El hombre quemado
Ese es el mensaje que se expande del Huracán Tamara Falcó: no aceptes ni alargues la humillación, no te dejes inferiorizar. Muéstrate y gana. Para mí eso es lo importante de esta ópera


Recordaré este último fin de semana como un evento histórico, es lo que siento que hemos atravesado con el Huracán Tamara. Ese paso de la celebración pública de un compromiso privado a la también muy pública anulación del mismo al filtrarse unos vídeos comprometidos del novio aspirante, Íñigo Onieva, en un festival de música pijo y lisérgico llamado Hombre Quemado, Burning Man. Y desde allí, las vertiginosas 48 horas de un fin de semana televisado al milímetro, donde Onieva quedó KO y pasó a convertirse en enemigo público y el ser más señalado por madres, hijas, hermanas y amigas dentro y fuera del mundillo del famoseo nacional. También celebro haber vivido esa comunión entre la televisión y las redes sociales como nunca antes la habíamos vivido gracias al huracán Tamara. Pero lo histórico estaba por venir.
Mientras nos lamentábamos y preocupábamos por Tamara y repetíamos, desde el desayuno a la cena, lo de “Pobre Tamara, qué pena por ella”, la marquesa de Griñón se refugiaba en casa de su madre y, con esa claridad que ahora tanto celebramos, organizaba la gestión de transformar ese “pobre Tamara” en el “¡bravo, Tamara!”, que desde el pasado martes, cuando hizo su triunfal reaparición en la puerta del Teatro Real, no dejamos de aplaudir.
Ha sido un huracán en toda regla. Pero no nos ha dejado devastados, sino fortalecidos. Como a ella misma, porque lo que ha conseguido Tamara Falcó es enviar un mensaje poderoso a las mujeres. Un mensaje de fuerza. Aunque las acciones y deslealtades de tu novio te hundan, o humillen, no permitas que te arrastren al fondo. Mejor levántate y enfréntalo. Haz al que te humilla sentir el peso de esa humillación. Y no como venganza. O sea, como diría la propia Tamara, si todo ha sido público, al verme entera, vestida y maquillada, en poder de todo “mi power”, sentirás lo mismo que me obligaste a sentir. Y con eso dar por terminada la relación. Sin vuelta atrás. Ese es el mensaje que se expande, no aceptes ni alargues la humillación, no te dejes inferiorizar. Muéstrate y gana. Para mí eso es lo importante de esta ópera.
Nuestra sociedad todavía está intoxicada por una mala educación machista que vapulea a las mujeres. En la rueda de prensa, Tamara se esforzó por subrayar que ella es una defensora del “no es no”. La pérdida de confianza tiene menos de un nanosegundo para echar por la ventana hasta el amor más preciado. Fue la declaración más electrizante del momento, escenificado en el Teatro Real, la sede de la ópera. Un momento Aida, Tosca y Manon con un poco de Casa de Bernarda Alba. Un mundo femenino fastidiado por los hombres y defendido por una madre y una hija. “Jamás he mirado hacia el otro lado y no puedo aceptar que crean que lo toleraba. Yo defendía libertad en mi relación, la libertad basada en la confianza. Una vez quebrada esa confianza, ya no hay espacio para esa libertad”. Esas palabras sintetizan el mensaje generacional que Tamara Falcó transmite desde su experiencia personal. Y pública.
También conviene observar el croquis de la estrategia que este huracán deja como estela. Esa entrada en directo por teléfono en Sálvame, saludando a su presentador Jorge Javier Vázquez como si se tratara casi de un cura confesor de la parroquia, fue el magistral abreboca de todo lo que vendría después. La prensa más agresiva ya estaba de su parte. Y al día siguiente de la rueda de prensa del Real, la imitación de María Patiño, vestida y maquillada como Tamara en el Real, emulando su lenguaje verbal y corporal, ofreció una vez más la parodia burlona que siempre se fija en los grandes momentos de nuestras vidas, privadas y públicas, para hacerlos más importantes e inolvidables. OK, Tamara.
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