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Petricor: de dónde viene el olor a tierra mojada y por qué es más potente con las lluvias de verano

Perfumistas y científicos han intentado domesticar y encapsular la fragancia húmeda y terrosa de las tormentas estivales desde hace miles de años porque este aroma penetrante, fresco y reconfortante embriaga todos los sentidos

'Stonehenge - un día lluvioso', acuarela pintada por William Turner en 1840 que refleja el paisaje inglés en el momento en que se desencadena una borrasca.
'Stonehenge - un día lluvioso', acuarela pintada por William Turner en 1840 que refleja el paisaje inglés en el momento en que se desencadena una borrasca.Heritage Images (Getty Images)

En 2008, el perfumista Jean-Claude Ellena creaba para Hermès Un jardín después del monzón, un perfume cautivador, relajante y fresco que evoca un paisaje rebosante de agua. “La expresión serena de una naturaleza que renace tras la lluvia”, según el propio perfumista. La virguería técnica de encapsular en un frasco el olor de la tierra mojada no era nueva en absoluto. Milenios atrás, en la India, Omán y ciertas regiones de Asia y Medio Oriente, médicos, monjes, curanderos y ascetas ya formulaban el exclusivo mitti attar ―literalmente, el perfume de la tierra―, una destilación de barro seco en aceite de sándalo que condensaba el aroma de ese instante en el que las lluvias del monzón caen sobre el suelo seco, revelando en el ambiente la esencia de la tierra húmeda cuando el agua le devuelve lo que el sol le ha arrebatado.

Este aroma terapéutico, sensual y evocador se empleaba como remedio curativo, como ofrenda en rituales y también, cómo no, para acicalar el cuerpo y el interior de palacios y viviendas entre las clases más poderosas. Era una fragancia lujosa y de una riqueza aromática casi narcótica que exhalaba el aliento ardiente de la tierra árida reconfortada súbitamente por un chaparrón.

Los sacerdotes y médicos del Medio Oriente aún no lo sabían; Jean-Claude Ellena, sí. La clave de ese olor a tierra mojada después de la lluvia es un complejo sistema de interacciones que ocurren entre el agua, el suelo y su hueste de microorganismos nativos. Tanto seducía la naturaleza de este aroma a científicos y perfumistas que desde 1964 el olor a tierra mojada incluso tiene un nombre: petricor. El término ―acuñado por los investigadores Isabel Joy Bear y Richard Thomas en un artículo publicado en la revista Nature― proviene del griego petros (piedra) e ichor (el fluido que, según la mitología griega, fluye en las venas de los dioses).

“El petricor es un olor agradable y fresco que acompaña a la lluvia. Es una combinación de varios elementos: gases atmosféricos, moléculas producidas por bacterias en los ambientes húmedos y compuestos orgánicos aromáticos que se sedimentan en la superficie de arcillas, rocas y plantas”, explica Marina Barcenilla, científica, académica que ocupa el sillón rosa damascena en la Academia del Perfume y perfumista independiente.

Una mujer disfrutando de una lluvia de verano en su jardín.
Una mujer disfrutando de una lluvia de verano en su jardín.Kathrin Ziegler (Getty Images)

El aroma se percibe en el ambiente justo antes de que llueva. “Me gusta pensar en este proceso como en un encuentro entre la tierra y el cielo. El aroma se desencadena cuando, instantes antes de llegar la lluvia, el aire saturado de humedad entra en contacto con superficies secas, ya sean tierra, rocas o asfalto. Cantidades microscópicas de esa agua incipiente se infiltran en las superficies liberando las moléculas aromáticas. Este proceso se acelera una vez llega la lluvia”, detalla Barcenilla.

El olor a tierra mojada es especialmente potente con las lluvias de verano y más aún ahora, en momentos de sequía ya casi estructural como la que padecemos. En general, cuanto más reseco esté el suelo (bien porque sea verano, bien por la sequía), más cantidad de aceite volátil se libera cuando llueve. “La intensidad del olor a tierra mojada depende de la cantidad de compuestos volátiles atrapados en la superficie sobre la que cae la lluvia”, detalla Barcenilla. Estos compuestos se acumulan durante periodos secos, lo que explica que con las lluvias de verano den lugar a matices más saturados.

La esencia del aroma está siempre en el paisaje, pero necesita del agua para expresarse. El petricor requiere periodos agostados para que los aceites y moléculas aromáticas se acumulen, así que en un entorno con mucha humedad o durante una estación lluviosa su fragancia es menos intensa. El olor del petricor es terroso y húmedo, aunque dependiendo del entorno ―de los minerales, las rocas, los microbios, la fauna y la flora presentes en el momento y en el lugar de la lluvia― puede tener otros muchos matices: verde, especiado, salado, amaderado, con recuerdos a moho, a minerales, a ozono, a aire fresco o incluso con notas industriales o de asfalto.

Un aroma que crea adicción

El porqué resulta tan placentero y adictivo tiene una explicación evolutiva, y es que el olfato de los animales es capaz de captar el olor del petricor en concentraciones muy bajas porque siempre hemos dependido de la lluvia y del agua fresca para sobrevivir. Y este efluvio indica inequívocamente a nuestro subconsciente que allí donde esté el aroma habrá también agua, alimento vital.

Por su agradable carácter limpio y reconfortante, hay muchas fragancias que proponen aromas relacionados con la lluvia y con las sensaciones del olor de la tierra mojada. Para formularlos, se hace uso de geosmina, la molécula producida por los microbios presentes en el suelo y que en contacto con el agua destila el aroma del petricor. Para su uso en perfumería, esta molécula natural se replica mediante biosíntesis en el laboratorio.

Una mujer paseando por el parque antes de una tormenta.
Una mujer paseando por el parque antes de una tormenta.Kevin C Moore (Getty Images/Image Source)

Tan cautivador y sugestivo es este fenómeno olfativo puro que nace del paisaje y de la tierra misma, que el petricor se ha colado en el imaginario de inspiración de creadores de muy diversas disciplinas. Recientemente, los artistas Germain Meulemans y Anaïs Tondeur tomaron muestras de lodos de entre los adoquines de los suelos de París en un intento de destilar desde el arte experimental los aromas íntimos de la capital francesa. En el mundo de la música, la compositora americana Emily McPherson explora las pequeñas grandes sutilezas de su entorno inmediato en la sinfonía Petrichor, dedicada al olor de la tierra mojada. La científica y académica de número de la Academia del Perfume Marina Barcenilla ha creado Ground Control, un perfume que rinde homenaje a la Tierra. Su aroma ―un cóctel a base notas de bálsamo de abeto, ozono, sándalo, musgo, resinas y el propio petricor― recrea las sensaciones de acogida, bienestar, dicha y confort que tendríamos al regresar a la tierra tras un largo viaje espacial a millones de kilómetros de distancia.

En cualquier lugar del planeta, inhalar el aroma del petricor es como estar en casa. Su fragancia nos hace cerrar los ojos, aspirar hondo, querer estar aún más cerca de donde rompe la tormenta y las gotas se estrellan contra el suelo. Porque es balsámico, porque reconforta, porque de alguna manera nutre y sacia ―aunque sea solo durante lo que dura un chaparrón de verano― todos los sentidos.

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