Leticia Sabater: “Levantarme a las siete, acostarme a las doce o tener que vestirme de fina no era para mí”
Quien fue presentadora de espacios infantiles, concursante de ‘realities’ y actriz de cine y telenovelas es ‘La conejita de Papá Noel’ en su último villancico. Actualmente, gana “más dinero que nunca”, solo selecciona los proyectos “más top” y asegura que le gustaría volver a conducir algún programa

Aunque desde 2018 se empeña en ser un clásico de la Navidad en España, Leticia Sabater (Barcelona, 59 años) vive en un verano continuo. Dos días después de lanzar, el pasado 17 de noviembre, La conejita de Papá Noel, su último villancico —o así lo califica ella—, cogió un avión y se fue dos semanas al Caribe, de vacaciones. A su vuelta, a punto de comenzar su gira navideña de conciertos (lo hizo el 5 de diciembre en Zaragoza), visitó EL PAÍS luciendo moreno antillano y con la energía de quien se siente querida. “En el aeropuerto, esperando el avión a Miami, todo el mundo me felicitaba y me decía: ‘Me han pasado esta mañana el vídeo por cuatro sitios distintos”, cuenta sobre su última canción, un “reggaeton y dembow que viene desde Miami y que —apunta— solamente el primer día tuvo 400.000 visitas”.
Lleva un anorak de plumas plateado para capear el frío madrileño, pero por el resto de su atuendo Sabater podría haber aterrizado en la entrevista directa desde el Caribe: “Para mí ya casi es verano: llevo viendo las navidades desde hace seis meses. A partir de septiembre, empiezo a pensar en el tema, en el videoclip, en todo. El villancico se grabó a mediados de octubre e iba a sacarlo el 10 de noviembre, pero no sé si era Andy o Lucas que ese día lanzaba canción, así que dije: ‘Qué necesidad de pisarnos los unos a los otros”, cuenta.
Ella sabe que puede esperar unos días para lanzar cualquier canción: desde junio de 2016, cuando su tema La salchipapa rompió internet, su público espera paciente, mes arriba, mes abajo, sus hits de verano —el siguiente fue Toma pepinazo, en 2017— y de Navidad, que inauguró en 2018 con El polvorrón. Hasta el momento, La conejita de Papá Noel acumula en YouTube más de un millón de visualizaciones. Sabater, que permanece siempre atenta a los números, está feliz con los resultados, aunque aún recuerda cuando “antes sacaba La salchipapa y tenía un millón diario.” “El problema —analiza— es que la gente lo ha visto todo y, claro, cada vez se impacta menos”. Agradecida por tanta fidelidad, Sabater, que se declara “apolítica de verdad”, tiene claro que “su partido político es el público”.
Quien fue presentadora de programas infantiles, concursante de realities y actriz de cine y telenovelas asegura estar viviendo ahora, gracias a su última reinvención en 2012 como cantante —cuando lanzó Mr. Policeman—, una de sus mejores épocas. Tanto que, desde hace dos años, selecciona muy bien todo lo que hace “a nivel profesional y de promoción”. Echando la vista atrás a sus 40 años de carrera, explica: “Como artista, a veces haces cosas que no te apetece hacer. En una carrera muy larga pasas momentos mejores y peores y, aunque he tenido la suerte de tener trabajo siempre, también tenía una casa que me daba muchos problemas, era carísima, y eso me obligaba a hacer algún tipo de entrevistas que quizás no hubiera hecho”. Ahora, con la hipoteca pagada y ganando “más dinero que nunca”, asegura que solo hace “lo más top”, que este año ha rechazado “cuatro realities” y que quiere volver a la televisión para hacer lo que cree que se ajusta más a su perfil: “Yo soy una presentadora de talk shows”, afirma. Y lanza un guiño: “Dicen que las rubias somos tontas, pero yo soy rubia teñida”.
Rubia, rubísima, en realidad ha sido siempre, desde que apareció en 1988 en el magazine de Jesús Hermida en TVE Por la mañana, junto a otras mujeres que también hicieron luego su propia historia en la televisión española, como Miriam Díaz Aroca y Nieves Herrero. Luego fue el rostro pizpireto con el que más de una generación —cuatro, calcula ella— creció viéndola en televisión. En una época en la que los programas se bautizaban según sus franjas horarias, Sabater fue, entre 1991 y 1993, la cara familiar de Desayuna con alegría y A mediodía, alegría. Y lejos de atragantarse con tanta alegría, siguió presentando otros programas del estilo hasta que, con 28 años, decidió cambiar de aires y marcharse a México a trabajar, donde, además de actuar en telenovelas como Canción de amor, se enamoró. “Bueno —rectifica—, se enamoró de mí la mano derecha del dueño de Televisa, que era Guillermo Cañedo”.
Esta relación fue un giro de guion en la vida de la artista y el desencadenante de su regreso a España pocos años después de partir. Cuenta Sabater que, tras declinar la invitación a un crucero de lujo junto a su enamorado, aprovechó para escaparse a España de vacaciones. Él la echaba tanto de menos que decidió plantarse aquí para pasear con ella por Madrid, donde la pareja fue fotografiada y descubierta incumpliendo una de las reglas del gran grupo de comunicación mexicano, que prohibía las relaciones entre trabajadores (al menos, entre un directivo y una actriz): “Yo creo que él no se esperaba que yo fuera tan conocida en España”, se dice a sí misma para explicarse la decisión impulsiva de Cañedo, que se saldó con la felicidad de la pareja cuando ella estaba ya “bastante enamorada” y él “a punto de comprar el anillo de compromiso”. Aunque siguió un tiempo trabajando en México, acabó pasándolo tan mal por este desenlace sentimental que decidió poner fin a su aventura americana, aunque con un aliciente: “Me ofrecieron un programa de niños en Televisión Española y no lo dudé”. Se refiere, claro, a Con mucha marcha, que presentó con mucho éxito hasta que Pío Cabanillas llegó a la dirección general de RTVE en 1998 y decidió que “la cara de Leticia Sabater estaba muy vista”. “Me cagué en todo”, recuerda.

Tras quedarse fuera de TVE, tiró la toalla: “Éramos los primeros en audiencia [el programa], yo lo había dado absolutamente todo”, se lamenta. Pero la rendición le duró poco. Durante una racha en la que aprovechó para divertirse y pasárselo bien, conoció al empresario José María Fernández-Mayo, Morgan, quien a los tres meses le pidió matrimonio y con quien se casó en 2001. “En el viaje al Caribe que hicimos después de la boda, ya dormíamos separados”, relata sobre su fugaz papel de esposa que, por otra parte, nunca le gustó: “Levantarme a las siete de la mañana, acostarme a las doce como las monjas o tener que vestirme de fina por lo que opinara el matrimonio de enfrente no era para mí. Tener que ser la típica esposa pijilla no es lo mío. Cuando empecé a sentir eso me entró urticaria. Nos separamos de mutuo acuerdo”. Aunque no fue un camino de rosas: “Fue muy doloroso. Yo soy católica y, además, con el bodorrio que hicimos...”, dice en referencia al enlace en el que estuvieron, entre otros nombres famosos, Luis María Ansón y Jaime Martínez-Bordiú, amigo y pariente de la novia, respectivamente.

De nuevo lamiéndose las heridas, Sabater se volcó en sus proyectos profesionales, entre ellos la producción del musical Mago de Oz, que pronto le dio grandes beneficios y le duró 15 años: “Recuperé la inversión en un mes”. También fue entonces cuando comenzó a trabajar para José Frade en formatos televisivos que, asegura, llegaron el 25% de share cuando cualquier otro programa rondaba el 1,3%. Tras dos o tres años trabajando para el productor, para quien solo tiene buenas palabras, el cuerpo le pedía pasar página. En concreto, pasar a hacer realities: “Frade se enfadó, claro, pero yo me había aburrido y me apetecía cambiar”, resume. En su paso por programas como La selva de los famosos (2004) empezó a gestarse la que sería —aún lo es— la Leticia Sabater más mediática: “Soy una persona con mucho carácter, controvertida, polémica. Eso no lo voy a cambiar porque esa es mi manera de ser”, razona intentando explicar por qué su vuelta a la tele sería perfectamente compatible con su papel como intérprete de temas —por decirlo de alguna manera— menos serios, como La conejita de Papá Noel: “No tiene nada que ver. Santiago Segura hacía películas como Torrente y luego presentaba un programa. Pues esto es lo mismo”.
Tiene claro qué quiere hacer y para quién, y lo repite como en una especie de mantra: “Soy una persona inadaptada e inconformista, me gusta explorar, sorprender e ir más allá. Y mi público es muy parecido a mí, también es inadaptado e inconformista”, reza Sabater como proyectando. Lo cierto es que ese público del que habla responde a su llamada. Terminada la entrevista, el pantallazo de una conversación que ella muestra orgullosa es su prueba de que ya hay colas de gente esperando para comprar la entrada para su próximo concierto. Tiene 200 por delante en 2026. Asegura que en ellos siempre pasan cosas (pedidas de mano, cumpleaños...): “Mi labor es divertir y entretener al público. Cuando termino un concierto se me abre el alma de emoción”, dice sincera. “Para mí eso es lo más importante, más que si me toca la lotería”. La de Navidad, por cierto, la compra en los diferentes sitios que visita por España. La conejita de Papá Noel confirma que es muy navideña y que el día 24 de diciembre lo pasa en familia. Le cuesta decidir cuál es su villancico preferido, aunque asegura que en sus fiestas suenan todos, no solo los suyos. Tras pensar un rato, se queda con Last Christmas.
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