Cuestión de mesas
Estos días hemos oído hablar mucho de mesas, gracias a la mesa de diálogo. Siempre he defendido que la manera en que vistes y organizas tu mesa dice montones de cosas sobre ti
Estos días hemos oído hablar mucho de mesas, gracias a la mesa de diálogo. Siempre he defendido que la manera en que vistes y organizas tu mesa dice montones de cosas sobre ti. Y las vajillas, los cubiertos, las servilletas también hablan. Igualmente la manera en que sientas a tus invitados. Mi hermana defiende que hay que respetar a rajatabla la fórmula chica, chico, chica, chico. Que las parejas no se sienten juntas. Y que si hay un soltero hay que hacerlo lo más deseado posible y sentarle cerca del sitio de honor.
Pero la mesa del dialogo, me temo que ha sido rectangular y larga, el peor tipo de mesa para una conversación común y fluida. Recuerdo una cena en honor a Eva Mendes en un antiguo club de Madrid. Nos sentaron codo con codo en una mesa redonda, Mendes tenía un problema con su Calvin Klein, un escote palabra de honor que no hacía más que resbalarse amenazando con dejar uno de sus senos al desnudo. Cuando intenté resolver ese delicado asunto, un célebre torero me hizo un gesto para que me quedara quieto. El público masculino presente deseaba que la tela se deslizara del todo y eso produjo un estimulante diálogo de miradas. Pero Eva se levantó, sujetando el vestido con ambas manos sobre su pecho y fue al baño a cambiarse. Nada parecido sucedió en la mesa de diálogo pero me apeteció precisar que la única mesa aceptable es la redonda. U ovalada.
Hay que ir hacia lo circular. Antes o después todos los círculos se cierran. Que en mi opinión es lo que se ha conseguido con la sentencia a Harvey Weinstein. Por el tipo y cantidad de los delitos muchos piensan, decepcionados, que es una pena leve. Una sentencia que, estoy convencido, ha sido meditada, consensuada en mesas importantes, sienta jurisprudencia y hace más difícil la impunidad del abuso o el acoso. En ese sentido es un triunfo para todos. Un círculo que, al fin, se ha cerrado con esos 29 años de sentencia.
Tras la sentencia del caso Weinstein, vino la disculpa publica de Plácido Domingo a las mujeres que pudiera haber acosado, tras las acusaciones de más de 20 mujeres alegando un sistema de abuso o acoso mantenido durante años en el ámbito laboral. No gustó esta noticia porque destrozaba en nuestra cara a uno de los principales rostros del orgullo nacional. Es incómodo. Y triste. Algunos de los que defendieron en los medios a Domingo han ofrecido explicaciones, a través de Twitter. No debió ser fácil, no hay nada peor (ni más necesario) en la vida pública que retractarse. Qué lamentable cuando alguien que admiras, que te representa, deja de serlo. Con todo eso, la sensación que reitero es que a partir de ahora, es más difícil quedar impune por abusar de alguien solo porque es mujer.
Con esa sensación acudí a la XI entrega de premios Mujer Hoy, en parte porque las homenajeadas eran mujeres admirables: la selección española de balonmano, apodadas Las Guerreras, que vestían pantalones como el cardiólogo Valentín Fuster, la actriz Paz Vega y Elena Ochoa, mecenas, galerista y quizás la mujer con más estilo propio en un país donde dialogan muchos estilos propios. Los premios los presentó Aitana Sánchez Gijón, lúcida y perfecta. El equilibrio sobre tacones, entre una voz sabia y un rostro repleto de belleza. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, absolutamente encantada de que en su lugar de trabajo se celebrase un premio, un party. Mientras que paseaba sensual entre sus invitados, alguien comentó: “El traje de la presidenta parece un Klimt”. Inmediatamente, afearon el comentario. “En casa de la anfitriona no se critica su indumentaria”. Pensé que habría más diálogo pero solo hubo silencio melodramático, por eso, cuando Ochoa subió a recoger su premio mi grito de ¡Bravo! rebotó tanto en las pétreas paredes del recinto. Paz Vega dedicó su premio a las mujeres del pasado, “que no tuvieron las herramientas que nosotras disfrutamos”; Ochoa prefirió ofrecerlo a las mujeres del futuro. Y dejó claro que siempre incluye en sus triunfos a “los hombres que nos han amado, porque nos han dado mucho”. Se sumaron varios bravos. Cuando nos despedimos a la salida, felicité a Ochoa y le sugerí que el próximo premio se lo dedicara a esos hombres que la han amado pero que agregara los que van a amarla, como yo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.