Baile de máscaras
Hasta ahora, las máscaras de muchas de nuestras personalidades caían. En el caso de Preysler, es ella misma quien se la quita, además marcando estilo
En más de una reunión ya se relata la reciente visita de la infanta Margarita, su marido y una doncella a su hermano, el rey emérito, a Abu Dabi. Fue todo muy Borbón y campechano y al parecer doña Margarita quedó muy interesada por un inodoro japonés, de última generación, cuyo uso es más extendido en Abu Dabi que en España. Los que disfrutan de este tipo de dispositivo saben que emplean tanto un chorrito de agua como un secador. Según la historia que se repite en cenas esta primavera, el anfitrión se divirtió tanto con el entusiasmo de su hermana que decidió regalarle uno y que lo embarcara en su viaje de regreso a España.
Lo importante de esta feliz historia es el inodoro japonés. Tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial, Japón se esmeró en adaptar las costumbres occidentales a sus baños. Y dieron el zarpazo proponiendo su propio inodoro, un trono que incorpora la estrategia del bidé, con chorrito, higiene anal, la climatización del asiento y secado. A pocos días del inicio de los Juegos Olímpicos en ese país, conviene saber que más del 80% de los hoteles y supermercados nipones los tienen instalados. Y, así como han entusiasmado a doña Margarita, seguro que una vez finalizadas las Olimpiadas el japonesísimo Washlet se convertirá en una aspiración más de las familias españolas y no solo de los Borbón.
Limpio o limpísimo, siento que las vacunas tienen efectos secundarios, pero mucho más positivos que negativos. Yo mismo veo señales optimistas en todas partes. Por ejemplo, tras el descubrimiento de que la Gatita en Mask Singer era la mismísima Isabel Preysler, me quedé atónito y de inmediato pensé que era el inicio de una nueva etapa en la industria del entretenimiento. Hasta ahora, las máscaras de muchas de nuestras personalidades caían. En el caso de Preysler, es ella misma quien se la quita, además marcando estilo y, como siempre en ella, enseñando a cómo hacerlo: primero se descubre pelo y nuca y después, en una acción sorprendente y espléndida, el rostro. Los gestos de Paz Vega, los Javis y José Mota eran iguales a los nuestros en casa. Preysler dejaba de ser el “icono inaccesible” a formar parte de un formato coreano plenamente integrado en España, que celebra la mezcla de culturas y el buen humor.
A mí me alegró la semana. Me hizo ver todo más aliviado. Fue un auténtico lavado y secado. Y en ese estado entre libre e higienizado pisé, sin querer, la noticia de que María Dolores de Cospedal y su marido tendrán que comparecer ante la justicia. Y no por la operación inodoro japonés sino por la Operación Kitchen. Como Cospedal es historia, al formar parte de ese PP de Rajoy como ahora se le llama, se puede reestudiar su atuendo, que es también su máscara. Es un look muy pensado. Siempre que los dardos la señalan, María Dolores escoge blazers o trajes de chaqueta blanco, crema o marfil. Tonos más propios del alicatado oriental que del cigarral castellano. Sin embargo, con ellos se nos presenta como una Dulcinea moderna, sin Quijote que la defienda. Cuando el aire sopla a favor, apuesta por colores sólidos, azul sobre todo, porque tiene un tono más corporativo. Y el inevitable rojo, que en España viste tanto a las señoras de la derecha como de la izquierda. Fue el tono de Luisa Fernanda Rudí y también el de la desprejuiciada alcaldesa de Barcelona, Ada Colau.
A María Dolores ya no la llamarán a Mask Singer porque prefieren políticos mas ligeros de peso histórico. Pero sobre todo porque ni en el PP de Rajoy ni en el del ahora le perdonarán que su reaparición fastidiara la campaña contra los indultos preparada para esta semana. Es lo maravilloso de este siglo XXI, todas las semanas tenemos un baile de máscaras.
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