monte. Allí, Maxi Gilbert se reencontró con ellos, pero esta vez como colega profesional. “Yo era el coordinador técnico del festival, aunque no llegué a tratarles personalmente”, recuerda él. “Tenía los planos del montaje, pero al principio eran solo papeles en blanco con marcas específicas de pesos y triángulos dibujados. Solo sabíamos que venía un trailer, que se necesitaba mucho personal y que el montaje prometía, pero cuando empezamos a colocarlo todo para la prueba no podíamos creer que esa nave piramidal fuera toda una pantalla de led hecha a medida, y con visuales gigantescos. Aquel concierto me dejó otra vez completamente paralizado. Esta nueva puesta en escena marcó un antes y un después en todos los conciertos electrónicos de nivel, influyendo a Justice, DeadMau5 y muchos otros”, asegura el artista visual.
Un importante influjo sonoro y estético
El dúo nunca volvió a actuar en directo y solo publicó un álbum más, Random Access Memories, en 2013, catapultado por uno de los mayores hits globales del milenio, Get Lucky, pero todos los elementos clave que han inmortalizado a Daft Punk ya estaban en aquel Homework publicado hace 25 años. “No creo que se pudiera hacer una conjunción más acertada de influencias en aquel momento, donde estuviera la música disco, el funk, el house, el techno, el electro, el hip hop y el pop”, resalta Ricard Robles. “En los años noventa la industria del rock seguía mirando con mucho recelo a todos esos géneros, que no eran mayores en prestigio, aunque sí lo fueran en audiencia. Conseguir un disco perfecto con esos elementos lo ha buscado mucha gente, pero nadie ha conseguido superar a Daft Punk en ese campo, hacer una microcirugía tan impecable de sus influencias y conseguir un sonido nuevo”. Añade el director del Sónar que “por el bagaje que tenían sabían cómo construir canciones de éxito, cómo colocar el elemento adecuado en el momento preciso para generar un mayor impacto en la mayor gente posible. Ahí estuvo su grandeza. Escuchas sus temas 25 años después y son prototipos y modelos perfectos de hit”. “Estuvieron en el momento adecuado con la fórmula adecuada y abanderaron una nueva era de democratización en la música por la vía electrónica. Demostraron que, desde tu habitación, sin tocar un solo instrumento y sin el apoyo de ninguna banda, podías cambiar la historia de la música. Y no menos importante, demostraron que puedes hacer un hit atemporal repitiendo 144 veces la misma frase (Around The World), sin que el oyente se arroje por la ventana”, valora Oscar Broc. “Desde los comienzos marcaron su propia línea estética, con un macarrismo fresco y total y aquellas primeras máscaras de bajo coste”, apunta Maxi Gilbert. “Creo que Michel Gondry y Blanca Li -director y coreógrafa, respectivamente, del videoclip de Around The World- han tenido mucho que ver en la evolución de su identidad visual. Ese clip era muy sencillo y a su vez muy experimental a nivel coreográfico y de programación de luces. Creo -añade- que lo más importante que han aportado a la iconografía pop es el poder jugar con su identidad oculta, cómo dos tipos tan frikis pueden haber revolucionado las vidas de millones de personas sin necesidad de aportar una identidad física en ningún momento, y llegando hasta a jugar con su propia credibilidad. ¿Eran ellos los que se presentaron tocando con Pharrell Williams, Stevie Wonder y Nile Rodgers en la ceremonia de los Grammy o eran unos Milli Vanilli del siglo XXI? En cualquier caso, supieron cómo llevar todo eso con coherencia hasta su punto final”, concluye el artista argentino.
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