La “supervecina” de Galapagar
María del Carmen Casahorrán creó en la pandemia una red solidaria que ha logrado recolectar más de 4.200 toneladas de productos para familias vulnerables
En el local de la calle de la Teneria, 4, en Galapagar, al noroeste de Madrid, nada más entrar se aprecia cómo los estantes están repletos casi hasta el techo: bolsas de pasta para cocinar, botellas de champú, cajas de leche, ropa e incluso una televisión. En los pasillos, María del Carmen Casahorrán (Madrid, 53 años) saluda a quienes llegan al recinto y agradece los donativos, por pequeños que sean. Ella es la fundadora de En Galapagar no estás solo, una asociación sin ánimo de lucro. Desde la pandemia y hasta el pasado septiembre, la entidad ha recolectado 4.249 toneladas de productos para familias vulnerables. Por eso, Casahorrán se ha llevado el premio a la Supervecina Solidaria 2022, un galardón que otorga la aplicación NextDoor.
La plataforma es una red social que permite comunicarse con los vecinos de la zona. A través de la iniciativa, buscan resaltar las hazañas de los habitantes en todas las regiones de España. Dos vecinos usuarios de esta red nominaron a la creadora del proyecto. Es el equipo de NextDoor el que elige a los tres finalistas, dependiendo del impacto que tengan en sus respectivas comunidades, detalla Katherine Villegas, responsable en Madrid de la aplicación. Más de 450 personas participaron en la votación y 275 eligieron a Casahorrán como la mejor vecina solidaria.
La creadora de la iniciativa estaba en paro cuando la primera ola de la pandemia azotó España. Sabía de las limitaciones para abastecerse de las personas inmunodeprimidas, con problemas de movilidad o las personas mayores, por lo que decidió ayudarles a con la compra. “Le pasé mi teléfono a gente que conocía y me puse a su disposición. Después hablé con el Ayuntamiento para poderme mover en el confinamiento”, explica.
Poco a poco fue haciendo entregas a más gente; sin embargo, a veces los vecinos no podían pagar. “Fueron pasando los meses y la gente me decía que ya no tenían dinero. Eran gente que iba a los ERTE y no cobraba o inmigrantes que se acabaron sus ahorros”, aclara. Casahorrán entonces decidió contactar con párrocos de la comunidad que donaban alimentos y ella hacía los paquetes para repartir a las familias más vulnerables.
Con el paso del tiempo juntó a su familia y amigos para poder ayudar a más residentes de la zona. Finalmente, logró conseguir un local por dos años. La directora del proyecto acordó con el dueño que remodelarían el lugar, con la condición de que no les cobraran alquiler. Ahora, en este sitio, 75 familias han logrado encontrar ayuda. “No podemos acoger más, porque ya no tenemos capacidad”, detalla Casahorrán.
A la asociación llegan madres de familia que buscan ropa para sus pequeños o jóvenes que simplemente buscan un algún aparato electrónico. En la segunda planta hay mucho material para los niños del municipio. Entre juguetes —que se dan en el Ramadán o la Navidad—, carritos para los bebés y libros infantiles de segunda mano, también hay material escolar nuevo. Casahorrán logró que un supermercado donara cuadernos, bolígrafos y más. “Armamos 44 mochilas con las listas que nos han mandado los padres. Intentamos, en la medida de lo posible, dar todo lo que podemos. Hay veces que no logramos conseguir objetos muy específicos, pero en realidad es poco”, expresa.
Los vecinos de Galapagar no solamente van a buscar ayuda al local, sino que también hay 20 voluntarios habituales (lunes y jueves). Pero en días de colecta pueden llegar a ser hasta 50 personas.
Casahorrán habla con cada persona que llega, se toma su tiempo para saber cómo están y lo que necesitan esta vez. Es lunes y 10 voluntarios están presentes, atareados en tareas como clasificar la ropa, los libros y la comida. Al llegar el mediodía, la creadora anuncia una pausa y llama a la hora del café, en el que todos se juntan frente a la mesa y comienzan a hablar sobre los beneficios que han encontrado en ese sitio.
Amparo Williams, una mujer de 43 años, llegó de Ecuador para trabajar como interna en 2020 y se unió a la causa a los pocos meses. Cuenta que no conocía a mucha gente en España, por lo que decidió integrarse a través de la asociación. “Es que además me encanta ayudar y aquí me siento muy bien”, agrega.
Para José Ángel Moreno, de 60 años, lo más increíble ha sido la solidaridad que ha visto por parte de los habitantes de la zona. “Hay quienes te dejan desde un kilo de arroz, hasta quienes te dejan un carro entero de comida. Cada uno trae lo que puede”, expresa.
La asociación está abierta los lunes y jueves desde las diez de la mañana hasta la una de la tarde. En este horario se entregan los artículos y se clasifica lo que ha llegado a lo largo de los días. Pero Casahorrán aún busca que llegue ayuda de todos los lados posibles. “No quiero cargar a la gente de responsabilidades. No es solamente el tiempo que estamos en el local, sino el intentar buscar fuentes de financiación o hacer socios”, describe.
El equipo ha pensado en todo: socios que contribuyan con una cuota mensual de su conveniencia, conciertos benéficos e incluso huchas solidarias. “Las ponemos en comercios pequeños y cuando necesitemos algún material, lo compramos en ese mismo. Así nos conviene a ambos. Hay que ser muy creativos”, dice Moreno.
La directora del proyecto no pierde la esperanza de que haya más ayuda ahí fuera. Ella escribe correos a empresas de diferentes sectores para explicar lo que hacen. “Al final siempre hay alguien que responde”, declara.
Los voluntarios del sitio están de acuerdo en que ella es quien ha mantenido todo en pie con el paso de los años, pues es una persona con mucha energía. “Ella es como un huracán y nos lleva a todos por delante”, dice Moreno. Gracias a que el 61% de los votos la apoyó como supervecina, Casahorrán va a recibir un premio de apenas 150 euros. Pero ella ya ha decidido reinvertir en dinero en su proyecto para poder tener más recursos.
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