Farinetas de trigo y maíz, las gachas aragonesas que engañaron al hambre

Preparamos una nueva versión de este plato tan popular en épocas de escasez acompañándolo con tomate, melón y cebolla en crudo y un refrito de ajos, panceta y pimentón

La panceta le da el toqueClaudia Polo

En todos los rincones del mundo se descubrió que la harina de cereales y legumbre, indigesta en crudo, si se remojaba y se exponía a una larga cocción, se convertía en una fuente de alimento nutritiva y disponible. De ahí que todas las culturas gastronómicas cuenten con algún tipo de gacha o miga. Este recurso fue uno de los más utilizados en épocas de escasez, ya que solo requiere de harina y agua para elaborarlas y son muy saciantes. Es por eso que las farinetas en Aragón, las gachamigas del sudeste español, las gachas de almorta o las poleás, sean preparaciones asociadas al mundo rural y a los años de hambruna.

Dicho esto, nunca está de más recordar de dónde venimos, conocer aquello que alimentó a quienes nos precedieron. Mi abuela recordaba con cariño esas farinetas, que ya de mayor se hacía de vez en cuando con un poco de leche y azúcar. Y hoy me encuentro yo, viendo cómo puede esta elaboración ubicarse en mi menú. De forma resumida, una farineta es una crema densa hecha a base de harina, cocida durante largo rato. Podría compararla con una bechamel, solo que elaborada exclusivamente con agua y con una proporción mayor de harina.

La versión más humilde de las farinetas lleva exclusivamente aceite o sebo, harina, agua y sal. A veces, por si era poco trigo, se les ponían encima unos tostones de pan frito. Sin embargo, hablando sobre este plato, mujeres y hombres de Belchite y Letux, pueblos de la provincia de Zaragoza, me contaban que en los mejores días, las terminaban con unas chichorras –los trozos crujientes que quedaban al fundir y filtrar la manteca de cerdo–, les ponían unos ajos o un poco de pimentón. En las casas que había dinero, les añadían azúcar.

Esta parte de la misma base, pero incorporando algunos elementos que las hagan algo más interesantes. Como tienen algo que me recuerdan a las migas -distintas formas de resolver el mismo problema-, voy a acompañarlas con melón, cebolla dulce y tomate en crudo, para que los bocados sean más ligeros; por encima, un refrito de ajos, panceta y pimentón. La textura y la forma de servirlas puede recordar a la polenta, así que puede utilizarse de forma similar: con unas verduras por encima, un guiso de carne o setas.

Dificultad: Media, que hay que darle muchas vueltas a la olla

Ingredientes

  • 4 cucharadas soperas de harina de trigo
  • 2 cucharadas soperas de harina de maíz
  • 150 g de panceta
  • 5 dientes de ajo
  • Sal
  • Aceite
  • Un litro de agua
  • Pimentón
  • Melón, cebolla dulce y tomate para acompañar

Instrucciones

1.

En una cazuela freír la panceta en trozos pequeños. Retirar y dorar los ajos, y ya fuera del fuego añadir una cucharadita de pimentón. 

2.

Retirar el aceite y los ajos y añadir las harinas a la misma cazuela. Mezclar bien e ir incorporando agua sin dejar de remover con una cuchara de madera. 

3.

Añadir sal y seguir removiendo y añadiendo agua poco a poco. Cocinar durante unos 20 o 30 minutos, hasta que la textura sea densa, pero pueda cogerse con cuchara, y la masa no sepa a harina cruda. Corregir el punto de sal. 

4.

Picar la cebolla dulce, el tomate y cortar el melón. 

5.

Servir en una fuente con el refrito de ajos y panceta por encima y los acompañamientos aparte. 

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