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Estación en curva
Columna
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Verdades en Legazpi

Madrid se adentra en el frío de enero entre el impacto de la obra de ‘La infamia’ y la indignación de una parte de la ciudad por la actitud del alcalde

En la foto, de izquierda a derecha, la actriz Marina Salas, la periodista Lydia Cacho, el director de 'La infamia', Jose Martret, y la actriz Marta Nieto en el escenario de la obra.
En la foto, de izquierda a derecha, la actriz Marina Salas, la periodista Lydia Cacho, el director de 'La infamia', Jose Martret, y la actriz Marta Nieto en el escenario de la obra.Olmo Calvo
Antonio Ruiz Valdivia

Se corta el aire. Está sola en el coche con varios policías. Le tocan, se ríen, restriegan sus pistolas. No hay nadie en la carretera, siente que son sus últimos minutos. Se burlan de ella, la atemorizan. Le susurran que ha ido demasiado lejos, que ha incomodado a poderosos, que se ha atrevido a contar lo que muchos saben y callan. Detrás hay una trama con explotación sexual de menores, de atrocidad, en la que se mezclan empresarios y políticos.

Marta Nieto mira de frente, en su cara lleva la verdad. Ella es Lydia Cacho, la periodista mexicana que le abrió los ojos al mundo. Ahora en Madrid, en las Naves del Español en pleno Legazpi, se recrea ese Cancún que ocultaba lo más oscuro del mundo bajo ese aparente plácido sol caribeño. Casi no se puede respirar en el Matadero al revivir todo lo que pasó en ese país, aterra. Nadie parpadea mientras transcurre La infamia. Al acabar todos tragamos saliva y se abre una fervorosa ovación en pie. La propia Cacho está entre las sombras esta noche, emocionada, junto a José Martret. Ella es pura valentía en una vida en la que no gustan demasiado los valientes. El mundo necesita más personas como ella para hacer frente a los Jean Succar Kuri que campan a sus anchas de norte a sur.

Fuera del teatro espera el frío. Madrid deja ya la Navidad atrás, sus luces, sus árboles y sus roscones para lanzarse a ese áspero tiempo de rebajas y blue monday. Con la omnipresencia de ómicron y el agotamiento de los centros de salud. Una ciudad que se le queda cada día más grande a su alcalde, José Luis Martínez-Almeida, que ha traspasado varías líneas con sus declaraciones diciendo que Almudena Grandes no merece ser hija predilecta de la ciudad. Para él, todo es un intercambio de presupuestos. Y, encima, no se ha retractado de sus palabras, no ha pedido perdón y viene a defenderse ante todos los ciudadanos sosteniendo que esto ha sido una “campaña” contra él.

En el PP lo vendieron como el “alcalde de España”. Pero no le ha durado mucho y desde que cogió la Portavocía nacional del partido se ha olvidado de muchos de sus vecinos. En estos meses anda todavía más nervioso porque Isabel Díaz Ayuso le ha ganado esa partida de acercarse más a Vox y no tiene el suficiente pedigrí ideológico pactando con los concejales carmenistas escindidos de Más Madrid. Lo que está claro es que ha decidido dejar de ser el alcalde que pretendía (o fingió) durante sus primeros meses de mandato. Además, vuelve a sacar ese desprecio hacia la cultura que ha practicado siempre la mayoría de la derecha. Puede seguir Martínez-Almeida lanzando sus indignantes mensajes y alejándose del papel que merece el Palacio de Cibeles, pero Madrid siempre amará a su cultura y a sus escritores y las palabras de Grandes nos guiarán por los peldaños de la ciudad.

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