Gracias, Locomía
Siempre fue una ‘boy band’ muy valiente, como organización y como estilo. Alocada, desordenada, con sus aterciopelados indicios de ‘chunda chunda’ post ‘bakalaero’ previo a las cantantes sexis de la banda sonora de ‘Gran Hermano’
Esta semana se ha estrenado el documental sobre Locomía en Movistar, ese auténtico referente gay. A mis compañeros heterosexuales, con los que trabajo en un guion sobre una despampanante estrella del show business, les ha alucinado que al grupo les obligaran a firmar un contrato donde les prohibían maquillarse fuera del escenario y actuar de forma abiertamente gay. En su asombro, incluyen el que no se esperaban algo así tan reciente y mucho menos en la industria discográfica. Entonces no existía un conocimiento tan extendido de la homofobia como hoy día y de que las dos industrias que más lo practicaban fueran la discográfica y Hollywood. No podías ser ídolo adolescente y gay o protagonista de éxito y marica, porque la homosexualidad estaba procrastinada y no podía jamás ser referente positivo, ejemplo de nada. Muchísimo menos tener y transpirar éxito. O felicidad.
Una de mis suertes en la vida ha sido poder manifestarme como gay y como una persona amada, feliz y exitosa en mi trabajo, gracias a un programa como Crónicas Marcianas y a un director como Xavier Sardà. Este martes le observé atentamente hablando sobre nosotros en La Noche D, explicando cómo no calibraba el alcance de nuestra dinámica para establecer normalidad y cosas en común entre heterosexuales y gais hasta que el éxito del programa se lo manifestó. En realidad, yo tampoco. Para mí era divertido que Xavier me siguiera el rollo. Me hacía muy feliz verlo reír y disfrutar durante mis intervenciones. Y en una de ellas incluí a Locomía. Recordando una actuación de ellos durante una elección de Miss Venezuela, el mítico concurso de belleza en mi lejano país de origen. Estaban en el apogeo de su andadura, en lo máximo de su fulgor en Latinoamérica. Actuar durante el Miss Venezuela era como hacerlo durante el intermedio de la Super Bowl para muchos venezolanos. La audiencia era millonaria en número. Y justamente durante esa actuación, mis hermanos y yo estábamos paralizados delante del televisor, y se fue la luz por un corte eléctrico en el auditorio donde se celebraba el concurso, El Poliedro de Caracas, y acto seguido dejaron de oírse las voces pre-grabadas del conjunto y solo escuchamos un grito atronador y unánime de “MAAAAAARIIICOOOONES” reverberar en el salón de casa y las viviendas vecinas, y después por todo el extenso valle de Caracas estremeciéndonos para siempre.
Los integrantes de Locomía no podían decir que eran gais pero su público podía gritárselo y, además, protegidos por una súbita oscuridad, sobrecogiéndolos, amenazándolos, insultándoles con su propia sexualidad. Esas cosas las pienso ahora que soy quien soy y he recorrido lo que he recorrido. Aquella noche del Miss Venezuela sentí muchísima vergüenza y también preocupación porque se llevaran un mal recuerdo de la visita. Y también pedía a mis dioses particulares que evitaran algo similar si llegaba a subirme a un escenario como ese. La transmisión fue a negro, alguien en la cadena de televisión se apiadó de Locomía que sin saberlo, ni entenderlo, acababa de efectuar el primer acto LGTBIQ+ de una televisión sudamericana.
Locomía fue siempre una boy band muy valiente, como organización y como estilo. Alocada, desordenada, con sus aterciopelados indicios de chunda chunda post bakalaero previo a las cantantes sexis de la banda sonora de Gran Hermano. Y a pesar de haber hecho tanto ruido y tanto meneo, nunca supieron coronar su éxito con más éxito sólido. Ahora aprovechando el documental, quiero compartir que muchas veces, a lo largo de muchas fiestas pasados los ochenta, mis amigos, mi hermana y yo improvisábamos homenajes a Locomía, poniéndonos rollos de papel higiénico a modo de hombreras y sujetando abanicos-suvenir, mientras desfilábamos por los estrechos pasillos de nuestras casas familiares o entre los muebles del salón. Sin esos bailes, sin esos desfiles, probablemente no habría llegado a Crónicas Marcianas. Nunca es tarde, queridos, para deciros: Gracias.
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