La Barbie indecisa
Siguiendo el camino rosado de la película podemos contemplar cómo los Ken de nuestro entorno replican los mismos problemas del personaje que interpreta Ryan Gosling: son poco por ellos solos, necesitan a Barbie
Hoy, en plena jornada de reflexión, quisiera compartir un motivo más para este ejercicio. ¿Cómo se las ingenió Beatrice Borromeo Casiraghi para sacar adelante y vender a Netflix su docuserie sobre la problemática vida de Víctor Manuel de Saboya, aptamente titulada El Príncipe que no llego a reinar? Es un tema con suficiente interés como para desviar la tensión de la jornada electoral. La historia que cuenta Borromeo, esposa de Pierre Casiraghi, hijo de Carolina de Mónaco, parte del dramático incidente en el que Víctor Manuel se vio envuelto en agosto de 1978 al disparar, en plan escarmiento, a las embarcaciones donde pernoctaban una decena larga de jóvenes italianos que veraneaban en el paraíso. El hermano de una modelo alemana resultó herido fatalmente por una bala. No murió de inmediato, sino tras múltiples cirugías, en diciembre. La justicia, ni la italiana, ni la francesa, ni la de los medios, jamás pudo sentenciar al señor de Saboya, heredero de una no muy longeva monarquía abolida por referéndum en 1946.
Borromeo afronta esta complicada historia con valentía y pericia. Y con una ventaja incalculable: el acceso. Cuando el propio Víctor Manuel de Saboya, su esposa, la campeona de esquí acuático suiza, Marina Doria y el hijo de ambos, ganador del Mira Quién Baila italiano, le hablan a su cámara, lo hacen con entrenada naturalidad, pero también con la confianza que se le otorga a cada uno de ellos. La aristocrática Beatrice casi lo es y puede acusársele de aprovecharse de esos lazos, pero el resultado, una docuserie certera y real sobre los peligros, privilegios y abismos de ser miembro de la realeza sin otro poder que el que te crees sobre ti mismo y tu cuna, atrapa precisamente por esos delicados mimbres que tejen la decadencia. Son hilos que, inevitablemente, me atan a una pregunta, a una duda: ¿Carolina de Mónaco, estará orgullosa de su nuera, de su osadía? ¿O temerá que, en cualquier momento, con esa misma valentía y atrevimiento, quiera indagar en algo complicado de su Principado?
Puede ser que Beatrice Borromeo Casiraghi esté tejiendo una opinión con colores republicanos, o sea un ajuste de cuentas histórico, ahora que es la hora de las revisiones. Además, la pudiente señora Marzotto, mamá de Beatrice, fue amiga de la hermana del joven fallecido y nunca asumió la versión de los Saboya. Para llamar un poco más la atención sobre la docuserie, Borromeo termina con unas imágenes donde Víctor Manuel se despacha agriamente hacia Juan Carlos I, nuestro rey emérito, que es su contemporáneo, educados en el mismo exilio en Portugal y que tienen también en común un disparo fortuito que marca sus vidas. Víctor Manuel hace referencia a la muerte de Alfonso, hermano del emérito. Indicando que él estuvo allí y que no es el único miembro de una familia real fastidiado por unos tiros mal dados. Por una bala perdida.
Más balas. El lanzamiento de Threads, un clon de Twitter, ha intensificado la rivalidad entre Elon Musk y Mark Zuckerberg, reyes de la industria digital. Mientras ellos se miden sus penes con una sensación mixta de machismo y Palo Alto, Greta Gerwig ha estrenado Barbie, una película burlona, vitalmente irónica, en la que envuelve a la mítica, amada y odiada muñeca de Mattel con sarcasmo y humor. Barbie, Margot Robbie, vive, si se puede decir así, en un mundo irreal, con una estética de Mago de Oz que puede recordar al Palo Alto de Musk y Zuckeberg. Siguiendo el camino rosado de la película podemos contemplar cómo los Ken de nuestro entorno replican los mismos problemas del personaje que interpreta Ryan Gosling: son poco por ellos solos, necesitan a Barbie. Y ocurre que Barbie duda. Indecisa, como a Hamlet, le asalta un dilema existencial: ser o no ser muñeca. Hay dudas y luchas por el poder en Barbieland. Dudas que coinciden con la jornada de reflexión.
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