La princesa Basmah pierde el contacto con sus hijos tras pedir clemencia al rey de Arabia Saudí
Las llamadas semanales se interrumpieron hace un mes cuando se publicó la carta abierta en la que la sobrina del monarca denunciaba su detención
Encarcelada y enferma, la princesa Basmah ha visto cortadas las comunicaciones con sus hijos a raíz de la carta abierta a su tío el rey Salmán de Arabia Saudí en la que pedía ser liberada. “No han vuelto a tener noticias suyas desde el 17 de abril, al día siguiente de que la oficina de la princesa difundiera la misiva”, confía a EL PAÍS una persona cercana a la familia. Las autoridades saudíes mantienen el más absoluto silencio respecto al caso y se desconoce qué motivó la detención de la hija menor del fallecido rey Saud, en marzo del año pasado, cuando se disponía a viajar a Suiza para recibir tratamiento médico.
“La familia teme por su vida”, explica esa amistad que asegura que los responsables de la cárcel no permiten que sus hijos le envíen las medicinas que necesita. “Dicen que le dan algo equivalente, pero le pusieron una inyección equivocada y le afectó a la cabeza”, añade tras recordar que Basmah Bint Saud, de 56 años, está operada de colon, tiene problemas renales y de corazón. A ello se añade el riesgo de contraer la covid-19 en prisión. Los hijos están al tanto de esas vicisitudes porque, tras el silencio inicial que siguió a su detención, han estado recibiendo llamadas semanales suyas. Hasta la publicación de la carta.
Después de meses de rumores sobre su encarcelamiento, la cuenta de Twitter de Basmah se reactivó repentinamente el pasado 16 de abril con una misiva en la que aseguraba haber sido “secuestrada” y “recluida de forma arbitraria” junto a su hija Suhoud, de 28 años. Pedía ayuda al rey y al heredero, el poderoso príncipe Mohamed Bin Salmán, en consideración al grave deterioro de su salud. La cuenta de la Oficina de Relaciones Públicas de la princesa en esa misma red confirmó la autenticidad del texto y lo retuiteó, en árabe y en inglés.
Al día siguiente, Samaher, la menor de las hijas, cumplía 25 años y esperaba una llamada. No se produjo. Su último contacto tuvo lugar el 13 de abril, aunque en realidad sólo habló con su hermana porque su madre no tuvo con fuerzas para desplazarse hasta la sala donde se encuentra el teléfono. Fue Suhoud quien comunicó a sus hermanos que había casos de coronavirus dentro de la cárcel. Basmah tiene además otros tres hijos: Saud, Sara y Ahmed. Según la persona próxima a la familia, Ahmed, el benjamín, ha acudido media docena de veces a la prisión para preguntar por la princesa, sin lograr noticias.
También desaparecieron de las dos cuentas de Twitter vinculadas a ella la carta que había dirigido al rey y los mensajes que la acompañaban. Fueron hackeadas, explica un mensaje escrito diez después cuando volvieron a estar activas. De inmediato, reanudaron la campaña con una misiva de contenido similar en la que Basmah apela al espíritu de Ramadán, el mes de ayuno en el calendario islámico, para pedir clemencia. Ni ella ni su hija Suhoud han sido acusadas públicamente de ningún delito.
“Hasta hoy no tenemos la menor idea de por qué fue detenida”, asegura la fuente que menciona la “proyección internacional de la princesa”, “envidias de alguna de sus hermanas” y un intento de recuperar su parte de la herencia paterna que habría chocado con quienes se la quedaron. “Descubrió corruptelas de hombres importantes y han maniobrado para silenciarla”, añade sin facilitar pruebas concretas.
Desde que el príncipe Mohamed tomó las riendas del poder, han sido numerosas las detenciones de quienes se han mostrado críticos, incluidos una docena de príncipes. Varios de ellos habían tenido cargos importantes al frente de las agencias de seguridad, como gobernadores o en los negocios. La princesa no encaja en ese perfil. Además, ha sido encerrada en Al Hair, una cárcel conocida por albergar a criminales y yihadistas, frente al habitual arresto domiciliario que solía emplearse con las mujeres de la familia real.
De la fragmentaria información disponible, se desprende que Basmah ha quedado atrapada en una querella familiar en la que su papel no está del todo claro. Ella siempre fue una princesa diferente, profesionalmente activa y con una inusual presencia en los medios de comunicación. Tal vez influyera el hecho de que la menor del centenar de hijos del rey Saud nació poco antes de la muerte de éste y creció entre Beirut y Londres, al lado de su madre siria. Aunque tras su boda con un prominente saudí en 1988 se instaló en el Reino del Desierto, después de divorciarse en 2007 empezó a escribir artículos para diversos medios, emprendió varios negocios y volvió a la capital británica.
Su denuncia de la corrupción y las desigualdades económicas en Oriente Próximo le dieron cierta fama de “abierta y mediática”, aunque nunca criticó a la familia real de la que se sentía parte. Pero esa actividad se hizo más complicada cuando regresó de nuevo a Arabia Saudí hace cuatro años. Una entrevista con la BBC en enero de 2018 en la que hizo un llamamiento al fin de la intervención en Yemen es su última aparición pública. Fue detenida en la noche del 29 de febrero al 1 marzo del año pasado, justo el día de su cumpleaños.
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