¿Es el cachopo un vulgar sanjacobo?
Milagro de la cocina asturiana para unos, ordinariez sin tradición para otros, el cachopo se ha convertido en un fenómeno gastronómico. Viajamos a Asturias para desentrañar el enigma, y nos encontramos más de una voz crítica.
Coge un filete de ternera bien grande. Ponle encima jamón, queso o hasta verduras si eres un vegano en el armario. Tápalo con otro filete. Empánalo y fríelo. Ya tienes un cachopo, el plato más exitoso de la cocina asturiana desde la fabada. Esta brutalidad lleva dando guerra unos cuantos años, pero recientemente ha vivido una explosión sin precedentes fuera de su hábitat natural. Se han publicado guías del cachopo, se han hecho jornadas del cachopo en Madrid e incluso se ha exportado el plato a lugares remotos como México, Canadá o Estados Unidos.
Sin grandes esfuerzos mentales, uno podría relacionar el fenómeno con la crisis: el cachopo es relativamente barato, se puede compartir entre varios y posee la capacidad de llenar al más voraz. ¿Pero hace honor a su fama? ¿Es un triunfo de la cocina popular o una ordinariez para tragaldabas? ¿Una genialidad o un vulgar San Jacobo hipermusculado? ¿Tiene auténticas raíces en la tradición o proviene de la época dorada de la comida viejuna, es decir, de los setenta? ¿Es algo de lo que los asturianos deberían estar orgullosos o más bien avergonzados?
Para responder a estas preguntas, viajamos hasta Asturias, donde Los Cachopers, un grupo de "chigreros, pufistas, mods, fartones y kinkis en general" que admiran de este plato nos llevaron hasta personas que podían responderlas, como los cocineros Pedro Morán, Nacho Manzano y Gonzalo Pañeda o el periodista Rubén Galdón. Si quieres saber qué nos contaron, quién habló bien o mal del invento, y si éste nos convenció finalmente, mira el vídeo, que nos ha quedado más nutritivo que un cachopo de metro y medio.