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Alaska y Mario Vaquerizo, 21 años de amor e irreverencia

La popular pareja acaba de celebrar su aniversario de boda, en un año repleto de proyectos y en el que se resisten a ser un matrimonio corriente

Alaska y Mario Vaquerizo, en Madrid el pasado octubre.
Alaska y Mario Vaquerizo, en Madrid el pasado octubre.Jesus Briones (GTRES)

“Este año no le he cocinado lentejas”, cuenta Mario Vaquerizo, que desde que participó en Masterchef Celebrity siempre le prepara en su aniversario este tradicional plato a Olvido Gara, su esposa, más conocida como Alaska, icono de la modernidad, con la que se casó en Las Vegas el 29 de noviembre de 1999. Volvieron a darse el “sí, quiero” en Madrid en 2011, en una ceremonia civil que “se hizo por sentido común, por dejar las cosas bien arregladas por si le pasa algo a alguno de los dos”, explica él, aunque el aniversario que más ilusión les hace es el del primer enlace. Sin lentejas y pese a la pandemia, una de las parejas más populares, peculiares y estables de España acaba de celebrar el primer año de su tercera década juntos. “Nos fuimos al Rastro, luego a dormir a la casa de Boadilla del Monte (la que el matrimonio compró a Bibiana Fernández) a coger aceitunas”. Antes, por la mañana, se dieron los regalos. Mario le compró a su mujer un anillo de la colección Panthère de Cartier (cuestan entre 20.000 y 30.000 euros). Alaska le sorprendió a él con un par de camisas, un perfecto de cuero y dos escapadas a Londres la próxima primavera para asistir a los conciertos de Blondie y Pet Shop Boys. Con 57 y 46 años respectivamente, Alaska y Mario no contemplan convertirse de repente en un matrimonio corriente.

Ambos coinciden en la receta para durar más de veinte años. “Seguir enamorado y tener mucho respeto por ella. Y saber trabajar la relación, porque requiere un esfuerzo”, apunta Mario. “Cuando dejas de estar enamorado, por muy bien que te lleves, ya no quieres respirar el mismo aire que esa persona”, explica la cantante de Fangoria, que reconoce que no pueden ser como la mayoría de las parejas. “Tardamos casi cuatro años en vivir juntos después de habernos casado. Con nuestras profesiones y sin niños, es normal que nos veamos diferentes. Ojo, también somos convencionales. A mí me encanta verme en casa de mis suegros jugando al chinchón”. Familiares, pero sin descendencia. “La decisión de no tener hijos, sé que es egoísta, estuvo en mí. Yo tenía 36 años cuando conocí a Mario y ya había pasado por esa disyuntiva de si quería o no. A los dos nos gusta malcriar a los niños de los demás. Pero tener uno propio y educarlo… por mucho que Mario diga que le hubiese gustado, yo creo que no”.

Desde que protagonizaron el reality Alaska y Mario, se les ha visto como una empresa, algo que a Mario le apetece puntualizar: “No somos un tándem empresarial, yo soy empleado de Alaska, el mánager de Fangoria. No tenemos ninguna sociedad en común, lo único que tenemos son nuestras casas donde tratamos de vivir lo mejor posible”. No son socios, pero sí copropietarios de bastantes inmuebles. Aseguran que no con la intención de ganar dinero. “La casa de Bibiana la compramos porque nos apetecía tener ese lado campestre, pero en ningún caso por especular. Nos da tranquilidad que, si nos van mal las cosas, podemos vender alguna de las casas”, confiesa.

Alaska y Mario Vaquerizo, en la promoción de su programa 'Alaska y Mario'.
Alaska y Mario Vaquerizo, en la promoción de su programa 'Alaska y Mario'.

Han pasado por varias crisis. “Olvi pasó por un momento de depresión vital y a lo mejor yo no estuve a la altura. Cuando murió mi amigo David Delfín tampoco estuve como debía de estar”, desvela Vaquerizo. Es otra pérdida la que recuerda Alaska. “Cuando murió el hermano de Mario, las cosas cambiaron. Si la persona no está bien, ¿cómo va a estar bien contigo?”. Tienen discusiones, “tras las que a Mario le dura el enfado cinco minutos y a mí cinco días”, y a veces se aburren. En palabras de Vaquerizo: “Hay días que digo, ‘estoy harto de ti, Olvido’, pero luego me meto en la cama y pienso, ‘qué a gusto estoy’. Y no es por comodidad, es autoafirmación”. Hoy se siguen divirtiendo como adolescentes en la obra de variedades que representan en Madrid hasta el próximo mes de abril, o en el estudio en el que Fangoria graba su próximo disco y donde juegan a poner canciones que les gustan.

Insisten en que son muy diferentes. “Mario es igual que mi madre, se tenían que haber casado ellos dos, yo en cambio soy muy para adentro”, comenta entre risas Alaska sobre su progenitora, América, cuyo reality también le dio fama a ella. Monógamos declarados, no se plantean abrir la pareja, y admiten que les gusta exponerse. “¿Quién no cuenta todo hoy en día? Mira Instagram. A mí me encanta, y si es bien iluminado, en un plató de televisión y que me paguen, mucho mejor. Reconozco que es arrogancia, pero eso te lo da que te importe un pepino lo que piensen los demás”, asegura Vaquerizo. Sin embargo, las críticas le han hecho tener que autocensurarse tras varias declaraciones polémicas. “Es una pena, lo políticamente correcto es lo único que me ofende hoy. ¡Es la Santa Inquisición, estoy hasta el coño!”, lamenta Mario. “¿Quién nos iba a decir en los años de la Transición que en el siglo XXI no se podría subir una imagen de La maja desnuda de Goya sin que te la censuren?”, añade Olvido.

Respecto a la pandemia, Mario aboga “por la precaución, pero no por el miedo. Quiero que volvamos a los conciertos, a las fiestas de los pueblos, que la gente se abrace, se bese, que todos los negocios puedan abrir y que a todo el mundo le vaya bien. Hay que vivir, aunque con medidas”, algo que comparte Alaska de cara a las Navidades. “Voy a poner el árbol, los belenes, visitar a mi familia, dentro de lo que permita la ley, porque quiero mantener una ilusión, la de que las cosas son como son, pero pueden volver a ser como eran”. Mario, que anuncia que prepara un segundo libro con Fabio McNamara, concluye con el deseo de festejar: “Si es con seis personas, pues con seis. Pero las cosas de la vida hay que seguir celebrándolas. Como nuestro aniversario de boda”.

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