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El pederasta de Instagram: un depredador sexual en cuyas garras cayeron 98 niños

La Fiscalía pide más de mil años de prisión para un hombre que abusó y obtuvo imágenes íntimas de decenas de menores de 16 años haciéndose pasar por una chica en redes

Pederasta Instagram J. A. S. S
Furgón en el que ha llegado el presunto pederasta de Instagram, J. A. S. S, para declarar en el juicio por embaucar a 98 menores.Alejandro Martínez Vélez (Europa Press)
Patricia Peiró

Todo empezaba como un simple coqueteo por Instagram. Se hacía llamar Lorena. Tras un intercambio de mensajes, comenzaban las fotos y los vídeos íntimos. Mándame tú y te mando yo. Pero no era Lorena la que tecleaba detrás de la pantalla, sino uno de los mayores depredadores sexuales detenidos en España. El cazador sabía obtener lo que deseaba y lo consiguió con 98 adolescentes. Con algunos incluso llegó a quedar para mantener relaciones. Este lunes se ha sentado ante un tribunal de la Audiencia Provincial de Madrid, frente a frente, sin un móvil de por medio, para afrontar las pruebas y testimonios que le han bautizado como el pederasta de Instagram.

José Ángel S. S ha admitido que tiene un problema, “una desviación”, según ha declarado, y ha explicado que está en tratamiento para controlar sus impulsos. “Pido perdón”, ha dicho en la sala donde se celebra la vista. En una extensísima declaración en la que ha admitido todos los hechos y ha contestado a preguntas de todas las partes, ha detallado de forma pausada la doble vida que llevó durante tres años. Al principio, ha apuntado, abrió una cuenta de Instagram con fotos sensuales. “Quería obtener fotos y vídeos de menores”, ha admitido. En un siguiente escalón, consiguió llegar a quedar y tener relaciones con algunos. “Utilizaba la retórica, les decía que había que ser abiertos en el sexo y probar con chicos, chicas, con gente más mayor...”, ha explicado ante su señoría.

La Fiscalía pide 1.324 años de prisión. Un abultado número en el que se incluyen más de 200 delitos de abuso y corrupción de menores, prostitución, ciberacoso y difusión de pornografía infantil. Todo ello agravado porque sus víctimas tenían menos de 16 años. Según la ley, el máximo tiempo que podría permanecer en la cárcel son 30 años, aunque si el jurado incluye como atenuante el hecho de que haya reconocido las acusaciones, se podría rebajar a 20 años de prisión.

El hombre, que ahora tiene 31 años, se ha sentado cabizbajo con la capucha puesta de un abrigo azul, rojo y blanco. Antes de ser detenido en la operación que la Guardia Civil denominó Kamikaze, el acusado era entrenador de fútbol en un municipio del sur de Madrid y trabajaba en un bufete de abogados. Eso fue hasta el 3 de septiembre de 2018, el día que se destapó que llevaba tres años haciendo realidad sus perversiones. Todo se desencadenó cuando unos padres denunciaron que su hijo mantenía conversaciones “subidas de tono” con una supuesta adolescente que les resultó sospechosa. Unos meses antes de su detención definitiva, había sido ya arrestado por la Guardia Civil, pero el juez en ese momento lo dejó en libertad al considerar que no había indicios suficientes para mantenerle en prisión preventiva.

Con la mayoría de los chicos, los contactos eran esporádicos, pero con ocho de ellos se mantuvieron en el tiempo. Sus víctimas, algunas de ellas ya mayores de edad, siguen sufriendo las consecuencias de esos abusos, de ese engaño. Especialmente aquellos a los que atrapó más tiempo en sus garras. Como si fuera subiendo de escalón, perfeccionó sus métodos de enganche. Algunas veces convencía a sus víctimas de que, para conseguir tener sexo con la supuesta Lorena, antes tenían que quedar con un amigo suyo. La insistencia con la que lo forzaba era tal, que decenas de mentes vulnerables cayeron en la trampa. Más adelante, se comenzó a presentar desde el principio como un adulto y engatusaba a los chicos con su palabrería, sin necesidad de caretas. Había ganado destreza a la hora de embaucar a los adolescentes y también había perdido miedo a que le cazaran, después de meses de actividad pederasta sin sobresaltos.

Les pedía imágenes de ellos desnudos o masturbándose. A veces él también enviaba contenido. Unas veces era falso, siguiendo la estratagema de que se trataba de una chica, pero otras, cuando la víctima sentía que ya no podía escapar, porque el agresor tenía material con el que le amenazaba, daba un paso más y enviaba sus fotos y vídeos reales. También llegó a ofrecer dinero o regalos a los menores para dar un paso más en su supuesta relación de confianza.

El abogado Santiago Seijas, que representa a una de las víctimas que entonces tenía 14 años, ha asegurado a la entrada del juicio, que ha sido a puerta cerrada, que su defendido “lo pasó bastante mal, y en toda la familia ha repercutido negativamente”. En los próximos días, algunas de las víctimas acudirán a declarar a la sala, pero otras lo harán por videoconferencia o se usará su declaración ante la Guardia Civil (lo que se denomina prueba preconstituida). Algunos de los familiares han querido estar presentes en la vista de este lunes.

Instagram sex offender
El presunto pederasta de Instagram, J. A. S. S. Alejandro Martínez Vélez - Europ (Europa Press)

¿Qué ha fallado para que este depredador haya operado durante casi tres años? Para Margarita García, psicóloga de Aspasi, fundación contra el abuso infantil, la falta de información desempeña un papel fundamental en la impunidad de estos delincuentes. “Los adolescentes tienen que estar formados para que puedan dar la primera voz de alarma, y su entorno también para darse cuenta de los signos de abuso”, señala. “Si somos muchos con los ojos abiertos, este hombre habría abusado de un niño, del segundo, ya no”, sentencia.

La experta trabaja en su fundación con víctimas, pero también con los agresores. “Si queremos erradicarlos, tenemos que entender cómo funcionan”, apunta. A lo largo de su trayectoria profesional, en la que también ha actuado como perito en juicios de este tipo, ha aprendido que el pederasta comienza su relación con los menores como un juego, observando hasta qué punto puede fiarse de ellos. “Van tejiendo una tela de araña en la que el niño va cayendo sin darse cuenta y, cuando lo hacen, es demasiado tarde, la vergüenza les impide hablar”, puntualiza.

Entre las actividades de la fundación, también se incluye la de dar charlas en colegios e institutos. En sus presentaciones siempre advierte: “Los chavales tienen que saber que no son tontos por haber caído, que los pederastas son muy listos. Pueden engañar a cualquiera, incluida a mí”.

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Sobre la firma

Patricia Peiró
Redactora de la sección de Madrid, con el foco en los sucesos y los tribunales. Colabora en La Ventana de la Cadena Ser en una sección sobre crónica negra. Realizó el podcast ‘Igor el ruso: la huida de un asesino’ con Podium Podcast.

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