El dulce negocio de los Fanjul, los adinerados ‘primos’ del rey Juan Carlos
La familia que hizo fortuna con la caña de azúcar tiene, entre otros negocios, un importante complejo hotelero de ultralujo en Santo Domingo
Una de las últimas intervenciones políticas que involucra a los hermanos Fanjul es el tratado comercial firmado recientemente entre México, Estados Unidos y Canadá, porque el azúcar siempre ha sido un caballo de batalla entre estos países vecinos. La caña de azúcar levantó el imperio de esta familia de origen español en Cuba durante la dictadura de Batista, hasta que Fidel Castro mandó parar y acabaron en Florida, donde compraron un ingenio. El clima de República Dominicana también les fue propicio para seguir el negocio, que prosperó y tendió sus ramas hacia los sectores inmobiliario y turístico. En la república caribeña son dueños de Casa de Campo, miles de hectáreas dedicadas al alojamiento de lujo, por las que han pasado famosos adinerados de todo el mundo, presidentes, artistas y reyes. Cuando, recientemente, Juan Carlos I salió del reino de España muchos pensaron que sería para viajar a la República Dominicana debido a la estrecha relación con los magnates del azúcar.
En este punto de la historia entra el nombre de Edelmira Ignacia Adriana Sampedro y Robato, condesa de Covadonga, una cubana de pelo charlestón y boquita roja que se casó con el hijo mayor de Alfonso XIII. El hemofílico renunció al trono para unirse a esta mujer sin corona nacida en Sagua la Grande cuyos padres tenían su origen en el norte de España. Eran propietarios de plantaciones de ingenios. Pero el matrimonio con el príncipe acabó en divorcio y no dejó descendencia. Edelmira era solamente tía abuela de los hermanos Fanjul, pero su relación con los Borbones ha estrechado lazos entre los reyes del azúcar y Juan Carlos I, que en ocasiones ha viajado a República Dominicana para visitar a esta suerte de primos que ofrecían uno de los mejores alojamientos del mundo.
El complejo turístico de ultralujo que los hermanos Alfonso y José, Alfy y Pepe, tienen en Dominicana es a las grandes fortunas como Disneylandia a los niños: un disfrute sin fin, donde han parado personajes tan conocidos como Beyoncé, Rafa Nadal o el presidente Bill Clinton, dicen las revistas que los persiguen. Contiene los mejores campos de golf, miles de villas de lujo, iglesia, teatros y todo lo que alguien acostumbrado a la mejor vida pueda desear.
Sabrina, la fenomenal película que protagonizan Audrey Hepburn y Humphrey Bogart, trata de una adinerada familia estadounidense que pretende casar a uno de sus hijos con la heredera del imperio de la caña de azúcar. Era la época en que los hombres elegantes, como Humpfrey, vestían aquellos anchos pantalones de raya diplomática que trepaban por encima de la cintura gracias a unos tirantes. En el mundo aristocrático, aunque no se luzca corona, las modas pasan de largo. Alfy y Pepe Fanjul todavía visten en las fotos esos pantalones bien altos, estilo Julio Iglesias. Detrás, un perro negro y un helicóptero que ya se va.
La familia siempre ha mantenido buenas relaciones con el poder político en todos los países. Uno demócrata y otro republicano, los dos hermanos han tenido línea abierta con los presidentes estadounidenses, a decir de numerosas publicaciones sobre ellos. Florida Crystals es una de las empresas azucareras más importantes del país. De la billetera Fanjul salieron algunos millones para festejar la llegada al poder de Donald Trump, pero en el mandato de Obama y su acercamiento a Cuba, vieron también los hermanos, antes acérrimos defensores del bloqueo económico a la isla, una posibilidad de volver a invertir allá. “Sí, me consta que lo estuvieron mirando, que viajaron, pero finalmente no encontraron garantía jurídica para la inversión, se les exigía asociarse con el Gobierno, que sería la parte mayoritaria…”, dice un industrial del azúcar mexicano que prefiere mantenerse en el anonimato.
El asunto dulce lo ha llevado sobre todo un yerno de Alfonso, Luis Fernández, bajo cuya batuta se invirtió en ingenios y refinerías en Inglaterra. “La Comunidad Europea estuvo muy molesta con ellos porque su empresa, Tate & Lyle, una de las grandes del azúcar en Europa, apoyó el Brexit, pensando quizá que así protegían su negocio, pero finalmente les fue mal”, sigue el industrial mexicano. Y también compraron negocios de azúcar en los países mediterráneos que resultaron ruinosos debido al cambio de legislación en Europa y la producción de remolacha”. Los Fanjul tienen cultivos de caña, además, en Veracruz y en Belice.
Pepe es el que lleva la parte inmobiliaria, sobre todo en Nueva York, a través de la firma Real Estate. No parece que la fortuna de los Fanjul, fijada por Bloomberg en más de 8.000 millones de dólares (6.800 millones de euros), se vaya a diluir en una taza de café de un momento a otro.
Discretos, no quieren que la mala fama caiga sobre ellos, pero el mundo de la alimentación está en estos tiempos más revuelto que nunca. Una serie documental de Netflix en 2018, Rotten, abordaba la mucha sangre, sudor y lágrimas que hay detrás de algunos de los imperios alimentarios más suculentos. A sweet deal (Dulce negocio) se tituló uno de los capítulos en los que la familia Fanjul no quería reconocerse. “Creo que demandaron y todo”, dice el empresario mexicano.
Los estrechos lazos de los hermanos, que son cuatro (hay que sumar a Alexander y Andrés), con Juan Carlos I, pusieron de inmediato sobre la pista de Santo Domingo, cuando el Borbón anunció que dejaba España, envuelto en escándalos fiscales, para no interferir en la jefatura de su hijo, Felipe VI. En el gran complejo hotelero de los Fanjul se puede montar a caballo, tiene playas privadas, villas de lujo para alojarse y cientos de palmeras que miran a las aguas cristalinas de la república.
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