Planes con niños en Madrid: probando el nuevo parque infantil de la plaza de España
Ocupa casi un tercio del espacio y está formado por una estructura de madera con seis toboganes, unos pórticos metálicos de los que cuelgan 21 columpios y distintos elementos de juego para todas las edades
Sábado por la mañana en el área infantil de la renovada plaza de España de Madrid, de la que se habló muy poco en las crónicas de la inauguración a pesar de que es la gran novedad en su siglo largo de historia y de reformas y de que ocupa algo más de un tercio del espacio. “Está bastante bien, aunque un poco apretada de personas”, opina Jaime, de 10 años, nada más tirarse por enésima vez del tobogán más alto, a lo que su amigo Santiago, de la misma edad, replica: “Es una chulada, pero tengo dos pegas”. El niño ha salido crítico. “Una, que las piedras [el suelo es de gravilla] manchan mucho y hay que ponerse zapatillas viejas para que no se ensucien las nuevas, igual que en Madrid Río ―esta intervención está firmada por dos de los autores de la obra del Manzanares―. Y dos, los grafitis, que aparecieron al segundo día, hacen sucio y están hasta dentro de los toboganes”. “Han sido los adolescentes”, concluyen enfadados, para añadir que también se dejaron una “botella de cerveza” en lo más alto del torreón, o fuerte del Séptimo de Caballería, o choza de un chamán, o casita del árbol, o lo que quiera la imaginación que sea.
Lo que más le gusta a su amigo Mario, de siete años, es precisamente “la construcción”, que para él es más bien un tipi indio. “Es como ir al campo, puedes estar todo el rato escalando”, asegura, antes de salir pitando, como embadurnado en talco por el polvo blanco que suelta la gravilla, hacia los columpios. Departiendo al sol en un corrillo y cargadas con todos los abrigos están sus madres, Lucrecia Tizaur, Carmen Navarro y María Robles, vecinas y amigas del cole de los niños, el cercano CEIP Portugal. “Estamos encantadas. Desde que lo abrieron, hemos venido todos los días”, cuenta Lucrecia, a la que la parte infantil le parece “buenísima”, pero le ha decepcionado “la falta de vegetación”. “Lo han pelado, aquí había árboles maduros”, lamenta. “Esto en verano va a ser un freidero, una chicharrera”, vaticina.
“A mí me extraña mucho que no esté señalizado por edades, porque el bloque de madera tiene partes fáciles, pero hay otras que telita”, comenta Carmen. Para María, al vecindario le hacía falta algo así. “Íbamos a los columpios del templo de Devod, pero son para muy pequeños”. En su opinión, “el centro de Madrid no es para niños, faltan infraestructuras deportivas y hay pocos parques infantiles y los que hay están sucios, muy deteriorados y rodeados de coches”. “El piso es lo peor, es muy sucio y abrasivo y encima los nenes se tiran las piedras”, añade a los peros Lucrecia.
Esta fantástica área infantil se llama Isla de Barataria, en recuerdo de la ínsula de la que fue nombrado gobernador Sancho Panza, que sigue en la plaza ahora más limpio que un San Luis junto a su Quijote. Consta de tres partes: una gran estructura a la que han bautizado La ciudad del aire, con una torreta, escaleras, plataformas y puentes de madera de la que nacen seis toboganes de uno a seis metros de altura; y otra, El gran columpio, compuesta por varios pórticos de acero inoxidable que serpentean como una culebra y de los que cuelgan 21 columpios, cuerdas, hamacas, ruedas, cestas, nidos y balancines. Especialmente chulo es un grupo de neumáticos dispuestos en círculo, en el que niños que ni se conocen establecen rápidamente una competición y parecen siempre a punto de chocarse.
Entre ambas, hay distintos elementos de juego y ejercicios para que niños y mayores se ejerciten física y mentalmente, como puzles de memoria, volantes, carruseles, juegos sonoros y barras de giros y de equilibrios. Y un aspecto nada desdeñable porque suele faltar en la mayoría de los parques: está lleno de espacios donde sentarse, desde larguísimos bancos de madera con mesitas supletorias para dejar la comida y bebida a los poyetes que rodean los parterres.
Como todo tiene un por qué, el director general de Espacio Público, Obras e Infraestructuras, José Luis Infanzón, explica el proyecto y responde a las críticas. Para empezar, recuerda que la obra es mucho más extensa y ambiciosa que la mera plaza ―abarca un eje de kilómetro y medio entre Debod y el Palacio Real, con otro nuevo parque infantil pequeñito en la plaza de Cristino Martos― y que quedan aún dos meses para rematarla. Para seguir, destaca que la gran plaza cívica también es para los niños, ya que en ella se puede montar en bici, patinar, correr y jugar sin obstáculos y, una vez pasadas las Navidades y retirado el mercadillo, se celebrarán conciertos y eventos. Y para terminar, subraya que se han plantado 1.200 árboles, pero pide “un poquito de paciencia” hasta que crezcan. “Solo hemos tenido que quitar unos plátanos que estaban a punto de caerse en el entorno de los juegos de niños por culpa de Filomena”, asegura.
“El concepto de este parque infantil es el mismo que el de Madrid Río, huir del juego tradicional para crear un área lúdica compleja”, explica Infanzón. De hecho, detrás está la misma empresa alemana, Richter, a través de su filial española BDU, “unos grandes expertos en psicopedagogía y psicomotrocidad con los más rigurosos cánones de seguridad”. Los juegos, que acumulan más de 20 certificados, “tienen tres características que son grandes virtudes”. La primera es “se parecen a lo que fabricaban desde siempre los propios niños para divertirse, no son demasiado figurativos, no hay jirafas ni ositos de colorines, lo que les permite desarrollar la imaginación”.
Las otras dos son la integración y la libertad: “Los juegos tradicionales están segregados por edades y encerrados tras una valla, aquí no la hay y tenemos en un mismo lugar a niños de distintas edades y con distintas capacidades jugando juntos y con espacio para correr a muchísima distancia del tráfico. Hay muchos itinerarios y alternativas, lo que les permite elegir e ir ganando en seguridad y mejorando sus destrezas día a día”. Así, lo que echaban en falta las madres, los cartelitos de edades recomendadas, no es un olvido, sino que responde a un fin: “Queremos que el espacio se comparta, que los niños se familiaricen con la pieza y evolucionen en ella, que no cambien de espacio conforme crecen sino que sean ellos mismos los que se vayan a atreviendo a más”. El arquitecto director de la obra, que ha costado 74 millones de los que 400.000 se han empleado en el área de niños, recuerda que “lo que pueden hacer o no los niños no tiene que ver con la edad, sino con el desarrollo de sus capacidades motrices”.
¿Y qué hay de las piedrecitas? “Existen tres tipos de bases de juego seguras, la arena, la grava y el caucho sintético, que vamos a poner en algunas zonas para que un niño en silla de ruedas o un abuelo puedan acceder, pero que aún no está por problemas de suministro”, detalla el responsable de Espacio Público. “La grava es, con mucha diferencia, el material que mejor amortigua las caídas porque se expande, la arena la que peor y es lo más sucio de todo y lo que menos drena el agua. El caucho que tanto gusta a los padres es caro, se deteriora rápidamente y no es tan higiénico”, alega. Ah, pero es que los niños se manchan. “Pretender que un niño no se manche jugando es absurdo”, recuerda, con cariño, a los padres.
Otra reciente inauguración: La Gavia
Entre las 57 áreas infantiles instaladas o renovadas en 2021 en la capital, destacan las del parque de La Gavia en el Ensanche de Vallecas, abierto el pasado febrero, con 36 hectáreas y diseño inicial del arquitecto japonés Toyo Ito. Cuenta con 3.322 árboles, casi una hectárea de césped y seis de arbustos, que albergan cuatro zonas infantiles y nueve deportivas. Hay una colina sobre ruedas destinada a bicicletas, patines y skate, otra del reciclaje, otra de parkour y otra del viento para volar cometas, un rocódromo, una zona de entrenamiento y unas pistas multideportes. Las áreas infantiles tienen toboganes, tirolinas y juego multiaventura con forma de bambú gigante, así como un área de los sentidos, con instrumentos musicales y juegos de tacto y sensoriales.
En total, Madrid dispone de 2.045 áreas infantiles, a las que dedica un presupuesto anual limpieza, mantenimiento y conservación de casi nueve millones y medio de euros. El distrito que más suma es Hortaleza, con 182, y el que menos Chamberí, solo 20. En el proyecto de presupuesto de 2022 figuran 333.298 euros comprometidos para renovación, 754.318 para cuatro proyectos de áreas infantiles y 300.000 más para una nueva instalación, según detalla una portavoz municipal.
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