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La paradoja y el estilo
Columna
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Revelaciones

Todavía creía en la imagen de los monarcas con una corona repleta de piedras brillantes y no con una visera dada la vuelta como el rey emérito

Pablo Rivero, en septiembre de 2019 en Madrid.
Pablo Rivero, en septiembre de 2019 en Madrid.Oscar Gonzalez (Oscar Gonzalez / Cordon Press)
Boris Izaguirre

Desde que el rey emérito se hizo migrante, muchos se preguntan si no habría sido mejor que participase como concursante estrella en MasterChef Celebrity. Siempre busco temas sobre los que escribir intentando no caer en el hastío o la repetición. Como pasa con esa suculenta foto del rey con gorra al revés acompañado por el hijo de su amiga Corinna, preparando una barbacoa en la finca de El Pardo. La verdad, me entró el apetito y me hizo sonreír otra vez cuando en un programa matinal defendieron el aspecto informalísimo con el que cazaron al monarca con el argumento de “mucha gente va así en sus casas”. Me quedé un poco contrariado por esa revelación, porque todavía creía en la imagen de los monarcas con una corona repleta de piedras brillantes y no con una visera dada la vuelta, más propia de algún miembro de la corte de Isabel Pantoja, la reina de la copla.

Pronto, la revista con mayor cantidad de informaciones curiosas, esas que a veces parecen auténticas revelaciones, publica estos días que Pablo Rivero, ese adorable actor y escritor que hemos visto crecer en Cuéntame, “revela que es gay y tiene un hijo con su pareja”. Las noticias sobre la comunidad LGBT que vienen acompañadas de la palabra “revela”, para mí, aún tienen un retintín innecesario. En el mundo heterosexual, no se revela sino que se anuncia, se confiesa, se declara o se oculta. En el caso de Pablo Rivero, igual que hace unos meses con otro Pablo, Pablo Alborán, la revelación tiene esa connotación de asombro, de uy, de vaya, de siempre lo supe y me alegro de que sea feliz. Hay gente que siempre me recuerda que yo soy una referencia de la normalización de la vida gay en España y cuando veo revelaciones como esta, la verdad que me paro delante del espejo y me pregunto: ¿De verdad? Es cierto, hemos avanzado mucho. Pero para mí, con la sinceridad que me está dejando la pandemia, cuando de verdad esté normalizada la homosexualidad será cuando la revelación sea que ni Pablo Rivero, ni Alborán, ni yo mismo necesitemos ir acompañados de la palabra revelación. Y que Pablo y su pareja decidan ser familia numerosa, como la de Jude Law.

Otra revelación en Pronto es que el chef inglés Darren Grey, que cocinó en Buckingham Palace durante 11 años, cuenta que la reina Isabel jamás bebe agua del grifo. Vaya, nunca hemos pensado que lo hiciera. Sabemos que es pelín tacaña pero entendemos que apaga todas las luces de su palacio porque en el fondo está más concienciada ecológicamente que el resto de nosotros, por la tabarra que le da su hijo Carlos. Pero claramente no te imaginas jamás a la reina abriendo el grifo y poniéndose ella misma un vaso de agua clorada. Pese a esto, el chef continúa con sus revelaciones: Isabel II desayuna siempre lo mismo. ¿Siempre en los 70 años de su reinado? Yes, indeed. Y en ese desayuno bebe té, con un punto de leche y sin azúcar, acompañado de galletas con mermelada de frambuesa y cereales Special K, que son menos longevos que la reina. Deben existir tan solo desde hace 20 años, lo que a mi criterio, desluce un poco más estas revelaciones. Sí, me quedo con lo de que hay que desayunar lo mismo todos los días durante más de 50 años. Toda la gente que conozco que siempre come lo mismo, tiene mejor piel, es más divertida y jamás aburre. Es más, la verdadera gran revelación es cuando decides cambiar de menú y todo se va al garete. Sino, preguntadle al rey emérito. O a Corinna, por la barbacoa.

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