El fin de año une dos mundos en las casas latinas de Madrid
La ropa interior amarilla, los muñecos para quemar y los baños aromáticos de los países de origen se entremezclan con los polvorones y las campanadas españolas en Madrid
La ficción está llena de historias así. Como si se tratara de los mismísimos niños de Stranger Things, esta Nochevieja en Madrid cientos de miles de inmigrantes latinos tratarán de abrir un portal entre dos mundos. Por el camino, mezclarán muchas cosas. A un lado, sus tradiciones, aquello que llevan haciendo toda la vida para recibir el nuevo año. Al otro, lo que se hace allí donde viven, lo que han aprendido de la vieja Europa. En mitad de todo: música, comida, baile, paseos por el barrio con maletas, ropa interior amarilla, muñecos que arden, adiestramiento para poder con las 12 uvas, diversión y algo de nostalgia.
Para que nadie se arme lío, en estos días previos a la Nochevieja, la comunidad Soy colombiano en Europa, que reúne a más de 25.000 seguidores en TikTok y 5.500 en Instagram, ha decidido regalar a sus seguidores una caja especial que incluye los imprescindibles: un muñeco llamado Pancracio para quemar y despedir lo malo del año, ropa interior amarilla como símbolo de buena suerte, una maleta de cartulina para atraer viajes y sueños cumplidos y un medicamento para lo que en Latinoamérica es el guayabo y en Madrid se llama resaca. Todo, para abrir ese puente entre continentes y aliviar un poco el dolor y la pena que causa la distancia.
Porque no todos los rituales son fáciles de exportar a una ciudad como Madrid. El Año Viejo, una de las costumbres más queridas por los latinos, se celebra en algunos países de Latinoamérica quemando un muñeco hecho de ropa vieja que simboliza todo lo negativo del año que se va. “No se queman los tradicionales años viejos ni se tira pólvora. En su lugar, escuchamos emisoras latinas para tener nuestra música de faltan 5 para las 12 y tenemos mini años viejos con todo el kit de las lentejas. Esto sí, lo quemamos prudentemente en nuestros balcones. La comida es lechona, buñuelo y natilla”, asegura la directora de la comunidad, Ginna Tatiana Morera Ortega. Según el censo de población publicado recientemente por el Instituto Nacional de Estadística (INE), el número de nacidos en Latinoamérica que reside en la Comunidad de Madrid ha rebasado la cifra simbólica del millón, alcanzando los 1.038.671 habitantes solo de los 18 países hispanohablantes a fecha 1 de enero de 2024.
En muchos hogares, la Nochevieja se celebra con una mezcla de lo mejor de ambos mundos: la tradición española de las 12 uvas a la medianoche se fusiona con los rituales latinos, y la gastronomía se convierte en una experiencia compartida. Alejandra Triana, una colombiana que lleva cuatro años en Madrid, es un claro ejemplo de esta adaptación. Junto a su novio malagueño, ha incorporado a su vida las tradiciones de su país natal, como los buñuelos y las natillas, pero también ha adoptado la costumbre española de las 12 uvas, un ritual que ya disfruta con alegría. Este año, además, los dos se han animado a la tradición importada de correr con la maleta vacía alrededor de su casa para atraer viajes, un acto que comparte con su novio, quien, a su vez, se ha sumado a la tradición del muñeco de Año Viejo.
En casa de Alejandra, la Nochevieja se vive como una fusión cultural en la que las campanadas se celebran con música colombiana de fondo, concretamente cumbia y salsa, que invaden el ambiente: “En casa hay una gran mezcla de costumbres, pero funciona”.
Jacobo Bazhenova, quien vive en Madrid con su pareja española, también celebra una Nochevieja multicultural que recoge lo mejor de las tradiciones catalanas, de donde es ella, y colombianas, el origen de él. “He querido conservar la tradición de las velitas en Colombia, pero ha sido difícil aquí”, confiesa. Sin embargo, ha logrado mantener vivas algunas de las costumbres de su país. En su hogar, el 24 de diciembre es el día de picoteo con embutidos catalanes, mariscos y escudella, seguido de una misa a la medianoche. El 25 de diciembre se celebra con un festín familiar donde no faltan platos como el cordero asado. Y en la víspera de Año Nuevo, Jacobo y sus amigos se reúnen para una cena de platos típicos de cada país, seguidos de las tradicionales 12 uvas.
Alicia Torriente, cubana en Madrid, celebra su segunda Nochevieja lejos de casa. Aunque disfruta las 12 uvas y el brindis español, extraña el cerdo asado y el congrí cubano, además del ritual familiar de “echar un cubo de agua a la calle para dejar atrás lo malo”.
Para María Adelaida Ricaute, ecuatoriana que pasó el 31 de diciembre del año pasado en Madrid, la experiencia fue una mezcla de costumbres y momentos especiales. Aunque comenzó el día con un ritual muy latinoamericano —preparando un baño aromático para limpiar las energías con siete hierbas dulces y siete amargas, además disfrutarlo con champán—, la noche dio un giro inesperado cuando fue invitada por otros colombianos para celebrar juntos la entrada del nuevo año. En su reunión, disfrutaron de un menú típico costeño con pernil, patacones y arroz con coco. Al llegar las campanadas, se dirigieron a la Calle Mayor, cerca de la Puerta del Sol, para compartir las uvas y el champán con la multitud que llenaba la Plaza Mayor. “En esos momentos de compartir es cuando realmente te das cuenta de lo que significa estar lejos de casa y mantener las tradiciones”, reflexiona.
Muchos latinos en Madrid comienzan sus celebraciones de Año Nuevo horas después de las 12 de la noche debido al desfase horario con sus países de origen. La costarricense Goldy Levy, productora de la plataforma Las Cosmos en Madrid, ha hecho de la Nochevieja un momento para reconectar con su familia, a quienes llama desde Madrid para celebrar el nuevo año sin importar la diferencia de horas. “Aunque en Costa Rica tenemos nuestras supersticiones, como usar ropa interior amarilla o caminar con una maleta vacía, aquí la Nochevieja se ha convertido en un espacio de encuentro con los demás. También es un momento de comunicación con los míos en Costa Rica”, explica Levy. Desde la comunidad Cosmos, han dado algunos consejos en sus redes sociales sobre cómo sobrellevar las fiestas y las tradiciones lejos de casa.
Diana Cid, periodista venezolana en Madrid, también vivió una transformación en su relación con las celebraciones de fin de año. Durante años evitó las costumbres navideñas de Venezuela, ya que sentía que revivirlas solo la anclaba a recuerdos de un país que ya no era suyo. Sin embargo, con el tiempo, su perspectiva cambió. Este año, Cid organizó una celebración en la que se prepararon hallacas, un plato tradicional venezolano que compartió con amigos de diversas nacionalidades. “Ahora entiendo que conservar esos rituales es una forma de construir mi hogar en donde esté”, reflexiona, destacando cómo este gesto simbólico unió a sus amigos. Entre ellos figura una boliviana que confesó sentirse “más en familia que nunca” al ayudar en la preparación de las hallacas.
Para muchos migrantes latinos en Madrid, la Nochevieja sigue siendo una ocasión para revivir las tradiciones de su tierra natal, pero adaptadas. “Nos preparamos las 12 uvas, pero no las comemos con las campanadas porque nos ahogamos. Preferimos poner Faltan cinco para las 12, la canción de nuestra tierra”, cuenta Diana Calderón, una de las tantas colombianas que al escuchar esta melodía sabe que el reloj está a punto de marcar el comienzo de un nuevo año.
La música, el baile, la gastronomía, las tradiciones y los rituales se combinan en una Nochevieja que, a pesar de la distancia, mantiene vivos los lazos de amistad, familia y cultura. José Luis Sabogal, ingeniero caleño y dueño de un estudio de animación digital, lleva tres años en Madrid y hace esfuerzos por sumarlo todo: “Intentamos mantener vivas las tradiciones de las velitas el 7 de diciembre, las uvas a las 12 en fin de año y los regalitos de Navidad para los niños el 24 y 25″. Las costumbres locales también han sido adoptadas, como el calendario de adviento y el roscón de Reyes, con lo que la mezcla de tradiciones latinas y españolas ha enriquecido su experiencia en Madrid.
Irene Lifack celebra también el 31 de diciembre con una mezcla de tradiciones latinas y españolas. “Para mí son sagradas las 12 uvas desde que vivía en Colombia. Pido un propósito por cada una”, comenta. Además, mantiene la tradición de usar ropa interior de diferentes colores según lo que quiere atraer: rojo para el amor, blanco para la paz y amarillo para la abundancia. También practica el ritual del Año Viejo adaptado a Madrid: en lugar de quemar un muñeco, escribe una carta con todo lo que agradece. Eso sí, se queda con su Nochevieja: “Lo nuestro es insuperable, es demasiado bueno”, bromea, y recuerda que su 31 ideal está lleno de buñuelos, natilla y todo el sabor latino.
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