_
_
_
_
La paradoja y el estilo
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El gran Ronaldo

Encuentro narcisismo y afán estético en los rostros de Vladimir Putin y Joe Biden. Da la impresión de que ambos disfrutan de algún tipo de intervención restauradora

En vídeo, Cristiano Ronaldo, el lunes en Budapest durante la rueda de prensa previa al primer partido de Portugal en la Eurocopa. Vídeo: UEFA
Boris Izaguirre

Ha llegado el momento de confesar que considero a Cristiano Ronaldo una de las figuras más importantes de los últimos años. Llevo tiempo masticando esta idea, desde que aterrizó en el Real Madrid y decidí bautizarle con aquello de que era el máximo exponente del macarra chic. Sospecho que erré un poco, hoy es el rey de la correcta conducta social. Ese gesto que tuvo en plena Eurocopa, antes de erigirse como el máximo goleador, al apartar dos botellas de Coca Cola y sugerir que el agua es mejor, no solo hizo deshincharse en la bolsa de Nueva York al gigante mundial de los refrescos gaseosos, sino que también destapó un mensaje sólido: lo sano va por delante.

Ese mensaje ocultaba otro, no más líquido: que la multinacional copatrocine el evento no significa que cuente con el astro como señuelo. ¡Gol! Ni siquiera la marcha de Sergio Ramos del Real Madrid ha conseguido superar este momento. Durante el partido Hungría-Portugal, celebrado en Budapest, la afición húngara se mostró soez y muy poco austrohúngara, gritándole “maricón”. Reaccionario y vulgar. Viví algo similar la única vez que competí en el equipo de natación de mi colegio en Caracas: fue apenas acercarme al agua clorada y empezar a escuchar esa misma cantinela “maricón, maricón” durante los largos 50 metros de recorrido olímpico. Cuando salí del agua, había ganado, igual que Cristiano y ya nadie gritaba nada. ¡Bravo por nosotros, Cristiano! Aquí, mientras fue jugador del Real Madrid y compañero de Ramos, también lo insultaron. Un jugador contrario se empeñó en llamarle lo de siempre durante el juego. Con un gesto rápido, genial, el ídolo futbolístico le respondió: “Maricón, no. Millonario”.

Paulina Rubio, la cantante mexicana más millonaria en fans, hizo lo mismo que Ronaldo en otra rueda de prensa, hace años. Apartó las botellas del azucarado refresco, poniéndolas fuera de juego. “Lo siento, ellos no pagan”, exclamó. Una jugada arriesgada, igual que la de Cristiano. Con la diferencia, quizás, de que las bolsas reaccionan con más velocidad ante los gestos de un varón que de una mujer. Lo cierto es que ha surgido una nueva actitud ante la publicidad. Tiene que ser más consensuada. Se tiene que notar que lo compartes, la acción y sus beneficios. Por su parte el astro del futbol, como siguiendo un guion bien estudiado, subrayó que vigila, con el empeño de un árbitro, el consumo de azúcares en su familia.

Con respecto a los gritos homófobos de los húngaros y de otros países del ex eje soviético, ¿qué les hemos hecho los gais para que nos odien tanto? Sin respuesta, he observado las imágenes, tan publicitadas como supervisadas, del cara a cara entre Vladímir Putin y Joe Biden. Afortunadamente, encuentro narcisismo y afán estético en sus rostros. Da la impresión de que ambos disfrutan de algún tipo de intervención restauradora. Lo que antes presuponíamos propio de las primeras damas ahora es también cosa de los primeros líderes. Biden favorece una idea de estiramiento digamos más cartesiano, más vertical, con cara de velocidad controlada. Mientras que Vladímir Vladimir apuesta por la vanguardia rusa del lifting, severo, tectónico, declaradamente postsoviético, Biden ha ganado una decidida jovialidad deportiva. Putin, ay, Putin, recuerda el bonachón y pulido aspecto de una matrioska. Se evidencia que el bisturí, las vitaminas y el bótox, como otros venenos, son rusos. Así como la KGB renovó el espionaje en el mundo, este tipo de lifting, entre lo abullonado y lo llamativo, pone de relieve los esfuerzos que los exsoviéticos han hecho desde sus años de la Guerra Fría. Controlan casi todo, la información veraz y la falsa. Y ahora, también, la cirugía plástica descarada. Quizás en eso consista lo que ahora llaman la paz fría, ver quién de los machos alfa luce el lifting más poderoso, más disuasorio. Comprobar quién tiene el bisturí por el mango.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_