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Crisis mentales como asignatura

Los docentes reclaman más tiempo para trabajar la prevención y medios especializados que permitan atender el repunte de casos que afecta a la juventud

Extra Colegios 05/03/23 Crisis mental
Halfpoint Images (Getty Images) (Getty Images)

Ni los psicólogos educativos ni el profesorado estamos formados para abordar este tipo de casos”, explica Ana Martín, psicóloga y orientadora de IES en la Comunidad de Madrid, al valorar el caso de las dos gemelas de Sallent (Cataluña) que el mes de febrero intentaron quitarse la vida. “Nos derivan casos de salud mental y tenemos que gestionarlo, derivarlo, hablar con la familia, asegurarnos que tienen red de apoyo y controlar que no le pase nada en el instituto… pero nos faltan medios”.

Difícilmente se cuela la luz por las grietas cuando hablamos de estigmas. Es lo que ha pasado con la salud mental infantojuvenil hasta que un colapso del sistema y el aumento de casos (dos variables ligadas) han hecho imposible mantener el tabú. Crecer saludablemente —un informe de Save the Children de finales de 2021—, además de identificar problemas y retos de la salud mental a edades tempranas, señala la sobrecarga del sistema de salud y la falta de medios en los centros educativos. También resalta la brecha de desigualdad para acceder a recursos básicos, lo que hace que la escuela tenga que diversificar y tapone una de sus funciones básicas: la prevención.

“Hay que descargar al personal docente y orientador de la presión que sufren. La atención primaria está colapsada, el acceso al especialista público puede retrasarse más de un año, faltan recursos por todas partes y la prevención es clave. Si no tienen tiempo para ello, el bloqueo es evidente”, resume Alexander Elu, de Save the Children. “Desde la primera infancia a la adolescencia deben tener programas propios de prevención del suicidio, de acoso escolar, cuidar la salud emocional”.

La prevención se impuso por ley en la LOGSE de 1990, ante la evidencia de que “adelantarse evita problemas de salud mental y de conducta, y también evita costes en el sistema de salud, pero es difícil para los centros, por falta de tiempo y recursos”, detalla Martín. En efecto, el sistema cuenta con varios perfiles dentro del departamento de orientación, como trabajadores sociales y otras figuras con jornadas más breves; pero esta psicóloga demanda “departamentos de orientación con más tiempo y más medios”. Al mismo tiempo, plantea que exista colaboración con psicólogos clínicos.

“No es competencia de los colegios ofrecer terapia, pero algo habrá que hacer; no solo está colapsado el sistema público, también el privado; no podemos mandarles a un especialista porque no hay”, lamenta Elena Montaña, responsable de orientación de Escuela Ideo, que tampoco es ajeno a los problemas de salud mental. “Hay casos en todos los centros”, resume, y lamenta la “soledad” de los colegios “atendiendo algo que no nos corresponde a día de hoy”. Este centro complementa su labor de orientación con educación emocional y con cinco horas de educación física obligatorias. “Estos espacios permiten diagnosticar aquellas cuestiones y momentos que sufren los estudiantes, pero que en el aula no vemos siempre de forma evidente”, explica su director, José Canales.

Aunque cada grupo poblacional tiene sus propias brechas y cada centro educativo distintas herramientas de abordaje, parece que la inestabilidad económica afecta a todas las familias, y se convierte en una bola de nieve que arrolla a los más jóvenes. Esto tiene especial incidencia en los hogares más vulnerables, en especial en el colectivo migrante. “Enfrentan más inestabilidad económica, cultural, de idioma. Tienen más dificultad para acceder al sistema sanitario, generando situaciones de exclusión”, apuntan desde Save the Children. Según su informe, se reportan el doble de trastornos de conducta en jóvenes migrantes.

Cuestiones desatendidas

No parece, sin embargo, que los problemas que enfrentan los centros sean nuevos. Si echamos la vista atrás, en los años noventa no encontramos redes sociales ni internet, ni problemas de aislamiento y socialización derivados del uso de dispositivos digitales, pero Save the Children hace referencia a ese año en su informe y notifica problemas graves desde hace décadas. “Hemos enfrentado problemas derivados de crisis y familias desestructuradas desde siempre, con cero medios, con voluntad y vocación; pero la escuela no debería ser el lugar donde se pone toda la carga, especialmente de los problemas que no son del ámbito educativo”, resume Jaime K. S. B., profesor jubilado de FP, y jefe de estudios durante varios años.

Este docente relata, además, que las familias suelen acudir al centro y a orientación buscando herramientas. El resto de entrevistadas señalan cierto “mal uso” de estos recursos por parte de padres y madres. Para ello, Save the Children ha elaborado una guía para ayudarles a detectar y enfrentar problemas. Otro asunto que se arrastra desde hace años es el de las ratios. Lejos de reducirse, han ido creciendo año a año.

Parece, sin embargo, un escenario casi imposible, empezando porque el personal docente toma tiempo de las clases que imparten para abordar problemas en el aula. Esto no solo afecta al sistema público de educación, es habitual que el profesorado aborde en sus propias horas de clase problemas de este tipo ante la falta de espacios para compartir con otros profesionales el abordaje de casos y su prevención.

Normativas como la ya citada, o la llamada ley Rhodes, incluyen aspectos que podrían servir para combatir los problemas de salud mental en las escuelas. Como la figura de coordinador de bienestar, que, según Elu, “está siendo problemática para implementar; no hay, ni esperamos que haya, una claridad específica, un perfil que pueda asumir esa figura dentro de los colegios”.

Y añade que detectan “una sensación de agobio en los centros a los que se les exige hacer el rol de atención temprana”. “No tienen herramientas ni se ven capaces de gestionar las intervenciones. Ver evolucionar estos problemas, intentos de suicido, autolesión… sin que puedan ser tratados crea mayor presión”, zanja Alexander Elu. Martín, además de compartir este diagnóstico, denuncia los tiempos para los trámites. “Los recursos tardan en asignarse, incluso en casos de personas con riesgo de suicidio. No tenemos tiempo”.

El impacto del ciclo económico

Save the Children asegura que “aunque es difícil establecer causalidad, los suicidios y autolesiones están asociadas al ciclo económico”. Esto explicaría, también, que la pandemia de la covid-19 haya sido un punto de inflexión y visibilizado un problema con múltiples detonantes. “Estamos ante muchos factores que nos tensionan y no conseguimos darles respuesta”, apunta Martín, quien reflexiona sobre “el estado de polarización y crispación generalizado del país, muy difícil de gestionar para jóvenes que están definiendo su personalidad, la cultura de la imagen que imponen las redes sociales y la autoexigencia…”. 

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