Emilio Delgado, diputado en la Asamblea de Madrid: “Están vendiendo Madrid con la gente dentro”
El político de Más Madrid se ha convertido en un fenómeno en redes y afirma sentirse preparado para enfrentarse a Isabel Díaz Ayuso: “Tengo una idea de la región en la cabeza y de cómo pelear por ella”


Emilio Delgado Orgaz (Madrid, 49 años) cumple una década en el fragor de la política madrileña. Ese es el tiempo que lleva como diputado en la Asamblea regional ―primero con Podemos, ahora con Más Madrid―. “En política, en el activismo, llevo desde siempre”, apunta, “me crio esa generación que levantó Madrid, cuando no había aceras, no había luz, no había agua, no había nada”. Su familia vivió primero en Vallecas, en Palomeras, cuando sus calles eran de arena y muchas de sus viviendas informales. Después, consiguieron comprar “un pisito” y mudarse a Móstoles. “Mi padre era pastor de ovejas en Extremadura y mi madre, de Toledo, se hizo costurera en Madrid”.
En los últimos meses, Delgado ha visto cómo su popularidad se ha disparado: “En redes sociales, uno de mis perfiles ha crecido en unos 100.000 seguidores”, detalla. Se ejercita con “algo de boxeo y pesas” y de joven, entre los 14 y los 25 años, formó parte del equipo nacional de Taekwondo: “Me preseleccionaron para Sídney, pero finalmente no me llevaron”. Reside en la ciudad del sur de la capital en la que creció y allí cría a su hijo de 10 años. Está separado, comparte custodia con su ex y tiene pareja. Estudió Integración Social y antes de recoger el acta de diputado trabajaba con familias en los barrios de San Diego, Entrevías, o Villaverde. “Cuando quieres iniciar un proceso de cambio con alguien, debes buscar lo que le interesa a esa persona. Es un buen comienzo para construir vínculos para, más adelante, abordar otros asuntos”, cuenta, “en política pasa algo similar: hay que hablar a la gente de lo que le interesa y no de lo que interesa a los políticos”.
Pregunta. ¿Qué preocupa a la ciudadanía?
Respuesta. En el caso de Madrid, hay que construir una región que ofrezca oportunidades para todo el mundo, en la que nadie sea menos que nadie, y donde tu suerte no dependa del dinero que tienes, o de tu barrio de origen. Las grandes causas son las de siempre ―libertad, igualdad, justicia, democracia y paz―, pero luego hay que concretarlas.
P. ¿Qué ha cambiado en la Asamblea en los últimos diez años?
R. El principal cambio es que el Partido Popular de Madrid se ha talibanizado. Antes, había figuras del PP, como Cristina Cifuentes [presidenta regional entre 2015 y 2018], que permitían que existiera un diálogo político más constructivo. Con [Isabel Díaz] Ayuso, el PP madrileño se ha sectarizado y ha cortado todos los puentes. Eso hace muy difícil el trabajo en la Asamblea: unos queremos hablar de Madrid y otros prefieren las fosas o las frutas
P. ¿Por qué ocurre esto?
R. Es la estrategia del PP para evitar debatir sobre los 140.000 niños sin pediatra; de los problemas de vivienda; de la disparidad salarial o de las graves desigualdades de la comunidad. El PP dice defender la idea de que el “dinero [debe estar] en el bolsillo de los madrileños”. Pero luego se lo sacan cuando tienen que recurrir a una escuela infantil privada porque no hay plazas públicas; a un seguro de salud por el colapso de la sanidad; o a una residencia de mayores de pago y sin ayuda por dependencia. Se habla mucho desde Madrid, pero poco de lo que pasa en Madrid. Se utiliza la región como un altavoz partidista, dejando de lado las problemáticas regionales.
P. ¿Cuáles son?
R. Están vendiendo Madrid con la gente dentro. La política de impuestos bajos de Ayuso busca atraer a nuevos residentes con alto poder adquisitivo a costa del desplazamiento de ciudadanos. Este es el gran reemplazo que promueve la derecha: expulsar a madrileños para traer a ricos. Cada año, 200.000 madrileños se marchan de la región.
Además, se habla poco de Villaverde, de Carabanchel o de Móstoles. A diferencia de otras provincias, no hay casi prensa regional. Y a esto se suma que durante décadas la izquierda no se había tomado en serio la región. Por eso surgió Más Madrid. Hubo gente que nos dijo que era inviable y en cinco años nos convertimos en segunda fuerza política.
P. Los últimos sondeos los ubican en tercera posición.
R. Nuestra experiencia histórica indica que solemos mejorar las encuestas. Más Madrid está haciendo un trabajo de oposición que va a tener sus resultados. Somos capaces de acabar con el dominio del Partido Popular y transformar esta región. El sufrimiento que se vive en muchas casas, en muchos barrios, no es obligatorio. Los madrileños tienen alternativa a Ayuso.

P. ¿Podría ser usted? ¿Se plantea dar batalla a Ayuso como cabeza de Más Madrid?
R. Es una posibilidad que me tomo muy en serio. Pero el lugar que ocupe en las listas, lo va a decidir la gente: me parecerá bien si me ponen el primero o el décimo en la lista. Me siento preparado para lo que venga. Tengo una idea de la región en la cabeza y también de cómo pelear por ella.
P. ¿Me la resume?
R. La izquierda necesita recuperar la épica y el hambre de victoria, plantear horizontes de transformación (rupturistas, pero sensatos). Hay que movilizar pasiones y afectos. La derecha lo está haciendo, pero no para avanzar hacia un mundo mejor, sino para llevarnos al pasado. Se trata de abrir una nueva etapa para la Comunidad de Madrid.
P. Hace un rato, en la calle, se le ha acercado una señora para mostrarle su apoyo: “Sigue así”, le ha dicho. ¿Le pasa a menudo?
R. Llevo un tiempo apareciendo en medios y en redes, y me ha dado mayor visibilidad. Se me acerca gente que conecta con el mensaje en la calle, en el supermercado, en el aeropuerto. Es algo bastante bonito. Todo ese cariño también implica mucha responsabilidad. Hay que cuidar la confianza de la gente.
P. ¿No tienen las redes un reverso tenebroso?
R. Sí, la privatización de la conversación pública. Ahora mismo está ocurriendo, afectando a franjas de población como los jóvenes. El algoritmo está envenenando a muchos de ellos sirviendo en sus móviles relatos de odio las 24 horas del día. Se necesita un debate muy serio sobre las redes y la responsabilidad de las empresas que las gestionan.
P. ¿De dónde viene ese odio?
R. Hay una internacional de extrema derecha coordinada, inyectando ingentes cantidades de dinero y apostando por hacer volar por los aires el mundo tal y como lo conocemos. Además, desde los poderes públicos hay quien se quiere subir a esa ola, llama “hijo de puta” al presidente de Gobierno, y convierte la frase en un eslogan para hacer merchandising. Buscan generar tensión, romper la convivencia.
P. Usted, ¿lee mucho?
R. Lo intento antes de dormir, 15, 20 minutos o media hora. Uno de mis libros favoritos es El campeón ha vuelto de J.R. Moehringer, una historia de padres e hijos, de masculinidades ausentes. Y uno de los últimos que he leído: Apóstoles y asesinos, de Antonio Soler, sobre la violencia política en España de los primeros años del siglo XX.
P. Tiene un hijo, ¿le preocupa el futuro?
R. Me gustaría que mi hijo creciera en una sociedad tranquila y mejor; en un ambiente de libertad y democracia y que afronte el cambio climático. Esas son cosas por las que ahora hay que pelear. La reivindicación del tiempo libre también es de hondo calado, porque necesitamos tiempo para cuidar de los nuestros, para poder llevar una vida que merezca la pena ser vivida. Cuando hablo de política me gusta recordar una frase de Burt Lancaster en el western Los profesionales: “Nos quedamos [en política] porque tenemos fe. Nos marchamos porque nos desengañamos. Volvemos porque estamos perdidos. Y morimos porque es inevitable”. Sin una causa, sin un amor, no somos nada.
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