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La resurrección de Suzanne Mubarak, antigua ‘reina’ de Egipto

Primera dama durante 30 años, la esposa del fallecido dictador depuesto en la revolución de 2011, ha recibido el reconocimiento público del presidente Al Sisi en unos funerales de Estado

El fallecido dictador egipcio, Hosni Mubarak, y su esposa Suzanne, en 1984.
El fallecido dictador egipcio, Hosni Mubarak, y su esposa Suzanne, en 1984.Régis BOSSU (Sygma via Getty Images)
Juan Carlos Sanz

Ella siempre lo negó, pero durante los 30 años en los que ostentó el poder omnímodo de un faraón, su marido, el recientemente fallecido presidente Hosni Mubarak, Suzanne Saleh Sabet, por sus apellidos de soltera, ejerció como verdadera reina en la sombra de Egipto. En 2002 inauguraba con gran boato junto a las consortes española y hachemí, Sofía de Grecia y Rania de Jordania, la renacida biblioteca de Alejandría. Nueve años después tuvo que abandonar protegida por sus guardaespaldas el palacio presidencial tras la revolución de la plaza de Tahrir de El Cairo que derrocó al dictador.

“Nunca intervine en el Gobierno, no tuve que ver nada con la política”, declaraba Suzanne Mubarak en 2015 a un periódico kuwaití para romper el silencio que le impuso la primavera árabe. Antes tuvo que permanecer detenida en un hospital militar acusada de corrupción y devolver al erario público más de tres millones de euros y un palacete en Heliópolis, el distrito más acomodado de la capital egipcia, para quedar en libertad.

Apenas volvió a saberse de ella. Salvo por las escasas fotos familiares que sus nietos aireaban en las redes sociales, la antigua reina de Egipto cayó en el olvido hasta el sepelio de su marido. Hace apenas tres meses, su familia expresaba preocupación por su ingreso en la Unidad de Cuidados Intensivos de un hospital cairota. Pero la semana pasada, el actual presidente egipcio, el antiguo mariscal del Ejército Abdelfatá al Sisi, le dio personalmente el pésame en el funeral de Estado en el que se rindieron honores militares al depuesto mandatario, en un gesto que venía a rehabilitar ante la sociedad egipcia a la familia del dictador.

Corría septiembre de 2004 cuando la entonces primera dama indiscutida del país del Nilo ocupaba el lugar más destacado en un debate celebrado en un lujoso hotel de El Cairo. En el acto se escenificó el meteórico lanzamiento de la carrera política de su hijo menor. Secretario político del partido gubernamental fundado por su padre, Gamal Mubarak se presentaba ante una audiencia de diplomáticos y periodistas extranjeros, entre ellos este corresponsal, como la cara amable de un régimen opresivo y delfín de la dinastía faraónica que pretendía instaurar su madre.

Gamal, que hoy tiene 56 años, y su hermano Alaa, de 59, acabaron como su padre ente rejas. Los tres fueron juzgados y condenados por desvío de fondos públicos a tres años de prisión. Las investigaciones sobre la fortuna del clan de los Mubarak elevaron a más de 300 millones de euros los fondos depositados en el extranjero, así como numerosas propiedades en Nueva York, París o Londres.

En el subconsciente colectivo de los 100 millones de egipcios, la larga dictadura de Hosni Mubarak se asocia hoy a una era de estabilidad frente a los sobresaltos de la revolución de Tahrir y el golpe militar que derrocó dos años después al islamista Mohamed Morsi, el primer presidente elegido en unos comicios plurales y también el único civil que ha ocupado el cargo desde 1952 en Egipto. Para muchos, Suzanne sigue siendo mamá Mubarak, la primera dama que encabezó campañas de alfabetización y de control de la natalidad en su país, y que recibió el reconocimiento de organismos internacionales por sus acciones filantrópicas.

Desde la izquierda: Carolina de Mónaco, Noor de Jordania, Suszanne Mubarak y la reina Sofía en una conferencia de la Unesco en Egipto, en 1990.
Desde la izquierda: Carolina de Mónaco, Noor de Jordania, Suszanne Mubarak y la reina Sofía en una conferencia de la Unesco en Egipto, en 1990.Alexis DUCLOS (Gamma-Rapho via Getty Images)

Como trasunto egipcio de Carmen Polo, la esposa del dictador Francisco Franco, Suzanne fue también la refinada joven provinciana, hija de un médico local y una enfermera británica, que contrajo matrimonio con un militar que acabaría haciendo carrera en la guerra. La ofensiva contra Israel que Mubarak dirigió como jefe de la Fuerza Área en 1973, le valió la consideración de héroe nacional y el título de vicepresidente. A la muerte de Anuar el Sadat en 1981, en un atentado en el que él mismo resultó herido, fue cooptado como jefe del Estado por sus compañeros de armas. A partir de entonces, Suzanne acentuó un perfil elitista y occidentalizado de primera dama que se codeaba con casas reinantes y mandatarios de grandes potencias. La educación en la Universidad Americana de El Cairo, donde se graduó en Sociología, y un refinado acento inglés le abrieron las puertas de palacios y foros internacionales.

Sus numerosos detractores entre la acallada oposición liberal y la proscrita Hermandad Musulmana la acusaron de haberse convertido durante décadas en una figura esnobista y aristocrática que vivía de espaldas al pueblo, pese a la propaganda oficial de sus iniciativas altruistas. Pero sobre todo fue señalada por haber ejercido en la sombra como reina con temible influencia para designar y destituir ministros. Su antojo de fundar una nueva dinastía faraónica con su familia –al margen de la casta castrense encumbrada en el poder desde hace cerca de siete décadas por el golpe del coronel Gamal Abdel Nasser–, es visto como una causa principal de la caída de Mubarak en la revuelta de Tahrir, que fue contemplada con inusual pasividad por el Ejército. Ahora vuelve su imagen al escenario público de la mano de otro caudillo militar.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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