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Comando LGTBIPOL

Cinco policías y guardias civiles han pasado de llevar una “doble vida” por su orientación sexual a formar a sus compañeros en igualdad y diversidad. En 2016 crearon una asociación para visibilizar el colectivo en los cuerpos y fuerzas de seguridad

De izquierda a derecha José Pedro Sageras, Elena Sánchez, Begoña Gallego, Rufino Arco y Arantxa Miranda, de la asociacion LGTBIPOL.
De izquierda a derecha José Pedro Sageras, Elena Sánchez, Begoña Gallego, Rufino Arco y Arantxa Miranda, de la asociacion LGTBIPOL.Olmo Calvo
Patricia Peiró

“Pero y tú... ¿con lo tuyo que vas a hacer?”. No hay ni una sola persona allegada a Rufino Arco (39 años) que no le hiciera esa pregunta en los días previos a su entrevista de acceso a la academia de Policía Nacional de Ávila, en 2008. Con “lo suyo” se referían a que era gay. Por si acaso, se inventó “una coartada” por si le preguntaban por su vida personal, algo que no pasó. Logró ingresar y tras unos meses de curso abandonó la máscara y comenzó a hablar con naturalidad con sus compañeros sobre su orientación. No pasó nada. 13 años después es policía nacional en Madrid y decenas de futuros agentes continúan teniendo el mismo temor que experimentó él hace años. Él responde a estas dudas como vicepresidente de la asociación LGTBIPOL, nacida en 2016 para visibilizar el colectivo en los cuerpos y fuerzas de seguridad y formar en diversidad.

Su experiencia se repite en la boca varios de sus compañeros. Elena Sánchez (44 años) también policía nacional, se preparó un discurso para sus primeros años en el cuerpo en el que hablaba de “pareja” y “relación”. A Arancha Miranda (46 años), policía municipal, le hicieron una entrevista en 2000 sobre el papel de la mujer en el cuerpo en la que le preguntaron si su marido ponía en casa a lavadora. Ni se le pasó por la cabeza decir que en su vida ni había ni iba a existir un marido. José Sageras (36 años), guardia civil, se preparó a conciencia la entrevista psicológica. Cuando Begoña Gallego (48 años) tuvo un bebé, nadie se planteó que no hubiese sido con un hombre. Los cinco se sientan en torno a varios tés en la plaza de Pedro Zerolo, en Chueca, epicentro del Orgullo, como miembros de la junta directiva de una asociación que representa al colectivo LGTBI con más de 250 miembros. Atrás quedaron los días en los que su orientación sexual era un tabú en su vida.

El recorrido vital de estos cinco agentes ilustra la propia evolución de la sociedad y de las instituciones a las que pertenecen. Aun así, cuando salieron del armario con la presentación de su asociación en 2016 no lo tuvieron fácil. Lo que les hizo dar el paso fue que un compañero quería denunciar a su novio por violencia intragénero, pero no se atrevía porque eso iba a suponer que sus compañeros se enteraran de su orientación. “La creación de la asociación fue lo que se dice una salida del armario a lo bestia”, resume Begoña. ¿Fue más complicado para ellas o para ellos? “Bueno, que una mujer que realiza un trabajo que tradicionalmente ha sido masculino sea lesbiana, hasta te da un plus. Pero a un guardia civil gay se le ve como una nenaza”, reconoce Arantxa. José, a su lado, asiente. Él ya ha destrozado todas las puertas del armario que se podían, hasta se presentó al certamen míster Gay este año representando a su tierra, Extremadura.

En este tiempo, ha habido zancadillas y malos gestos, pero también gratas sorpresas. “Al poco de nacer nos llamó el comisario principal de la Unidad de Familia y Atención a la Mujer (UFAM) y nos dijo: ‘Con el tema de las personas trans no estamos cumpliendo el pacto de Estado y no sabemos cómo abordarlo’. Desde entonces, somos formadores de esta unidad en estos temas. Vieron que había nacido un nuevo recurso y querían mejorar y aprender”, indica Elena. No solo forman en la UFAM. Hace un mes se desplazaron hasta Canarias para dar un curso a 400 agentes y colaboran con las unidades policiales de participación ciudadana y con diferentes ONG. Arantxa ha dado charlas en otras comunidades en las que han solicitado sus servicios, y en la formación de los nuevos agentes municipales, se incluye ya un módulo de delitos de odio. “Cuando doy clase a los alumnos de policía, lo primero que les explico es que venimos de una historia en la que los agentes tenían que detener a los homosexuales”, comenta.

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Mientras siguen tomando sorbos de té, todos coinciden en que está produciéndose un retroceso en temas de diversidad. “Se está juntando el sentimiento antipolicial, con el del no aceptar al que es diferente a ti”, recalca Elena. Es difícil poner cifras concretas a esta sensación que expresan. En la memoria del año 2020, la Fiscalía de Madrid, reconoce que faltan datos sobre el alcance real de los delitos de odio, porque muchas veces pasan por el juzgado como delitos leves, en los que el juez no considera el componente de discriminación. Aún así, de las 26 diligencias iniciadas por los fiscales madrileños en 2018, se pasó a las 54 que se abrieron en 2020. “La situación en fiscalía solo es óptima cuando las diligencias previas tienen su origen en un atestado policial de las unidades especializadas”, señala la memoria.

La Policía Municipal de Madrid creó en 2017 la Unidad de Gestión de la Diversidad, a la que pertenece Arantxa. Hasta 2021, ha registrado más de mil denuncias por agresiones relacionadas con la orientación, la religión, la raza, la discapacidad o la pobreza. “Yo siempre digo que estoy en una burbuja”, reconoce la agente. Las lucha del colectivo avanza también en la Guardia Civil. En el temario que estudian los nuevos agentes, se va a empezar a incluir un apartado sobre igualdad y diversidad y en dos años se prevé que todos hayan realizado al menos un curso en esta materia.

El odio, en datos

Los pasos se dibujan en el camino a medida que crece la voluntad política por estos asuntos. En la encuesta que ha realizado el Ministerio de Interior sobre delitos de odio en este 2021, el 40% de los participantes respondió que había sufrido comentarios o gestos ofensivos más de 10 veces en los últimos cinco años de su vida por motivos como la raza, la orientación sexual o la religión. Según las estadísticas de criminalidad de Interior, en 2019 se registraron 1.706 delitos de odio, un 7% más que el año anterior. En 2020, esta cifra descendió a 1.401, una reducción del 17%, acorde a la que han experimentado otras denuncias durante el año de la pandemia, por los meses de confinamiento.

Los cinco que se sientan a esta mesa, también han soportado chistes y desprecios en algún momento. José, el guardia civil, tenía dos sueños de niño: participar en el desfile del 12 de octubre como militar y ser agente de tráfico. Ha cumplido los dos, pero no se imaginó que para lograrlo tendría que hacer “el papelón de mi vida” durante 10 años. Una década en la que evitó hablar con sus compañeros, por ejemplo, sobre cómo había pasado el fin de semana. “Para mí, el antes y el después fue participar en los vídeos que lanzó la Guardia Civil este año. Hay compañeros, que son también del colectivo, que se alejan de ti porque estás en el ojo del huracán. Hasta te dejan de seguir en Instagram”, admite. José se refiere a la campaña que presentó la Benemérita este año en el que él es el protagonista como agente y gay. “También hay muchos otros que te muestran su apoyo de forma discreta”, señala.

El foco volvió a iluminarles con motivo del Orgullo de 2018. “Queríamos salir en la manifestación y queríamos hacerlo con el uniforme, es una forma más de acercar los cuerpos de seguridad a la ciudadanía”, reconocen. A la única a la que le dieron permiso fue a Arantxa, la municipal. Y aún así, recibió críticas de las que tuvo que defenderse. “Sí que salimos con una pancarta y la gente se nos acercaba, nos abrazaba, nos preguntaba quiénes éramos”, rememora Begoña. Algunos de los que en la primera manifestación desfilaron en la última fila, el año siguiente se situaron en la cabecera.

¿Qué les dice Rufino 13 años después a los agentes en potencia que tienen reparos en que se note que son homosexuales? Su respuesta siempre es la misma: “Que sean ellos mismos, si tú lo llevas con normalidad, la gente a tu alrededor también lo hará y si no, en el siglo XXI, no pueden y no deben decirte nada”.

Una conferencia en Sitges que abrió el camino contra la discriminación

En 2006, un grupo de agentes de Cataluña fueron los primeros en dar el paso en crear una asociación de fuerzas y cuerpos de seguridad del colectivo. Gaylespol nació tras unas cuantas reuniones y cafés en la que varios representantes de la autoridad se dieron cuenta de que en otros países el foco ya estaba puesto en los delitos de odio. "Ese año fuimos a una conferencia internacional en Sitges sobre estos asuntos y aquí abríamos los ojos como platos, porque no se hablaba de esto", recuerda Isabel Tapia, presidenta y policía municipal en Sabadell. Lo que en un principio fue una asociación autonómica, se abrió en 2009 a todo el país, y ahora suma 245 miembros. Incluye desde mossos, hasta agentes municipales, pasando por policía portuaria, ertzainas y guardias civiles. "Yo entonces estaba en un pueblo más pequeño, era una plantilla pequeña y nunca me sentí discriminada, pero por conversaciones con otros compañeros, me di cuenta de que era algo que en otros lugares sí pasaba", explica al teléfono. "En especial en el caso de los hombres, por la plumofobia", recalca. El objetivo de su asociación, igual que la de LGTBIPOL es la de romper estereotipos en los cuerpos de seguridad. "Se va consiguiendo, pero aún quedan flecos, claro", sentencia.

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Sobre la firma

Patricia Peiró
Redactora de la sección de Madrid, con el foco en los sucesos y los tribunales. Colabora en La Ventana de la Cadena Ser en una sección sobre crónica negra. Realizó el podcast ‘Igor el ruso: la huida de un asesino’ con Podium Podcast.

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