“Nunca viví del fútbol, pero lo di todo por jugar”
Victoria Hernández, la primera futbolista que firmó un contrato en España, en 1971, revive una época sin ningún apoyo institucional
Megan Rapinoe, capitana de la selección femenina de fútbol de Estados Unidos e icono mundial del feminismo, ha reclamado en multitud de ocasiones una equiparación salarial con sus compañeros hombres: “Muchas mujeres pueden entender el sentimiento de negociar sabiendo que no habrá un pago igualitario”. La delantera holandesa Lieke Martens, del Barcelona, es la jugadora que más cobra en la Liga, 250.000 euros anuales, muy lejos del caché de los hombres. Pero hubo un tiempo no tan lejano en que la idea de que una mujer cobrase por jugar al fútbol no era más que una fantasía.
Victoria Hernández (Madrid, 62 años) fue quien rompió ese techo de cristal para firmar el primer contrato de una futbolista en España, con el club madrileño Olímpico de Villaverde. Fue su padre, un apasionado del balompié, quien convenció al promotor Rafael Muga para que la joven de tan solo 12 años se convirtiera en la primera jugadora profesional en España, el 2 de agosto de 1971. El documento estipulaba un pago de 4.000 pesetas por la firma y 250 por cada partido jugado.
Esta madrileña de rostro ancho y mirada profunda que derrotó al machismo hace 50 años ejerce hoy en día de sanitaria en un hospital haciendo frente al coronavirus. Tras ciertas dudas sobre si quitarse la mascarilla (está vacunada pero “nunca se sabe”), comienza a relatar cómo fueron sus comienzos. “En aquellos tiempos no sabía lo que era un contrato y para una niña de 12 años, 250 pesetas eran un mundo”, recuerda sentada en el sofá de su casa en el barrio de Villaverde, al sur de Madrid. “Lo que quería era jugar al fútbol, mi padre y Rafael eran los que se encargaban de esos temas y yo me centraba en lo que me apasionaba. Te puedo decir que ganase lo que ganase, no cubríamos los gastos de los viajes, los hoteles y todo eso. Nos lo teníamos que pagar nosotras porque el apoyo de las instituciones era nulo. Yo nunca viví del fútbol, pero lo di todo por jugar”.
Las mujeres que juegan al fútbol
en España
52.653
29.279
19.534
7.422
En los últimos 10 años, las fichas federativas en España se han multiplicado por más de dos.
1.086
1990-
1991
1999-
2000
2009-
2010
2014-
2015
2019-
2020
Fuente: RFEF.
EL PAÍS
Las mujeres que juegan al fútbol
en España
52.653
29.279
19.534
7.422
En los últimos 10 años, las fichas federativas en España se han multiplicado por más de dos.
1.086
1990-
1991
1999-
2000
2009-
2010
2014-
2015
2019-
2020
Fuente: RFEF.
EL PAÍS
Las mujeres que juegan al fútbol en España
52.653
29.279
19.534
7.422
En los últimos 10 años, las fichas federativas en España se han multiplicado por más de dos.
En los últimos 20 años, por siete.
1.086
1990-1991
1999-2000
2009-2010
2014-2015
2019-2020
Fuente: RFEF.
EL PAÍS
Las mujeres que juegan al fútbol en España
52.653
29.279
19.534
7.422
En los últimos 10 años, las fichas federativas en España se han multiplicado por más de dos.
En los últimos 20 años, por siete.
1.086
1990-1991
1999-2000
2009-2010
2014-2015
2019-2020
Fuente: RFEF.
EL PAÍS
Los artículos que aparecían en la prensa acerca del fútbol femenino eran de carácter burlón y machista, instigados por unas instituciones que no veían con buenos ojos que una mujer pudiera ganarse la vida con el deporte. La propia Federación mostraba su rechazo. El presidente era Jose Luis Pérez-Payá. “No estoy en contra del fútbol femenino, pero tampoco me agrada. No lo veo muy femenino desde el punto de vista estético. La mujer en camiseta y pantalón no está muy favorecida, cualquier traje regional le sentaría mejor”, decía. “Hay otros muchos deportes más aconsejables para ellas. Por la constitución de la mujer española, en la que hay que buscar también la estética, el fútbol no va con nuestra condición física”, afirmaba Alicia Lage, regidora central de Educación Física de la Sección Femenina.
Unos meses antes de la firma del contrato de Victoria, se disputó en España el primer partido de fútbol femenino, organizado por Muga. La Federación trató de impedirlo por todos los medios y obligó al árbitro a salir en chándal en lugar de con la equipación oficial. El promotor terminó declarando ante la policía.
Pero Muga nunca se dejó intimidar y se propuso formar la primera selección española femenina. “Las jugadoras de este país le debemos todo a Rafa, en especial las que pueden vivir de esto hoy en día. Sin él no podríamos estar donde estamos ahora”, comenta hoy Victoria. Aquel combinado, no reconocido por la Federación, se estrenó con una serie de partidos ante Italia y Portugal entre febrero del 71 y diciembre del 72.
Victoria, que jugaba en varias posiciones, tenía 13 años cuando hizo las maletas para irse a Italia a la primera concentración de una selección femenina española. Al no ser un equipo reconocido por la Federación, no pudieron lucir el escudo en la camiseta, pero para la jugadora eso no importaba, porque todas se sentían representantes de su país. “En Italia iban 10 años por delante. Eran más grandes, estaban más preparadas y nos barrieron. Ellas llevaban mucho tiempo siendo profesionales, viviendo del fútbol. Nosotras éramos prácticamente un grupo de amigas que se fue de viaje”, revive entre risas.
Sacaba tiempo de donde fuera y no me costaba nada. Hemos hecho auténticas barbaridades para poder jugarHernández en el campo del Olímpico de Villaverde, donde jugó cuando era niña. Foto: Ricardo Gutiérrez
Victoria llevaba compaginando el deporte con varios trabajos desde los 16 años, cuando dejó los estudios, consciente de que en España era imposible mantenerse con el sueldo de una jugadora. “Había días que llegaba de entrenar a las once de la noche y ni cenaba para irme a la cama porque al día siguiente tenía que despertarme a las seis para ir a trabajar”, cuenta Victoria, “pero el trabajo era lo me daba la posibilidad de hacer lo que más me gustaba. Sacaba tiempo de donde fuera y no me costaba nada. Hemos hecho auténticas barbaridades para lo jóvenes que éramos para poder jugar”.
Fue entonces cuando se planteó la gran pregunta: “¿Puedo vivir de esto?”. Su compañera en la selección Conchi Amancio, que firmó un contrato pocos días después que ella, había fichado por un equipo italiano, el Gamma 3 Padova, que pagaba mucho más que cualquier club español. A las pocas semanas, el Stade de Reims llamó a la puerta de los Hernández para ofrecerles un millón de pesetas para hacerse con los servicios de Victoria. Cincuenta años después, en el salón de esa misma casa, desearía poder volver atrás en el tiempo. “No podía irme sola porque era muy joven y mi hermano iba a acompañarme en un principio. Pero al final, decidimos que lo mejor era que me quedara en España”, recuerda con la mirada en el suelo, aunque la sonrisa le regresa al rememorar las ocasiones que ha salido a hombros del estadio: “En el barrio todos nos querían mucho y algún partido que marqué varios goles me sacaron a hombros. Me daba mucha vergüenza, pero a la vez mucha satisfacción”.
En 1980, la Federación formó la primera selección oficial. Victoria y su compañera Elizabet Sánchez Rubio fueron las únicas supervivientes de aquel equipo no reconocido de los setenta que lograron vestir también la camiseta oficial. “Pasamos de entrenar en un parque a entrenar de verdad, con horarios, dietas…”, señala.
Victoria siguió jugando a nivel profesional hasta los 39 años, compaginando su pasión con el trabajo. Pero no colgó las botas definitivamente hasta 10 años más tarde, siempre interesada en cualquier torneo que pudiera organizarse en el barrio. “El fútbol lo llevo en las venas. Sigo todos los partidos de los chicos y las chicas. Me encanta la selección y creo que merecimos pasar ante EE UU en el último mundial. Aunque soy del Madrid, espero que el Barcelona femenino llegue a la final de la Champions para seguir haciendo historia”.
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- Fotografía principal: Ricardo Gutiérrez Santoja