Mejor de cerca: productos en los que deberíamos apostar por la proximidad
Aunque los alimentos que importamos sean perfectamente comestibles, hay ciertos productos que, si los compramos de cercanía, ganamos en sostenibilidad y apoyamos a productores y variedades locales.
Quizá te has encontrado alguna vez con unos garbanzos que, en vez de en Castilla y León, están empadronados en una pedanía de Toronto. O has visto unas fresas que proceden de los Andes, y no de Huelva, e incluso espárragos con más kilómetros encima que Carlos Sainz. La reacción natural en esos casos es echarte las manos a la cabeza y dudar si meterte en una organización ecologista o en la de la Marca España. Es normal: hay alimentos concretos cuya sostenibilidad y calidad mejora si se consumen de proximidad. Los frutos rojos onubenses, las legumbres castellanas o los espárragos de Granada son un ejemplo de ello. No es patriotismo, es que es así.
Entonces, ¿por qué importamos alimentos que tenemos en nuestro país? “A menudo se trata de productos más baratos para el consumidor o más rentables para el productor. Resulta sorprendente, pero hay que considerar que en algunos países los costes de producción son muy bajos”, recoge el doctor en tecnología de alimentos Miguel Ángel Lurueña en su libro Que no te líen con la comida. “También influyen factores como la disponibilidad. Por ejemplo, si en España queremos comer cerezas en diciembre, tenemos que importarlas de países como Argentina. Otra de las razones es que la producción nacional no es suficiente para atender la demanda”, ilustra Lurueña.
Esta fruta, verdura o legumbres recogida en otros países, por si a alguien le quedan dudas, no suponen ningún riesgo para la salud. “Pensamos que son menos seguros, pero en realidad no deberíamos preocuparnos por este aspecto. Todos los alimentos que se comercializan en la Unión Europea, también los que proceden de terceros países, deben cumplir la legislación comunitaria”, explica Miguel Ángel Lurueña en su obra. Pero aunque los productos que nos llegan de afuera sean perfectamente comestibles, hay muchos motivos para apostar por alimentos de cercanía.
Fresas de Huelva: el factor de la sostenibilidad
“Las diferencias entre productos de España y de afuera no tienen que ver con la calidad nutricional, ya que, si las hay, son irrelevantes. Pero me parece fundamental consumir de proximidad por una razón de sostenibilidad”, dice Beatriz Robles, dietista-nutricionista y tecnóloga de alimentos. En el caso de los productos perecederos esta cuestión es importante, porque, tal y como explica en este artículo el experto en nutrición Juan Revenga, “aunque el impacto relativo del transporte es pequeño en la mayor parte de alimentos, hay una excepción: los que viajan en avión. Son casi siempre muy perecederos -de ahí que se utilice este medio de transporte- y su huella de carbono es muy significativa”.
Las fresas, por ejemplo, son bastante delicadas, así que, cuanto más cerca esté su lugar de cultivo, mejor. “Teniendo en cuenta que lo deseable es que se coja madura de la mata, tiene mucho sentido consumir fresas de proximidad”, comenta la editora comidister Mònica Escudero. Además, en Huelva está la principal zona de producción de frutos rojos a nivel nacional y una de las más importantes de toda Europa. Lo tenemos bastante fácil para dejar tranquila en este tema a la pobre madre Tierra, la verdad.
Espárragos de Granada: las ventajas de consumir de temporada
A muchos nos encantan los espárragos verdes. Muchísimo. Pero como ocurre con los polo-flash, podemos sobrevivir nueve meses sin comerlos. Su temporada en nuestro país -la de los espárragos, no la de los polos- es muy corta, de marzo hasta mayo, pero es precisamente en esos meses cuando podemos atiborrarnos de ellos en su fecha óptima de consumo.
Asimismo, tal y como escribe en este artículo Ana Vega Biscayenne, “la temporalidad implica no sólo un despiporre gustativo sino una importante rebaja en el precio: no es lo mismo comer naranjas recién cogidas de un árbol que pagar su transporte desde otro continente”. En el caso de los espárragos, más allá de la temporada en España, provienen en su mayoría de Perú (con la huella de carbono que ello conlleva). Total: que si los tomas en los meses de primavera, no solo pueden estar más ricos, quizá también hasta te ahorras unos euros.
“Es muy importante respetar la temporalidad del espárrago. Su producción tiene una temperatura óptima, que es entre 20 y 25ºC, y si se sale de ahí, la calidad varía”, explica David Aguilera, técnico de calidad en la cooperativa de Los Gallombares, situada en Loja (Granada) y que provee del 80% de espárragos a Carrefour. Una zona muy importante de producción, ya que, según la web Soy de Temporada, el 58,74% de todo el cultivo nacional de esta verdura se ubica en esta provincia andaluza.
Pimientos del piquillo de Lodosa: apuesta por las variedades autóctonas
Otro de los puntos positivos que tiene comprar alimentos de cercanía es que en ocasiones estamos apostando por variedades propias de nuestro país. “El pimiento del piquillo de Lodosa es un ecotipo autóctono de Navarra y su particularidad más importante es la variedad, por supuesto, así como la zona de producción, que se limita a solo ocho pueblos”, afirma Itziar Inza, coordinadora de promoción de Reyno Gourmet. “Por último, tienen la particularidad de que se asan a la llama directa, es decir, se quema el exterior y se pelan sin tocar el agua”, añade Itziar.
Este pimiento navarro cuenta con su propia Denominación de Origen, lo que garantiza no solo que procede de alguna de las ocho localidades registradas en el reglamento, sino también unas grandes cualidades organolépticas de la materia prima y del producto final. “Una Denominación de Origen tiene unos controles brutales no solo en nuestra comunidad, sino en Madrid y luego en Europa. ¿Son productos más caros? Claro. Pero también cuesta mucho más su producción, y es un distintivo de calidad”, apostilla Itziar Inza.
Aguacates o mangos andaluces: apoyo a los productores locales
En España no solo cultivamos peras o melocotones: también tenemos, aunque no te lo creas, aguacates, mangos, papayas o lichis. En la Costa Tropical de Granada y en la Axarquía malagueña se dan las condiciones ideales para producir estas frutas exóticas, que por lo general pensamos que vienen de una aldea recóndita de la Conchinchina.
Si compras alguna de estas frutas de origen andaluz, estás apoyando a productores locales como Antonio Cereto, propietario de la empresa Aguacates Cereto, ubicada en Nerja (Málaga), a quien la introducción en su zona de estos cultivos le cambió la vida: “Aquí antes solo se sembraban patatas y boniatos, pero aquello era una ruina. El aguacate llegó a finales de los setenta de la mano de un inglés, a él le siguieron otras personas que tenían mucho terreno de campo, y vimos que era más rentable que lo que cultivábamos”, cuenta Antonio. Medio siglo después de la llegada de aquel británico, Antonio Cereto produce hasta 50 toneladas de este fruto y unas pocas -muchas menos- de mangos en el mismo lugar en el que se rodó Verano Azul.
Legumbres de Castilla y León: la calidad de nuestra tierra
El caso de las legumbres es diferente al de los aguacates: en nuestro país se han sembrado leguminosas desde hace siglos, y su consumo está muy extendido. Y tan generalizado está, que comemos más de las que producimos. Miguel Ángel Lurueña lo explica así en su libro: “Según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, en España consumimos en 2017 en torno a 42.100 toneladas de lentejas, pero solamente se cultivaron unas 24.400 toneladas, así que hubo que importar el resto, algo que se hace normalmente de países como Estados Unidos o Canadá”.
Aunque la dependencia de importación no debe hacernos obviar que en los campos de Castilla se recogen legumbres de altísima calidad. “La interacción entre unos suelos muy fértiles y la climatología que tenemos en esta zona, da unos garbanzos, lentejas y judías fantásticos y de variedades autóctonas, de las de toda la vida. Todo esto hace que el sabor sea tan bueno”, declara Nicolás Armenteros, director técnico de Legumbres de Calidad.
Según Nicolás, durante la crisis de 2008 se redujo la compra de legumbres castellanas porque tienen un precio un poco más elevado, “pero en los últimos años ha crecido la venta de estos productos con Indicación Geográfica Protegida”. “El hecho de que también estemos en grandes superficies, más a disposición del consumidor, le está dando valor a la singularidad de nuestras legumbres”, afirma Armenteros. Muchas veces lo tenemos tan cerca, que no nos damos cuenta de su valor.
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