_
_
_
_

Guillermo de Orange, la década agridulce de un rey feliz con una popularidad tocada

El soberano se presenta como un árbitro cercano a la gente, pero en sus 10 años en el trono la aceptación de la monarquía holandesa ha bajado del 80 al 55%. No ayudó que, durante la pandemia, se fuera de vacaciones a Grecia, se comprara un yate de dos millones y organizara una fiesta para su heredera

Guillermo de Holanda
Guillermo de Orange, en la celebración del Día del Rey en Róterdam, el 27 de marzo de 2023.Sem van der Wal (EFE)
Isabel Ferrer

El rey Guillermo de Orange, de 56 años, cumple este domingo 30 de abril una década en el trono de los Países Bajos en un momento crucial. Da muestras de ejercer a gusto su tarea de “unir y representar a la población, estimulando a la sociedad”, y el pasado miércoles invitó a almorzar en el palacio Huis ten Bosch, en La Haya, a un centenar de ciudadanos comprometidos con la ayuda humanitaria para celebrar el aniversario de su coronación. Sin embargo, la popularidad es el motor de la monarquía y la suya ha bajado desde 2020. Entonces, en plena pandemia, y cuando el Gobierno había pedido mesura en los viajes para evitar contagios, se marchó de vacaciones con su familia a la villa que tienen en Grecia. No calculó la mala imagen que daba con ello, y perdió la confianza que cerca del 74% de sus compatriotas habían depositado en él en 2014. A pesar de que pidió disculpas junto a su esposa, la reina Máxima, sigue pagando muy caro su error. En estos momentos, un 46% confía en él y no cede la decepción causada.

Según la Constitución holandesa, el primer ministro es responsable de las acciones del rey como jefe del Estado, ya que el monarca forma parte de la estructura del Gobierno. El mandatario responde a su vez de los actos privados del soberano cuando sean de interés público, y ahí radica el problema de las polémicas vacaciones. Se consideraron un asunto privado y, en octubre de 2020, podían viajar a Grecia desde el punto de vista de las medidas de seguridad de la covid. Sin embargo, la pandemia era una emergencia internacional y una salida lúdica fue percibida como una frivolidad. “A Mark Rutte, el primer ministro, se le puede reprochar que no advirtiese al monarca de que no volara. No se comunicaron bien y ambos se equivocaron. La gente quiere que el jefe del Estado sea un símbolo y muestre solidaridad, sobre todo en los malos momentos. En cambio, él optó por atender su propio interés”, afirma, en conversación telefónica, Paul Bovend´Eert, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Radboud, de Nimega (Países Bajos). Aunque puntualiza que la situación actual no refleja un debate sobre monarquía o república: “La mayoría de los partidos políticos apoyan la monarquía. Es por la sensación de que el soberano le ha fallado a la gente”.

Hace una década, un 80% de los holandeses estaba a favor de la corona. Ahora, la cifra es de un 55%, según la encuesta anual publicada por la televisión pública, NOS. “Durante la pandemia todos tuvimos que quedarnos en casa, y los reyes, que trabajaron también desde dentro, perdieron la visibilidad esencial en su posición. Él debía dar ejemplo y no lo hizo al viajar”, señala Justine Marcella, exdirectora de la revista Vorsten (realeza, en neerlandés), y especialista en este campo. En 2021, Guillermo y Máxima incurrieron de nuevo en un error similar. Su hija mayor, la princesa Amalia, cumplió 18 años, y organizaron una fiesta en los jardines palaciegos. Fue en diciembre, y el Gobierno acababa de rogar a la población que evitase recibir en casa a más de cuatro adultos. En palacio hubo 21 huéspedes y el rey admitió que habría sido mejor no reunirse. “Creo que hace un buen trabajo, pero la línea divisoria entre la esfera pública y la privada es demasiado delgada para él. Tampoco ayudó que el yate de dos millones de euros que habían encargado antes del coronavirus, y que no se pagó con dinero público, llegase en pleno temor por el empleo debido a la covid”, indica Marcella. En su opinión, “se necesita tiempo para perdonar y olvidar”.

Guillermo, primer rey varón de Holanda de los últimos 120 años, junto a su esposa Máxima, reina regente, en el retrato oficial tomado en el palacio de Ámsterdam tras su coronación.
Guillermo, primer rey varón de Holanda de los últimos 120 años, junto a su esposa Máxima, reina regente, en el retrato oficial tomado en el palacio de Ámsterdam tras su coronación.CORDON PRESS

Guillermo se muestra menos solemne y más accesible que su madre, la hoy princesa Beatriz, y tomó el relevo en 2013 dando una imagen renovada. Ha encargado personalmente dos investigaciones que afectan a la Corona: en busca de obras de arte de origen colonial en la colección real y acerca del papel de su familia en ese periodo. Y su esposa, Máxima, sigue siendo el miembro más popular de la familia real. La imagen de las tres hijas de ambos —Amalia, Alexia y Ariane— ha ido ganando además protagonismo. En su afán de cercanía, el rey explica su labor como la de “un árbitro que comprueba si las cosas están en orden antes de firmar leyes y decretos”. El año 2020 no fue propicio, pero aquel mayo, mucho antes del escándalo griego, se ganó la admiración de todos en un momento muy doloroso para los Países Bajos. Fue durante la ceremonia en recuerdo de los caídos holandeses en la II Guerra Mundial y en otras guerras. Tres cuartas partes de la población judía holandesa fue asesinada en el Holocausto (102.000 personas, según datos de la Casa-Museo de Ana Frank, que divulga su historia), y él reflexionó en voz alta acerca del papel jugado entonces por su bisabuela, la reina Guillermina. Reconoció que “algunas víctimas se sintieron abandonadas, poco escuchadas y sin apoyo suficiente, aunque solo hubieran sido unas palabras”. Guillermina pasó la guerra exiliada en Londres, y su bisnieto reconoció: “Ella se mantuvo firme y sólida en su resistencia, [su actitud] no me abandona”. Para Paul Bovend´Eert, ese discurso “fue enorme, impresionante y muy personal”. “La plaza del Dam, en Ámsterdam, estaba vacía por culpa de la pandemia, y sus palabras contrastan con su actitud posterior, optando por su vida privada”.

En el décimo aniversario de la entronización sigue también vivo el debate sobre las finanzas de la casa real. El presupuesto total destinado en 2023 a la corona asciende a 50.169.000 millones de euros, según datos del Gobierno. La cifra incluye desde el mantenimiento de los palacios hasta los viajes de Estado, pasando por los gastos de personal. El rey recibe 6,4 millones de euros; la reina Máxima, 1,1 millones; y la princesa Beatriz, 1,7 millones. A la heredera, Amalia, le corresponden cerca de 1,7 millones de euros, pero al cumplir 18 años renunció a su asignación de 300.000 euros anuales hasta que termine sus estudios. Utilizará los 1,3 millones restantes que le corresponden solo si incurre en grandes gastos para su preparación.

“Los reyes no pagan impuesto sobre la renta, y mientras que las generaciones mayores creen que deben mantener unos privilegios, los sondeos muestran que los jóvenes piensan más en términos de igualdad”, explica el mismo experto. Y añade: “El Parlamento holandés ha adoptado un par de veces mociones para que los reyes paguen tasas, pero el Gobierno lo rechaza. Se podría modernizar la monarquía siguiendo el modelo de Suecia, donde el rey Carlos Gustavo es el jefe del Estado pero como una figura ceremonial. La importancia histórica de la Casa de Orange es cierta, pero tal vez sea el momento de renovar las instituciones para darles un futuro mejor”.

La princesa Amalia, heredera del trono de los Países Bajos, el pasado 27 de marzo durante la celebración del Día del Rey en Róterdam.
La princesa Amalia, heredera del trono de los Países Bajos, el pasado 27 de marzo durante la celebración del Día del Rey en Róterdam.Koen van Weel / POOL (EFE)

En este contexto, la llave de oro es la princesa Amalia. “Es el futuro, y no solo porque está destinada a ser reina. Es que gusta mucho su carácter: no lleva ropa carísima, devolvió la asignación que le correspondía y es inteligente. Aunque está muy protegida por las amenazas de la mafia de la droga, tendríamos que poder verla más”, asegura Justine Marcella. La heredera está sometida a fuertes medidas de seguridad desde el pasado septiembre ante la posibilidad de que esté en la diana del crimen organizado. En febrero reconoció: “Todavía lo estoy pasando muy mal y espero que las cosas cambien lo antes posible”. El pasado jueves, durante la fiesta del Día del Rey en Róterdam, agradeció las sonrisas y buena acogida de la población. Su regio padre, que celebra su cumpleaños en esa misma jornada, declaraba entonces: “Me interesan las críticas constructivas; si no, puedes acabar como Putin, y eso no lo quiere nadie”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_