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Masako de Japón y su depresión: “Quisiera recuperarme y apoyar al emperador”

La esposa de Naruhito padece desde hace años un “trastorno de adaptación” derivado del estrés de su posición del que ha hablado en su 57 cumpleaños

La emperatriz Masako de Japón.
La emperatriz Masako de Japón.HANDOUT (AP)

Junto a la tarta y las velas, unas de las tradiciones recurrentes cuando llega el cumpleaños de algún miembro de la familia Imperial japonesa consiste en ofrecer un mensaje a la población. La última en hacerlo ha sido la emperatriz Masako, que el miércoles celebró los 57, por lo que rompió su silencio para comentar, entre otras cosas, la evolución de la pandemia así como su delicado estado de salud.

Masako afirmó que la emergencia del coronavirus le ha servido para recordar la importancia y el valor de la vida humana. “Espero que podamos cooperar para superar estas adversidades”, declaró a través de un texto compartido por la Casa Imperial. Aseguró asimismo que había sido “doloroso” contemplar la devastación provocada en todo el mundo y tuvo unas palabras de gratitud para los trabajadores sanitarios, quienes “se han entregado día y noche para salvar las vidas de tantos pacientes y prevenir la expansión de la infección”.

En lo tocante a su labor, lamentó la falta de interacción humana, dado que la mayor parte los eventos programados en los últimos meses han sido cancelados. La emperatriz reveló, no obstante, haber participado en muchos de ellos de manera virtual. El mes pasado, por ejemplo, visitó varios hospitales de la Cruz Roja japonesa, entidad cuya presidencia honoraria ostenta, conversando con algunos de sus médicos. “Agradezco tener la oportunidad de interactuar online con el pueblo japonés y espero valorar estos medios en el futuro”, apuntó.

El comunicado oficial de su cumpleaños vuelve a estar, un año más, condicionado por circunstancias excepcionales. En 2019 Masako subrayaba el momento histórico que vivía entonces su país tras la entronización de su marido, Naruhito, a consecuencia de la abdicación de su padre y predecesor, el emérito Akihito; una decisión sin precedentes en la historia moderna de Japón. “Quisiera hacer más esfuerzos para recuperarme y así poder apoyar al emperador y cumplir con mi papel como emperatriz”, añadió en esta ocasión.

Con estas palabras hacía referencia a los problemas de salud que le persiguen desde hace años. Descendiente de diplomáticos y una brillante alumna en las prestigiosas universidades de Harvard y Oxford, Masako no fue capaz de sobrellevar la exposición mediática y las presiones inherentes a su posición. Todo ello desembocó en un “trastorno de adaptación” motivado por el estrés, el cual le fue diagnosticado en 2003 y le ganó el apodo popular de “La princesa triste”.

Una segunda nota incluía unas declaraciones de sus médicos, quienes incidían en que Masako ha manifestado “síntomas de mejoría” pero “todavía requiere de tratamiento”. En su explicación llamaban también a la comprensión pública, aduciendo que una expectación excesiva podría afectar negativamente a su recuperación.

“Su fatiga tiende a prolongarse después de un evento grande o cuando tienen lugar uno detrás de otro”, explicó el emperador cuando su esposa se ausentó de la celebración de su 60º cumpleaños el pasado mes de febrero. “Nunca he querido que se exponga demasiado, sino que continúe haciendo el trabajo que pueda hacer”, detalló Naruhito entonces, antes de aseverar que “es una buena consejera tanto en asuntos privados como oficiales”.

En su comunicado, Masako también ha mencionado a su hija, Aiko, quien pese a ser la única descendiente de la pareja no sucederá a su padre, dado que en Japón todavía impera la ley sálica que da prioridad a los varones. La princesa, de 19 años, se ha incorporado a la Universidad Gakushuin de Tokio tras completar su educación secundaria este año. Cuando cumpla 20, comenzará a llevar a cabo labores oficiales como corresponde a los miembros adultos de la familia Imperial. “Me gustaría que continuara aprendiendo de otros y que pasara el último de sus años como adolescente con un espíritu valioso”, concluía la emperatriz. Si ese es su deseo, debería habérselo confiado a las velas.

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