“No quiero tener más orgasmos”: cuando la excitación no es bienvenida, deseada, ni placentera
El trastorno de excitación genital persistente, poco común y más extendido entre las mujeres, es uno de los problemas sexuales peor tolerados. Tiene bases físicas, pero puede propiciar la aparición de problemas psicológicos
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El reciente estreno de la película Babygirl, protagonizada por Nicole Kidman, puso de relieve el intenso y agotador rodaje que vivió la actriz. “Hubo momentos en los que pensé: no quiero tener más orgasmos. No quería que nadie se acercara a mí”, declaró en una entrevista a The Sun. La necesidad de espacio respondía, según ella, al cansancio emocional que implica rodar escenas de alto contenido sexual. No obstante, dejaba claro que la enorme confianza que tuvo con Harris Dickinson, el actor que daba vida a su amante en la ficción, fue clave para poder llevar a cabo su trabajo en el filme.
Al margen de si sus declaraciones son totalmente sinceras o forman parte del marketing para vender la película, lo cierto es que la excitación sexual no siempre es bienvenida, ni placentera, ni deseable. Existe lo que se llama trastorno de excitación genital persistente que, aunque es una patología poco frecuente, puede convertir la vida de quien la padece (generalmente mujeres) en un infierno. Este síndrome se caracteriza por una excitación física (genital) excesiva y no deseada, fuera de un contexto erótico, que implica un aumento del riego sanguíneo en los órganos genitales y, en las mujeres, un aumento de las secreciones vaginales, sin deseos de actividad sexual.
Para muchas personas esto puede suponer una fantasía, pero hay que tener en cuenta que excitación y placer son conceptos distintos. Mientras el primero pertenece a la dimensión fisiológica y forma parte de los reflejos, las sensaciones y las habilidades corporales, el segundo tiene más que ver con la psique, la capacidad de percibir cosas, las connotaciones que se les atribuyen (ya sean positivas o negativas), la imaginación erótica e incluso los sentimientos. De lo que se deriva que estar excitada y sentir placer no siempre son actos consecuentes.
La ginecóloga y sexólga Francisca Molero, directora del Instituto Iberoamericano de Sexología y presidenta de honor de la Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS), se ha convertido en un referente en esta patología desde que hace 20 años tuvo su primer caso. “Antes se llamaba ‘trastorno de la excitación sexual persistente’ y se abordaban diferentes hipótesis. Una de ellas hacía hincapié en la idea de que las mujeres somos menos conscientes de determinados estímulos físicos que pueden activar la excitación sexual, mientras que los hombres están más acostumbrados a estas respuestas automáticas del cuerpo, como ocurre en las erecciones espontáneas. Con el paso del tiempo se llamó ‘trastorno de la excitación genital persistente’, porque los estímulos se concentran en los genitales y se parecen a los cambios que acontecen en la fase de excitación. A veces, estos síntomas se resuelven con el orgasmo, pero la mayoría de las veces no, incluso pueden agravarse. De hecho, las mujeres que sufren este trastorno evitan el sexo y empiezan a tener problemas de pareja”, explica. Y añade: “Yo diría que, dentro de los problemas sexuales, este es el peor tolerado y el más intrusivo porque empeora mucho la calidad de vida del que lo padece”.
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Ni 100 orgasmos al día ni la fantasía de Milo Manara
Este síndrome nada tiene que ver con la ninfomanía ni con el argumento de El clic (1983), ese famoso cómic erótico de Milo Manara donde una mujer a la que se le ha implantado un aparato de control remoto en el cerebro se vuelve sexualmente insaciable cada vez que se activa el mecanismo. Las que padecen esta patología describen la excitación como una enorme y dolorosa presión o pulsación en los genitales, como refleja el documental 100 Orgasmos al día. En la cinta, Rachel, una ama de casa estadounidense y madre de tres hijos, relata cómo la excitación aparece sin previo aviso y sin que ella la pretenda. Puede ser cuando hace la compra en un supermercado, en medio de la clase de pilates o cuando está en el banco. Otra de las protagonistas, Jeannie, cuenta cómo acudió a un ginecólogo en busca de ayuda y este le contestó: “Lo que usted tiene es el sueño de cualquier hombre”.
“Aunque muchos problemas sexuales tienen un origen psicológico, el trastorno de excitación genital persistente es un síndrome multifactorial con factores predominantes de tipo fisiológico. Lo que no quita el impacto psicológico que produce y su relación con las creencias y vivencias en torno a la sexualidad”, señala Molero. “Puede estar muy relacionado con factores etiológicos de tipo neurológico, central o periférico. Por ejemplo, la compresión de una raíz nerviosa, por una lesión u otro problema. Esta raíz nerviosa se activa, de manera involuntaria, y envía información sensorial a la médula espinal desde la región genital del cuerpo. Información que se traduce como excitación sexual, aunque no lo es. Esto puede ser originado por un quiste de Tarlov, varices uterinas u otros problemas. Se sabe también que puede tener su origen en el cese repentino de la toma de antidepresivos, sobre todo si se han tomado durante largos periodos de tiempo”, señala esta ginecóloga.
Abordar el tratamiento del trastorno de la excitación genital persistente es complicado porque cada caso es un mundo y porque no siempre es fácil de diagnosticar. Además, el hecho de que sea un síndrome raro, sin un tratamiento concreto ni eficaz al 100%, aumenta el sufrimiento de los pacientes. “Hay que saber cómo funciona, tener muy en cuenta la parte física e identificar los factores de desencadenamiento, que pueden tener mucho que ver con el movimiento (coger el bus o el coche) o la vibración (música, sonido de tambores...)”, explica Molero. “Hay también que conocer bien la respuesta sexual, tratar los genitales de manera acogedora, cuidar la vulva. Si hay dolor, puede tratarse con analgésicos, y los antidepresivos y la fisioterapia de suelo pélvico pueden ayudar en ocasiones”, sentencia esta profesional.
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El trastorno de la excitación genital persistente tiene unas bases físicas, pero puede propiciar la aparición de problemas psicológicos por esa conexión íntima e inevitable entre cuerpo y psique. “Una de las consecuencias más previsibles es la aparición de ansiedad anticipatoria”, cuenta Alba Povedano, psicóloga, sexóloga y responsable de la tienda erótica Amantis Gràcia, en Barcelona “Se instala un estado de hipervigilancia, esperando que venga el próximo desenlace, que mantiene al sistema nervioso en modo alerta. Esto afecta de manera transversal a todo el ser. Muchas personas evitan las relaciones, se recluyen y pueden acabar siendo víctimas de la depresión”.
Lo que recomienda Povedano es “una terapia cognitivo-conductual y mindfulness para potenciar la relajación, respiración y atención plena”. “Generalmente, vivimos muy desconectados de nuestras sensaciones corporales y, por temas culturales, la mujer puede vivir esa excitación no deseada con más vergüenza y culpa que el hombre. Por otra parte, es curioso cómo este trastorno parece estar en sintonía con los tiempos que corren, con el consumismo, con dar más valor a la cantidad que a la calidad, con alabar la fuerza y menospreciar lo sutil, con hacer juguetes eróticos cada vez más potentes y con sentir cada vez menos”, subraya la psicóloga.
La fisioterapia del suelo pélvico puede ayudar, aunque no siempre, en este trastorno. Sonia Bedate, fisioterapeuta especializada en suelo pélvico, osteópata y sexóloga con consulta en Mérida y Almendralejo (Badajoz), recuerda una sola paciente con este problema en sus años como profesional. “Ella tenía la percepción errónea de que el trastorno se le había desencadenado por los tratamientos para las infecciones vaginales. Lo cierto es que pasaba mucho tiempo sentada, con mucha compresión de la pelvis, y tenía el síndrome de las piernas inquietas. La fisioterapia del suelo pélvico puede descomprimir y liberar cualquier atrapamiento de origen neuropático, vascular o provocado por un quiste de Tarlov en la zona lumbosacral. Puede ayudar a que no haya bloqueos o compresiones, y a que todo se libere para dar más facilidad al retorno venoso”, apunta Bedate.
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