Bizcocho de yogur, mango y anacardos
La experimentación tiene sus límites. Ésta viene a ser la lección aprendida el pasado fin de semana, en el que me dediqué a hacer un rato el monguer en la cocina maquinando la preparación de un pastel de mango que revolucionaría el panorama culinario actual. Ajeno a toda sensatez, quise innovar en un terreno en el que no soy especialmente ducho, el de la repostería, y al final no me quedó más remedio que aceptar que, a veces, las cosas hechas a la manera clásica salen mejor. Al menos cuando no eres un crack de las masas, como es mi caso.
Los hechos transcurrieron de la siguiente forma: tras triunfar hace un mes con fantástico un pastel de chocolate elaborado al vapor en olla a presión, me dije a mí mismo: ¿por qué no ir más allá y probar con uno de frutas y frutos secos? Debo reconocer que no sólo la imaginación me empujó a dicha idea, sino también la necesidad de dar salida a un mango deshidratado que me traje de Burkina Faso cuando estuve haciendo el vídeo de Alimentos con Poder para Oxfam Intermón, y que me dice "hola" cada mañana en la cocina sin saber yo qué contestarle.
Aplicando una fórmula similar a la del pastel de chocolate, introduje como ingredientes el mango seco (levemente rehidratado en agua hirviendo) y unos anacardos picados, y suprimí el cacao en polvo para que no se comiera el sabor de la fruta. Quizá no puse bien las cantidades del resto de los elementos, quizá el mango hizo de las suyas, quizá el vapor no le cayó bien o quizá el tiempo de cocción no fue el indicado, pero lo que salió de la olla era una masa chorreante de grasa, mal cocida, blandurria y a todas luces incomestible.
Humillado pero no rendido, decidí insistir. Mi instinto me decía que el yogur, el mango y el anacardo eran un trío ganador para cualquier pastel, así que repetí el proceso ajustando cantidades y reconsiderando procedimientos. Reduje la cantidad de aceite, aumenté la de harina, encendí el horno y aparqué la olla a presión hasta la siguiente locura. El resultado fue un bizcocho ultrajugoso, tan parecido a un pastel que se puede comer perfectamente como postre sin sentir una necesidad imperiosa de mojarlo en el café o el colacao.
Si no encuentras mango seco por ninguna parte, cosa bastante probable por no ser un producto demasiado popular en España, tienes dos salidas: usar mango fresco, pasándolo un poco por el horno para que pierda el exceso de agua, o tirar de la fruta deshidratada que te salga del higo deshidratado.
Dificultad
Nivel jardín de infancia.
Ingredientes
- 150 g de mango deshidratado (o 200 de mango fresco pelado y cortado en láminas)
- 75 g de anacardos
- 200 g de yogur
- 250 g de harina
- 120 g de azúcar integral de caña
- 80 ml de aceite de girasol u oliva suave
- 2 huevos
- 1 cucharadita de levadura química (tipo Royal)
- 1/2 cucharadita de bicarbonato sódico
- 1 cucharada de ron añejo
- 1 pizca generosa de sal
- Mantequilla
Preparación
1. Precalentar el horno a 180 grados.
2. Si se usa mango seco, ponerlo en un cazo con agua hirviendo unos 5 minutos, para que se rehidrate ligeramente. Si se usa mango fresco, ponerlo en una bandeja de horno cubierta con papel de ídem, y secarlo unos 15-20 minutos en el mismo vigilando que no se queme.
3. Si los anacardos son salados, lavarlos con agua. Picarlos.
4. Mezclar en un bol grande el aceite, el yogur, los huevos y el azúcar, sin batir demasiado. Añadir los anacardos y el mango también picado con cuchillo o levemente triturado.
5. En otro bol, mezclar la harina con la levadura, el bicarbonato y la sal. Incorporarla a la mezcla anterior e ir juntando con una espátula haciendo movimientos envolventes, sin trabajar demasiado la masa.
6. Verter la masa en un molde para bizcochos previamente engrasado con mantequilla (si es de silicona, no hace falta). Hornear unos 35 minutos hasta que esté hecho (probar pinchándolo con una brocheta o cuchillo en el centro: si sale limpio, está; si no, hornear 5 minutos más y repetir la operación).
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