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¿Por qué una vela puede llegar a costar 500 euros?

El pujante mercado de las velas en tiempos de incertidumbre se debate entre el uso tradicional y el triunfo como objeto decorativo

Velas
Velas de Cerabella en colaboración con Jordi Labanda.
Elena Muñoz

Las velas han dejado de ser un objeto cotidiano, práctico y sencillo para convertirse en un elemento decorativo con éxito intergeneracional. Los diseños funcionales de toda la vida conviven con propuestas de formas escultóricas, más pensadas para adornar y fotografiarse en cuidados bodegones contemporáneos que para alumbrar. La diversificación de productos da una pista de la buena etapa que atraviesa el mercado de las velas, un sector donde las marcas con décadas (o incluso siglos) de experiencia a sus espaldas dan la bienvenida a las firmas emergentes que han capitalizado el interés por los productos artesanales a través de velas de diseño.

Entre las marcas recién llegadas a este pujante mercado está TwentyTwo y sus velas veganas producidas en Barcelona. Detrás del proyecto está Lorena Luján, fisioterapeuta de 31 años. “Todo surgió a finales del confinamiento por la covid-19. Siempre he sido una persona creativa y en esa época disponía de todo el tiempo del mundo, así que exploté más mi creatividad”, cuenta Luján. Buceando en Pinterest, se fijó en las velas decorativas y, al detectar que en España no existían muchas opciones de ese estilo, se lanzó a crear sus propios modelos. Asegura que aprendió “a base de prueba y error, ya que disponía de muy poca información online”.

Compartió en redes sociales sus primeros diseños y se viralizaron gracias a su colaboración con algunas influencers españolas. “La vela cubo o la de forma de busto de mujer son las más demandadas”, apunta. Según la fundadora, sus clientas habituales son mujeres de entre 18 y 40 años que buscan las velas como elemento ornamental. “El objetivo principal es, sin duda, decorativo, cada uno hace lo que quiere, pero siempre me dicen que les da pena encenderlas”, añade.

Casa Tenue tampoco tiene un largo recorrido. Irrumpió en el mercado en 2021, de mano de Fernanda Algorta. En su caso, sí reivindica la concepción práctica de las velas, reflejada de alguna forma en el nombre de su empresa. Eso sí, el diseño no se descuida. Algorta trabaja con cera de abeja y ella misma crea cada una de las velas a mano siguiendo un minucioso proceso de elaboración: “Consiste en sumergir una y otra vez la mecha de algodón en la cera caliente hasta que llegue al grosor deseado. Las capas se van secando, capa sobre capa, y esto hace que la vela dure más en comparación a las que están hechas vertiendo la cera en un molde y que cada una sea una pieza única”, analiza. El proyecto no nació bajo una estrategia empresarial concreta —“en principio iba a hacer piezas de cerámica o de lana”—, pero las estadísticas disponibles sobre el consumo de velas en nuestro entorno están de su parte.

Los datos recogidos por la Asociación Europea de Fabricantes de Velas (ECMA, por sus siglas en inglés), obtenidos de Eurostat (es decir, con datos referentes a la Unión Europea), reflejan un “significativo” aumento en su consumo. En el norte de Europa, donde hay menos horas de luz solar, las velas son algo cultural y su uso está integrado en las costumbres de sus habitantes. Así, el país donde más se consumen es Dinamarca, donde se alcanzan los 4,3 kilogramos de velas por persona (de hecho, el manoseado concepto de hygge, un término que teoriza sobre la sensación de bienestar, vincula precisamente la calidez de su luz como uno de los factores para conseguir una atmósfera tranquila y relajante).

En España la cifra se reduce a los 0,76 kilogramos por habitante. Desde ECMA relacionan los momentos de crisis o incertidumbre con un mayor consumo de velas: “Se podría decir que las personas las compran más cuando tienen algo de lo que preocuparse. Fue el caso de la crisis financiera de 2008, y nuevamente durante la pandemia y ahora con la situación en Ucrania”, señala Stefan Thomann, director técnico de la organización. Si bien el experto considera el poder tranquilizador de la llama, reconoce cómo ha evolucionado su uso en los últimos tiempos: “Antes se empleaban, en general, velas simples como fuente de luz. Hoy se utilizan por motivos decorativos o para crear un olor agradable en el hogar”.

En Cerabella, la histórica fábrica cuyo origen se remonta a 1862 en Barcelona, confirman que el interés por las velas ha crecido fuertemente en los últimos años. “A pesar de que ya apuntaba a que iba a ser una tendencia en alza, por la aparición en el mercado de algunas grandes marcas en esta categoría, la obligada necesidad de pasar más tiempo en casa ha supuesto con certeza un aceleramiento en el creciente interés por las mismas”, explica Antoni Anglès, consejero delegado y quinta generación de Cerabella. Destaca, además, la gran demanda de velas escultóricas y perfumadas.

Otro peso pesado dentro del sector es Trudon. Para hablar de sus orígenes hay que viajar en el tiempo hasta la corte de Luis XIV. Esta firma francesa nació en 1643 como la Fábrica Real de Cera, proveedora oficial del Rey Sol. Su director creativo, Julien Pruvost, también vincula el bum de las velas perfumadas con los cambios de hábitos que han permeado poco a poco en la sociedad a raíz de la pandemia: “Hemos observado un creciente interés por todo tipo de artículos decorativos perfumados. En los últimos tres años hemos pasado mucho tiempo en casa, y el deseo de sentirse bien nunca ha sido tan fuerte. ¿Qué puede ser mejor que sentarse a leer un libro, después de encender una vela y atenuar un poco la iluminación eléctrica?”, reflexiona.

Las posibilidades a la hora de dar forma a las velas son ilimitadas, pero el universo digital ha dejado constancia de las preferidas entre amantes de la decoración. Bustos femeninos, espirales entrelazadas, velas de forma cúbica de todos los colores y acabados… En la actualidad, el diseño se impone como la carta de presentación de las propuestas más demandadas.

Además de jugar con la maleabilidad de la cera a través de formas variopintas que subrayan la imaginación de las marcas, la creatividad se refleja también en los recipientes que las guardan. Los vasos y soportes ideados son, en muchas ocasiones, el principal reclamo de venta. La marca belga de velas perfumadas Baobab Collection lleva desde 2002 apostando por esos envases de gran poder ornamental. Corinne Bensahel, su directora artística, sitúa los diseños “en la encrucijada entre una vela perfumada y un objeto de decoración. Esto hace que nuestro posicionamiento sea único”. El precio de los modelos más pequeños se sitúa en torno a los 47 euros, mientras que las velas más grandes llegan a superar los 600 euros.

Podría ser razonable preguntarse si habrá alguien que desembolse esa cantidad de dinero por un producto pensado para quemarse. Sin embargo, las velas ya no son solo para eso. Ahora proliferan las versiones lujosas, convertidas en un símbolo de estatus al presidir cualquier estancia de la casa. Firmas como Gucci, epítome del lujo textil, hace tiempo que descubrió el filón de los objetos decorativos y las velas perfumadas que venden se amplían año tras año. Loewe se subió al carro en septiembre de 2020 por primera vez.

A pesar de las diferencias de gustos, la estacionalidad en la venta de velas sí refleja cierto consumo homogeneizado entre los países que nos rodean. La época navideña sigue marcando un definido pico de ventas en el sector: “Dado que son el regalo perfecto para estas fechas, vemos un incremento en ventas en diciembre y enero, pero también hay un alza en abril y mayo con ocasión del Día de la Madre”, apuntan desde el departamento de comunicación de la francesa Guerlain. Un periodo de tiempo igualmente fructífero para la marca belga Baobab Collection, con noviembre y diciembre como “temporada alta”. O para Trudon, para quienes la Navidad es “una época clave”. La catalana Cerabella confirma esta pauta de consumo generalizada, aunque señalan que, en los últimos tiempos, las ventas ya no están tan concentradas: “Existen picos de venta, vinculados especialmente a las épocas más propicias para regalar, pero la estacionalidad en las velas se ha ido reduciendo en los últimos años, siguiendo nuevos patrones de consumo. Cada vez más, por ejemplo, se consumen a lo largo de todo el año velas perfumadas o escultóricas”, explica Anglès.

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